miércoles, 28 de abril de 2010

Nuestra identidad y nación guatemalteca

Una expresión de soberanía y pertenencia

Leímos para usted: Renato Lechuga Gestor y Planificador Territorial
Por: Edwin J. Asturias


Los suizos recién prohibieron por voto directo los minaretes, torres desde las que los musulmanes son convocados a la oración. Francia, el pueblo que dio vida al concepto moderno político y cultural de nación se ha embarcado en discutir para sí, su identidad actual.
Y nosotros, ¿qué identidad tenemos?, ¿qué es ser guatemalteco? Pocas veces como sociedad hemos hecho el ensayo de descifrar el alma del guatemalteco. Siempre nos la han dibujado. Después de la independencia, Rafael Carrera nos escindió como república quebrantando la federación en cinco provincias. Barrios en 1885, lanzó su fracasada cruzada unionista para reconvertirnos a centroamericanos.

Cinco siglos después de la colisión de los pueblos, hay pocos guatemaltecos que puedan atestar de ser indios o españoles puros. Y a pesar de ello acarreamos un hondo desconocimiento de ambas culturas que se fusionaron en esta tierra y que integran el cimiento de este pueblo. La renegación de una cultura sobre la otra ha sido una tara constante para el desarrollo de nuestra identidad. Es más, durante la guerra civil percibimos atemorizados cómo algunos paisanos nos imaginaban convirtiéndonos en rusos, cubanos o en colonos norteamericanos, sin pensar que la razón de la guerra era la fractura misma de una identidad nacional que cobijara el sueño guatemalteco.

Tal vez en lo que sí hemos confluido, es en definirnos como “chapines”. Un término en boga en diccionarios y frases que acarician nuestro orgullo. Pero ser guatemalteco es más que el azul y blanco, el tamal, la monja blanca o vestirse de cucurucho o Tz’utujil. Conlleva una expresión de soberanía, de pertenencia, en la que todos se consideran nacionales útiles. La radiografía sociológica del linaje guatemalensis debe iniciar por reconocer nuestro estilo de vida colectivo, lo que Ortega y Gasset llamara nuestra “unidad de convivencia”. Llevar la identidad hacia un verdadero concepto de nación o supranación centroamericana como lo anhela Europa implica pensar más allá de nuestros símbolos.
La
identidad se hace y se construye. Envuelve educar a cada guatemalteco en el por qué somos y podemos ser mejores, y cuál es nuestra fortaleza como agregado. Por ello los gritos de gobernantes a dividirnos en ricos y pobres, o indígenas y criollos hace muy poco por construir la identidad y por ende la nación. Reinventarnos como sociedad requiere despojarnos de ideologías esclerosantes y de oportunismos mediocres para iniciar el camino hacia la Guatemala histórica y la Gran Centroamérica y dejar de fingir que somos otros.

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