domingo, 13 de junio de 2010

El fracaso de una educación, rural y urbana, que ofrece "el circo antes del pan"

El fracaso de una educación, rural y urbana, que ofrece
"el circo antes del pan" 


Autor: Polan Lacki
Estimado Sr Lechuga
Por supuesto que autorizo la publicación de mis textos.
Le informo que no tengo ningun viaje previsto/comfirmado a Honduras.
Saludos  Polan
Leímos para Usted: Renato Lechuga García

En los países latinoamericanos, un creciente porcentaje de jóvenes, del medio rural y urbano, ya está consiguiendo concluir la enseñanza fundamental y hasta la media o secundaria. Desafortunadamente, este éxito es más aparente que real, pues en términos concretos está produciendo resultados decepcionantes. Los jóvenes, ahora más escolarizados y con un horizonte de aspiraciones y ambiciones ampliado, se sienten frustrados, por no decir engañados.

Después de haber estudiado en esos largos 11 años, durante los cuales alimentaron la ilusión de que este esfuerzo les ofrecería un futuro de oportunidades y de prosperidad, ellos descubren que no están aptos ni para obtener siquiera un modestísimo empleo; pues egresan del sistema escolar sin poseer las "cualidades" que los empleadores esperan y necesitan encontrar en un buen empleado. Esto ocurre porque el sistema de educación, rural y urbano, no les proporciona los conocimientos útiles, las aptitudes necesarias y ni siquiera las actitudes y los valores que necesitan para ser buenos empleados; tampoco los prepara para que sean buenos ciudadanos y padres de familia que sepan educar, orientar, alimentar y cuidar de la salud de sus hijos, etc. Hablemos sin eufemismos, a excepción de lo que les fue enseñado en los tres primeros años (leer, escribir, efectuar las 4 operaciones aritméticas, aplicar la regla de tres y conocer el sistema métrico), prácticamente todos los demás conocimientos son irrelevantes para que ellos puedan tener un mejor desempeño en el trabajo y en la vida personal, familiar y comunitaria.

En esos ocho años posteriores, los pocos contenidos que podrían ser útiles suelen ser enseñados de manera excesivamente teórica, abstracta, fragmentada, y desvinculada de la vida y del trabajo, con lo que se transforman en virtualmente inútiles. Entonces, se impone la siguiente pregunta: ¿para qué estudiaron esos ocho años adicionales?

Seamos objetivos y realistas: ¿cuál es la utilidad o aplicabilidad en la vida cotidiana que tiene la enseñanza teórica de los logaritmos, los determinantes, la geometría analítica, la raíz cuadrada y cúbica, o la enseñanza "memorística" sobre la historia de Cleopatra o de la Emperatriz de Bizancio, los faraones y las pirámides del Egipto, la historia de la Mesopotamia y las altitudes de las Montañas Rocosas? Algunos defensores de este conservadorismo educativo afirman que tales contenidos son necesarios para desarrollar la creatividad, el ingenio, el sentido crítico e investigativo, el espíritu de iniciativa de los educandos y para ofrecerles una supuesta "formación integral". Personalmente, opino que existen formas más inteligentes y productivas para alcanzar tales objetivos.
Contenidos más cercanos – en el tiempo y en el espacio – a las realidades cotidianas de los educandos serían mucho más eficaces para desarrollar sus potencialidades latentes, para establecer relaciones entre causas y efectos, para evitar que repitan los errores que fueron cometidos en el pasado, etc. Otros teóricos afirman que es necesario mantener esos contenidos para "democratizar" las oportunidades de acceso a la universidad, ignorando que, en la mayoría de los países de América Latina, apenas 5 o 10% de los jóvenes tienen ese privilegio. En tales condiciones, no es lógico ni justo castigar y aburrir a los otros 90 o 95 % que no llegarán a la universidad, haciéndoles estudiar durante ocho años temas excesivamente teóricos, abstractos, lejanos, no utilizables y prescindibles, por no decir inútiles.

En la dinámica del mundo contemporáneo, los educandos tienen motivaciones e intereses mucho más inmediatos y concretos. Su principal aspiración es obtener un trabajo bien remunerado para acceder a los bienes y servicios que ofrece la vida moderna y poder constituir una familia próspera y feliz. Por lo tanto, una educación realista deberá estar orientada al logro de esos anhelos y necesidades concretas y prioritarias de la mayoría de la población; y no a proporcionarle una creciente cantidad de informaciones descontextualizadas, que son irrelevantes y no utilizables en la solución de sus problemas cotidianos.

La realidad concreta nos indica que, después de concluir o abandonar la escuela funda-mental o media, la gran mayoría de los educandos rurales:

A) en una primera etapa, van a dedicarse actividades agropecuarias, como productores o como empleados rurales, en las cuales fracasan, entre otras razones, porque la escuela rural prefirió enseñarles la historia del Imperio Romano y el Renacimiento Francés, en vez de enseñarles a producir, administrar predios rurales y comercializar las cosechas con mayor eficiencia; ignorando que este es el primer requisito para que puedan incrementar sus ingresos y, gracias a ello, sobrevivir con dignidad en el medio rural.
B) en una segunda etapa, después de fracasar en las actividades rurales, esos ex-agricultores y sus hijos emigran para las ciudades donde serán ayudantes de la construcción civil, albañiles, pintores o carpinteros, choferes, maniobristas o cuidadores de automóviles, policías y vigilantes, cocineros o mozos, y vendedores callejeros, empleadas domésticas o limpiadoras de oficinas y de edificios residenciales, barrenderos (recolectores de basura), oficinistas y obreros de empresas públicas y privadas, etc.; pues, en el mundo moderno son esas actividades urbanas las grandes empleadoras de mano de obra.
 Técnicos de La Ceiba Renato Lechuga Y José Miguel Lechuga en labores de extensión Forestal con el Maestro de primaria Gustavo Menéndez, comunidad El Pichelito, Melchor de Mencos Petén.
Lo anterior significa que los contenidos curriculares de las escuelas rurales no respondieron a las necesidades de los padres y ahora los contenidos de las escuelas urbanas no responden a las necesidades concretas de sus hijos. Para que esas mayorías puedan realizarse como personas y sean más eficientes y productivas, necesitan de conocimientos que sean útiles y aplicables para mejorar el desempeño en las ocupaciones mayoritarias recién mencionadas; y especialmente para que puedan desempeñar, con eficiencia, otras actividades que son más valoradas por la sociedad y por el mercado de trabajo. El barniz seudo cultural e intelectual, tan frecuente en nuestros obsoletos currículos, no contribuye al logro de ninguno de esos dos objetivos, pues los potenciales empleadores no están muy interesados en saber si los jóvenes candidatos a un empleo conocen la biografía de Montesquieu, Robespierre o Richelieu.

El abismo existente entre aquello que el sistema de educación enseña y lo que los educandos realmente necesitan aprender es sencillamente inaceptable. Esa disfunción educativa es tan perjudicial a nuestra juventud, al sector productivo y al futuro de nuestras naciones que no podemos seguir aceptando “teorizaciones”, justificaciones y elucubraciones de los "especialistas' que insisten en mantener en los currículos lo superfluo, en vez de reemplazarlo por lo esencial. La sociedad en su conjunto deberá exigir que el sistema de educación adopte transformaciones radicales, corajosas e inmediatas, pues las medidas cosméticas adoptadas por el referido sistema en las últimas décadas han demostrado ser mal priorizadas/orientadas, insuficientes e ineficaces. Los ciudadanos, quienes a través de sus impuestos, están financiando ese anacrónico sistema de educación y pagando las consecuencias de esa mala calidad educativa, tienen todo el derecho de exigirlo; y el sistema de educación tiene el deber de acatar esta justísima reivindicación. Los contenidos que la mayoría de los educandos, probablemente, nunca utilizará deberán ser sumariamente extirpados de los currículos y reemplazados por conocimientos que tengan una mayor probabilidad de ser utilizados por la mayoría de los educandos, durante el resto de sus vidas. Es necesario ofrecerles una educación que les ayude a que ellos mismos, puedan transformar sus realidades adversas, corregir sus ineficiencias y solucionar sus problemas cotidianos.

Las crecientes multitudes de desempleados/subempleados, pobres y miserables que no poseen dinero para pagar un techo digno, comprar los alimentos y las medicinas y mandar sus hijos a la escuela, al médico y al dentista, necesitan, en primerísimo lugar, de una educación útil, en el sentido de que las habilite a conseguir un trabajo/empleo generador de un salario razonable, con el cual puedan satisfacer las necesidades primarias de supervivencia de sus familias. Estas multitudes de "mal-educados" por nuestras escuelas no están muy interesadas en saber cual es la altitud del Everest o la extensión del Río Nilo; tampoco en conocerla historia de las competencias y batallas que ocurrieron en el Circo Máximo o en el Coliseo de Roma. Después que adquieran los conocimientos necesarios para ser empleados más productivos, mejores ciudadanos y buenos padres de familia ellos podrán buscar las oportunidades y fuentes donde adquirir los otros conocimientos que satisfagan a sus curiosidades y a sus intereses intelectuales y culturales. Esas oportunidades y fuentes de conocimientos no necesariamente deberán ser proporcionadas a través del sistema de educación formal (escolarizada). Es comprensible que los privilegiados de la sociedad que ya tienen acceso al pan deseen ir al circo. Sin embargo, la prioridad de la gran mayoría constituida por los no privilegiados, por los pobres, por los sufridos y por los abandonados es diferente, ellos quieren primero el pan y después el circo.

viernes, 11 de junio de 2010

La buena nota del día para Guatemala

Agricultura: si  somos  tan  ricos  ¿por  qué  estamos  tan  pobres?
Autor: Polan Lacki
Agradecemos al Dr. Marvin Melgar Ceballos por este artículo que nos remitió y lo compartimos a Guatemala. Atte. Gestor y Planificador Municipal Renato Lechuga García.
En  todos  los países  de  esta  privilegiada  América  Latina  tenemos  enormes  potencialidades  productivas  que  nos  permitirían generar  las  riquezas necesarias para autofinanciar nuestro desarrollo agrícola y eliminar el  subdesarrollo rural. 
En  primer  lugar,  tenemos  vastas  extensiones  de  tierras  de  buena  calidad,  clima  favorable  que  nos  posibilita  obtener  varias  cosechas  al  año  y  que  nos  permite  producir  ganado  exclusivamente  a  pasto;  y,  lo  más  importante,  tenemos  una  muy  abundante  mano  de  obra,  necesitada  y  deseosa  de  progresar con el fruto de su esfuerzo. 
En  segundo  lugar,  ya  disponemos  de los  conocimientos  (tecnologías y  experiencias  exitosas)  que  son  necesarios  para  hacer  una  muy  eficiente producción,  transformación  y comercialización  de  productos  agropecuarios.  Desafortunadamente,  dichos  conocimientos están  siendo  adoptadas apenas por una minoría de productores rurales más eficientes. Tal  exclusión  es  lamentable  porque  muchas  de  las  mencionadas  tecnologías  y  experiencias,  son  de  bajo  costo  y  fácil adopción, y  como  tales  podrían  y  deberían  estar  beneficiando  todos  los  productores  rurales  de  cada  país. Sin  embargo  ello  no  ocurre  porque  estos  valiosos  conocimientos permanecen  ociosos/subutilizados en  las estaciones experimentales, en  las universidades,  en  las  cooperativas,  en  las  páginas web y, muy  especialmente,  dispersas  en  las  fincas  de los  agricultores más   eficientes  que  ya  están   adoptándolas.  La  correcta  aplicación  de  las  referidas  tecnologías  y  experiencias  permitiría solucionar  gran  parte  de los  problemas  de  la  mayoría  de  los  productores  rurales.  Desafortunadamente  ello  no  ocurre  porque dicha  mayoría no las conoce o no sabe aplicarlas de manera correcta. 
En  tercer  lugar,  disponemos  de métodos  y  medios,  eficaces  y  de  bajísimo  costo (emisoras radiales y de televisión, e-mail, páginas web, etc.), a través de los  cuales  podríamos  y  deberíamos difundirlas  rápida  y  masivamente  en  beneficio  de  todas  las  familias  rurales.  En  resumen,  tenemos  a  nuestra  disposición casi  todos los requisitos necesarios para hacer una agricultura que  al ser mucho más eficiente y más productiva podría generar  las  riquezas que  necesitamos para reducir la pobreza y el subdesarrollo rural.
Y si es así ¿por qué no lo hacemos? Por la sencilla razón de que la mayoría de  nuestros agricultores no poseen las competencias necesarias para hacerlo; es  decir les faltan conocimientos, habilidades, actitudes y hasta valores orientados al autodesarrollo
¿Y  por  qué  los  habitantes  rurales  no  poseen las  referidas competencias? Básicamente  por  las  siguientes  cuatro  razones.  En  primer lugar, porque  los  conocimientos que  sus  padres  les  transmitieron  ya  están desactualizados  y  son  insuficientes para  que  ellos  puedan  sobrevivir económicamente en la agricultura moderna y globalizada. 
En  segundo  lugar   porque  las  escuelas  fundamentales  rurales  que,  para  la mayoría  de  los  habitantes  del  campo,  son la  única  oportunidad de  aprender algo  útil  para  la  vida  y  el  trabajo  en  el  campo,  enseñan a  los  niños muchos  contenidos irrelevantes en vez de proporcionarles los conocimientos necesarios  para  que  puedan ser  productores  más  eficientes  y  más  emprendedores,  mejores  padres/madres  de  familia,  mejores  ciudadanos,  empleados  más  eficientes  y  miembros  más  solidarios  y  participativos  de  sus  comunidades.
Existe  un  impresionante  desencuentro  entre  lo  que  esas  escuelas  rurales  enseñan  y  aquello  que  los  educandos  realmente  necesitan  aprender.  Gran  parte de sus contenidos curriculares no tienen ninguna aplicación en la solución  de  los problemas cotidianos de  los educandos, ya sean laborales,  familiares o comunitarios.  
En tercer  lugar porque  los servicios públicos de extensión rural---que podrían  y deberían contrarrestar las dos debilidades educativas hasta aquí analizadas-- -- están contaminados por las interferencias político-partidarias, burocratizados  y excesivamente centralizados. Con  tales  restricciones los extensionistas, aún en contra de su voluntad, dedican más tiempo a burocratizar en las oficinas que a capacitar a  los agricultores en  las  fincas y comunidades  rurales. Las pocas  veces  que  logran  ir  al  campo,  después  de  enfrentar  un  largo  peregrinaje  burocrático para obtener el vehículo, el combustible y  los viáticos, muchos de  los extensionistas no están en condiciones técnicas de corregir los errores que  los agricultores cometen y de solucionar  los problemas que  los afectan; estas debilidades  técnicas  de  los  agentes  de  extensión  ocurren debido  al motivo descrito a continuación. 
En  cuarto  lugar  porque  las  facultades  de  ciencias  agrarias  están excesivamente  "urbanizadas" y desconectadas de  la  realidad concreta de  los productores  rurales y de los potenciales  empleadores  de  sus  egresados.
Debido al rápido proceso de urbanización, la mayoría de los docentes ya es de extracción  urbana  y  no  tiene  un  adecuado  conocimiento  vivencial  de  los problemas  agrícolas  y  rurales.  Además  de  no  tener  la  referida  vivencia,  las facultades  ni  siquiera consultan a  los  empleadores  y productores  rurales para saber cuál es el perfil profesional que el mercado laboral está necesitando. La enseñanza  teórica  impartida  en  las  aulas  y  laboratorios no es complementada ni  validada  con  actividades  prácticas  en  las  fincas,  en  las comunidades  rurales,  en  las  agroindustrias  y  en  los  mercados  rurales. Las visitas  al  campo  suelen  ocurrir  recién  en  el  último  semestre  de  la  carrera, cuando  el  daño  en la  formación  de  los  estudiantes  ya  es  irremediable.  Las facultades estimulan  a  sus  docentes  para  que publiquen  artículos en  las  revistas científicas internacionales y los premian por esos "papers" para efectos de sueldos y promociones o ascensos; poco importando cuántas personas leen dichos  papers  y  cuál  es la  contribución  real  y  efectiva  que tales  escritos ofrecen a la solución de los problemas concretos y cotidianos de la gran mayoría de  los productores  rurales; olvidándose que son éstos  la  razón de ser  de  la  existencia  de  las  facultades. 
Mientras  tanto  las  actividades  de extensión universitaria que podrían acercar las facultades al conocimiento de la realidad agrícola y rural no reciben apoyo ni son consideradas para efectos de ascensos  y  premios  a  los  docentes  que  las  ejecutan  o  que  desearían ejecutarlas. Con una formación tan teórica y tan divorciada de las necesidades de  los agricultores y de  los empleadores no es de sorprender que el mercado laboral esté  rechazando a los  profesionales  que  de  ellas  egresan.  Las facultades siguen  formando  egresados para  el  desempleo  y  ello ocurre  no necesariamente porque la demanda es  insuficiente sino porque su oferta es inadecuada  a  las  reales  necesidades  de  los  demandantes  del  mundo moderno. Adicionalmente, a pesar de que en la prédica proponen el desarrollo rural  con  equidad  y  sin  exclusiones,  las  escuelas  superiores  de  agricultura priorizan y enfatizan la enseñanza de tecnologías sofisticadas y de alto costo, que benefician/interesan a un 5 o 10 % de  los agricultores de avanzada, pero desprecian  o  ignoran  las  necesidades concretas del  90  o  95  %  de  los productores  rurales  que  requieren,  en  carácter  prioritario,  de tecnologías sencillas y de bajo costo, para que sean compatibles con los escasos recursos que ellos disponen. Durante su paso por  la universidad,  los estudiantes tienen pocas oportunidades  de  desarrollar  su  ingenio  en  la  creación  de  soluciones más pragmáticas y adecuadas a  las adversas condiciones  físico-productivas y a  la  escasez  de  recursos  financieros  que  caracterizan a  los agricultores más pobres;  tampoco  tienen  la oportunidad de ejecutar con sus propias manos  las actividades más elementales y rutinarias que a diario realizan  los agricultores.
En  tales  condiciones  ¿cómo  podrán enseñar  a  los  agricultores  a  sembrar, regular  una  sembradora  o  cosechadora,  podar,  injertar,  ordeñar  una  vaca  o transformar  commodities  en  productos  procesados  de  manera  correcta,  si durante su  paso  por  la  universidad los estudiantes  no  tuvieron  la  oportunidad de sembrar,  regular  una  sembradora,  podar,  injertar,  ordeñar  y procesar/transformar commodities con eficiencia? Con tantas debilidades en la formación  de  los  egresados,  ¿cómo  esperar  que  los  servicios  de  extensión rural sean eficientes y promuevan los cambios que necesitan los agricultores y la agricultura?
Afortunadamente la corrección o eliminación de la mayoría de las ineficiencias y  distorsiones  recién  descritas depende en  gran  medida de  la  decisión  y voluntad personal de  los directores, maestros, profesores y extensionistas. Al contrario  de  lo  que  suele  afirmarse  la  corrección  de  estas distorsiones no requiere de altas decisiones políticas del  Poder Ejecutivo, del Congreso Nacional, del Ministerio de Educación, del Ministerio de Agricultura, de  las Secretarias   Provinciales/Departamentales de Educación y Agricultura o de los rectores de las universidades. Las medidas que realmente dependen de ayudas  externas podrán  ser  postergadas  para  que,  en  lo  inmediato,  los educadores puedan concentrarse en corregir lo que está al alcance de ellos. En la  página    http://www.polanlacki.com.br    están  disponibles  textos  que demuestran  lo  mucho  que  pueden  hacer  los  propios  profesores  y extensionistas para corregir estas debilidades, aunque no cuenten con recursos adicionales a los que ya están disponibles.
Esta  es  la  gran  prioridad.  Mientras  no  hagamos  estos  cambios  en  nuestro sistema de educación rural---sencillos y de bajo costo pero altamente eficaces y  de  un  enorme  efecto  multiplicador  y  emancipador----todos  los grandes proyectos  de  combate  a  la  pobreza  rural  seguirán  fracasando;  y  los gigantescos recursos en ellos aplicados seguirán siendo derrochados; tal como ha  ocurrido  y  sigue  ocurriendo  en  América  Latina  por  la  siguiente razón  de fondo: los afectados por la pobreza rural no pueden solucionar sus problemas, muchísimo  más  debido a  la  inadecuación  de  sus  conocimientos  que a  la supuesta  insuficiencia  de  sus  recursos  materiales  y  financieros.  

Así dejamos de ser analfabetas

La historia de cómo un pueblo se libró del analfabetismo y motivó a otros a querer ser los siguientes.
Por: Paola Hurtado

Antes de ser declarado libre de analfabetismo, San Cristóbal Acasaguastlán, El Progreso, era un pueblito anónimo a orillas de la carretera al Atlántico, apenas reconocible por el arco que enmarca la entrada principal e iglesia del siglo XVII. Casi siempre lo confundían con su vecino-primo San Agustín Acasaguastlán.

No es que ahora sea un municipio del que todos hablan, pero desde que su nombre quedó inscrito en los anales de la educación, el poblado no volvió a ser el mismo. Sus habitantes tampoco.

Los vecinos aún visten orgullosos las camisetas que la alcaldía mandó a hacer cuando estaban a punto de cumplir la meta. Y en la biblioteca se muestran las fotos de cómo la alcanzaron: jóvenes encumbrados en las aldeas enseñándole a leer a los ancianos. Ancianos con lupas y lámparas escribiendo en los cuadernos. Adultos frente a una pizarra redactando su nombre. El presidente Colom bajando de un helicóptero para presenciar el acto oficial de la declaratoria. Los graduados exhibiendo el diploma.

El día de la declaratoria otorgada por la UNESCO, el 18 de enero pasado, San Cristóbal Acasaguastlán fue noticia en Guatemala y en varias ciudades del mundo. El pueblo de un país con una de las tasas de analfabetismo más altas de Latinoamérica había emprendido una cruzada para enseñarle a leer a sus habitantes. Cómo lo consiguió y en cuánto tiempo es la historia que aún no se ha contado.
El Spiderman iletrado
El Hombre Araña no sabía leer. Cargaba el celular en la bolsa del pantalón pero no podía hacer llamadas: no sabía los números. El control de un televisor era una papa caliente en sus manos. También los cheques, los periódicos. Los billetes. Varias veces lo timaron con los vueltos.

Luis Alfredo Mejía Morales creció en el circo. Se hizo trapecista y payaso. También trepaba y reptaba en el escenario para imitar a Spiderman. Se le pasó la niñez entre giras y pueblos desconocidos hasta que llegó a los 23 años, sin un oficio rentable fuera de la carpa, padre de una niña y analfabeta. Instalado en San Cristóbal Acasaguastlán sólo consiguió trabajo de mandadero y pintor de brocha gorda.

Se le notan restos de pintura en las manos mientras cuenta emocionado cómo aprendió a leer en menos de 2 meses. Terminaba de trabajar a las 5:00 de la tarde y corría para llegar a sus clases, cerca del campo de fútbol. Primero aprendió a “menear bien los dedos” para maniobrar el lapicero. Después memorizó las letras. Y el día de su graduación escribió una carta. Desde entonces, ya no se entinta la huella digital para cobrar un cheque. Puede medir pulgadas con el metro. Lee los letreros de las camionetas y le envía a su novia mensajes de texto por celular. Quiere estudiar albañilería.

Luis era una de las 612 personas analfabetas en San Cristóbal, un municipio con 6 mil 944 habitantes y una tasa de analfabetismo del 13.54 por ciento.

En 2008, la alcaldesa Jeaneth Ordóñez le pidió ayuda a la Embajada de Cuba para implementar un proyecto de salud, pero salió con el ofrecimiento de apoyo para mejorar las condiciones de educación. Ella aceptó el reto. San Cristóbal emprendió un proceso acelerado de alfabetización a finales de ese año a través del método cubano “Yo sí puedo”. Este reduce a 7 semanas el proceso de alfabetización que con el método tradicional toma 8 meses.
Luis Alfredo Mejía ,“Spiderman”, y Dora Alicia López, “La cubanita”, asesora del programa “Yo sí puedo” en San Cristóbal Acasaguastlán, El Progreso.


El sistema “Yo sí puedo” se utiliza en más de 30 países y le ha enseñado a leer y a escribir a más de 3 millones y medio de personas. San Cristóbal lo implementó junto a 7 municipalidades. En octubre de 2008 los Gobiernos de Guatemala y Cuba suscribieron un convenio para que el método fuera un programa oficial acuñado por el Comité Nacional de Alfabetización (Conalfa). Actualmente se imparte en 153 municipios y ha alfabetizado a más de 65 mil personas.
“La cubanita”
Dora Alicia López llegó a San Cristóbal Acasaguastlán a finales de 2008. La cubanita, como la apodaron, tiene 52 años, es pedagoga licenciada por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño de Cuba (IPLAC). Su trabajo como asesora del “Yo sí puedo” fue enseñar y supervisar la metodología.

El método “Yo sí puedo” fue creado en 2001 por la cubana Leonela Relys. Su Gobierno le encomendó crear una cartilla de alfabetización de no más de 5 páginas que combinara letras y números y que se adaptara a la realidad del iletrado: gente adulta, que trabaja y tiene poco tiempo, acarrea frustraciones y sabe contar. El sistema, premiado en 2006 por la UNESCO, parte de lo conocido (los números) a lo desconocido (las letras) y utiliza clases audiovisuales. Consta de la cartilla, un manual y 17 videos con 65 clases. Estas duran 25 minutos cada una y deben impartirse 2 diarias, con la orientación de un facilitador.

Las clases se reciben de lunes a viernes. El programa se cubre entre 7 y 10 semanas. En Guatemala el método se imparte en castellano en 153 municipios y registra una deserción del 15 por ciento, explica Santiago Feliú, consejero político de la Embajada de Cuba. Las comunidades bilingües siguen utilizando el método convencional de Conalfa.

En San Cristóbal Acasaguastlán Dora coordinó un censo. Su equipo recorrió casa por casa y preguntó cuánta gente vivía ahí, qué edad tenían y cuántos sabían leer. Agregaron la tarea del convencimiento. Saber leer y escribir es un derecho humano, les explicaban Dora y sus colaboradores. “Y tiene una utilidad directa en cada cosa que hacen: podrán leer una receta del médico, saber qué medicina están tomando, redactarle una carta al hijo en Estados Unidos, poner una denuncia en un juzgado”.

La mayoría de vecinos aceptó ser alfabetizado. Los había iletrados puros que nunca pisaron una escuela y los que olvidaron lo aprendido. A principios de este año 535 personas habían aprendido a leer y escribir en San Cristóbal y se redujo el analfabetismo a 2.47 por ciento, una cifra por debajo del 4 por ciento que pide UNESCO para declarar a una comunidad libre de iletrados. El 0 por ciento no existe en ningún país. Hay personas con discapacidades mentales o físicas, adultos de edad avanzada que no pueden o no quieren ser alfabetizadas.

Pero siempre hay excepciones. En la aldea La Estancia de la Virgen, Simeona Marroquín, de 82 años, quiso aprender a leer a pesar de su vista cansada y de que su hija, de 60 años, desertó del programa. Debajo de la colchoneta guarda los cuadernos con trazos infantiles que poco a poco se convirtieron en letras. La máquina de coser al lado de la ventana funcionó como escritorio. El póster en la pared con el salmo 121 fue su motivación: “Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”. Fue la primera frase que leyó en su vida. 
El reto de 7 semanas
La alcaldesa Ordóñez cuenta que después de la segunda promoción de graduados, Feliú le informó que eran el municipio más cercano al 4 por ciento. “Y entonces le entramos con más ganas”, relata. La alfabetización se realizó con voluntarios: 45 facilitadores y 17 supervisores que cedieron su tiempo sin cobrar, aunque al finalizar el programa de la Municipalidad les dio un incentivo de Q300.

Dora Alicia encontró todas las condiciones propicias para que el “Yo sí puedo” diera frutos: voluntad política, la identificación de los vecinos con un bien común y el deseo de alcanzar una meta.

La municipalidad erogó Q420 mil 533 en el programa con los que se compraron hasta los anteojos para los alumnos con problemas visuales. Fue un proyecto barato y se debió, principalmente, al trabajo voluntario y a que los mismos alumnos y facilitadores ofrecieron sus casas y televisores para las clases. En viviendas muy humildes como la de Simeona, el facilitador impartió la clase en su computadora portátil. En una u otra aldea sin luz, el facilitador conectó la tele a la batería de un carro.

Cuba erradicó el analfabetismo en 1961. Cien mil cubanos alfabetizaron a 1 millón 250 mil compatriotas en 11 meses. El padrastro de Dora Alicia fue uno de los capacitadores. Sus fotos con los distintivos fueron una inspiración para ella. A los 19 años Dora fue educadora en Angola, África. Y ya casada y con 2 hijos, vino a Guatemala a imitar a su padrastro.

San Cristóbal la acogió con cariño. “Para mucha gente aquí la visita de Dora fue un estímulo. Saber que alguien vino de lejos y dejó a su familia para enseñarles a leer los hizo sentirse importantes y atendidos”, considera la alcaldesa.

Al principio, nadie creyó que se pudiera aprender a leer en 7 semanas. “Yo tenía que demostrarles que era posible, sin fraudes”, cuenta Dora. Día a día los supervisores verificaron la asistencia, retención y aprendizaje de los participantes. Nunca les llamaron iletrados o analfabetas. Siempre fueron eso, participantes. Y Dora Alicia agregó una rigurosidad. Estableció evaluaciones semanales de comprensión.

En 2007, el alcalde de Santa Catarina, Antonio Coro, se propuso ser el primer municipio del país sin analfabetas, pero San Cristóbal se le adelantó. Coro conoció este año a la cubanita. “Usted es la culpable de que yo haya quedado mal”, le alegó en broma. Erradicar el analfabetismo en Santa Catarina Pinula fue más complicado de lo que suponía. El municipio de 100 mil habitantes aún tiene que alfabetizar a 1,500 para obtener la declaratoria de UNESCO. Su porcentaje de iletrados es de 5.8 por ciento.

“Nos dio celos porque nos esforzamos mucho para ser los primeros”, admite Coro. “Pero estamos contentos de que hay otros que están tratando de ganarnos a nosotros. Se ha generado una competencia sana para mejorar el nivel de los ciudadanos”, señala.

El sábado pasado San José del Golfo (Guatemala) iba a ser declarado el segundo municipio sin analfabetas pero la tormenta ‘Agatha’ postergó el acto. Santa María Visitación, Sololá, también está en espera de su certificado, al igual que Usumatlán, Estanzuela y San Diego, (Zacapa), San Juan Tecuaco (Santa Rosa), San Gabriel (Suchitepéquez), Santa Catarina Barahona (Sacatepéquez) y San Bartolo Aguas Calientes (Totonicapán).

Diez municipios serán declarados este año libres de analfabetismo, indica Douglas Morataya, encargado de comunicación de Conalfa. A nivel nacional hay 37 municipios que ya están por debajo del 4 por ciento de analfabetismo. Su declaratoria se dará conforme realicen los estudios para confirmar las estadísticas.

Pero un municipio libre de analfabetismo puede perder el estatus si se descuida. Cada año se suman a la cifra nacional de iletrados 30 mil niños que el sistema educativo ya no admite por sobrepasar los 12 años, pero que tuvieron que esperar a cumplir 15 para que Conalfa los incorpore a sus programas, según la ley que lo rige desde 1986. Son 3 años desperdiciados para el niño. “Algo estúpido”, lo califica Morataya.

Y aquellos que sí aprendieron a leer pueden olvidarlo si no lo practican. Sólo alrededor del 65 por ciento de los egresados del “Yo sí puedo” se incorporan a la post-alfabetización impartida por Conalfa para continuar con su educación.

¿Los efectos de ser letrados? Los alfabetizados pueden acceder a empleos de mejor calidad. En Santa Cataria Pinula, en vez de abrir zanjas algunos graduados han tramitado la licencia de conducir y laboran como pilotos, relata Coro. El municipio, además, gana un vecino al que se le puede informar y dar instrucciones ante hechos cotidianos y emergencias, destaca. Santa Catarina difunde por mensajes de texto la mayoría de sus comunicados. Si su analfabetismo fuera como el de hace 10 años (20 por ciento) eso no sería factible. Cuando las letras llegan todo mejora.  

Con todo y los retos, San Cristóbal Acasaguastlán ya no es el municipio de hace un año. Ahora lo toman en serio. Varias instituciones públicas y la cooperación internacional les llevaron programas de desarrollo a partir de la declaratoria. “Es porque les demostramos que con poco podemos hacer mucho”, opina Jeaneth. La Embajada de Cuba tiene 9 alcaldías esperando la asignación de un asesor cubano como Dora Alicia. Eso es lo que más enorgullece a los vecinos de San Cristóbal: ahora todos quieren seguir sus pasos.

San Cristóbal Acasaguastlán

Municipio da ejemplo importante.
Por: Roberto Moreno Godoy

Parroquia Colonial de San Cristobal Acasaguastlán

El desarrollo de los pueblos es un reflejo de su situación educativa. Está comprobado que existe una alta correlación entre la alfabetización y el Producto Interno Bruto per cápita. Aquellas naciones cuyos índices de analfabetismo son menores logran mayor producción y generan más riqueza. En nuestro país viven más de 6 millones de adultos, de los cuales cerca de 6 millones son analfabetos. Guatemala posee una de las tasas de analfabetismo más altas del continente y cada año crece el número de personas que alimentan la estadística. Si no hacemos algo distinto, esta década se sumarán 800 mil nuevos analfabetas. En la mayoría de casos, los habitantes de las regiones y zonas más vulnerables del país son pobres y poseen baja escolaridad. De igual forma, los indicadores de las áreas rurales son los más débiles.

En los últimos días hemos estado atentos a los estragos que ocasionó la tormenta Agatha. Luego, cuando apenas estábamos reaccionando a la calamidad y comenzando a cuantificar los daños, nuestra sociedad se ha visto expuesta a una tempestad distinta, pero también de gran intensidad, provocada por la crisis que gira hoy alrededor de la CICIG y del Ministerio Público. La gran preocupación ciudadana por los efectos de la torrencial lluvia y por la frágil situación del sistema de administración de justicia hizo que una importante nota sobre San Cristóbal Acasaguastlán prácticamente pasara desapercibida.

Sin embargo, es importante rescatar la noticia, que nos debe alegrar y enorgullecer a todos. La referida localidad de El Progreso se convirtió en el primer municipio del país en ser declarado oficialmente libre de analfabetismo. Los medios de comunicación informaron sobre el esfuerzo realizado para que todos los jóvenes y adultos fueran alfabetizados. Esto es un hito importante en nuestra historia y demuestra que es posible lograr las metas educativas cuando todas las personas y sectores se comprometen con la causa y encuentran una estrategia adecuada. Varios municipios han emprendido una cruzada similar. Entre tantas alarmas y angustias, San Cristóbal Acasaguastlán ha hecho brillar una luz de esperanza en el horizonte. Debemos velar porque la misma nos ilumine con suficiente intensidad para compensar los efectos del paño negro que por otros motivos, se sitúa sobre muchos hogares guatemaltecos. La consolidación de la democracia, la calidad de vida de la población, el combate a la impunidad, nuestra capacidad de anticiparnos a las emergencias y el Estado Derecho dependen, en gran medida, del nivel educativo de la población. San Cristóbal Acasaguastlán ha dado un paso en la dirección correcta para promover el bienestar de sus habitantes. ¡Ojalá muchos municipios más sigan su ejemplo!