miércoles, 24 de noviembre de 2010

El porvenir de las Cooperativas de Guatemala

Es la expansión de una clase media rural...
Leímos para usted:
La Nota de Desarrollo Económico Local
Por: Gustavo Porras C. gporras@sigloxxi.com
El jueves y viernes recién pasados, la Confederación Guatemalteca de Federaciones Cooperativas R.L. (Confedecoop), celebró su Asamblea. El objetivo fue revigorizar la elaboración de una estrategia que incremente la incidencia del movimiento en la vida nacional. Con anterioridad, los cooperativistas celebraron tres asambleas que constituyen hitos en materia de estrategia: el Consenso del Morlón (1977) y los Acuerdos de la Palma (1977) y de Palopó 1994. Más allá del contenido de dichos acuerdos, lo que más destaca es la capacidad desplegada para implementarlos.
El cooperativismo, de gran desarrollo en nuestro país, se refuerza en el presente período histórico por las características del mundo que está surgiendo. La actual es una época de síntesis, determinada por el desplome de la economía centralmente planificada y la crisis económica asociada al neoliberalismo. En ese contexto, la economía social de mercado es la que tiende a imponerse, concebida como vía intermedia. ¿Cuál es su esencia? Que el desarrollo, para producirse, requiere de las dos manos: De La Mano Invisible Del Mercado Y De La Mano Del Estado.
El cooperativismo en Guatemala es el principal actor de la más promisoria tendencia que existe en nuestro país: la expansión de una clase media rural, especialmente en las áreas de predominancia maya. Hoy existen 1.3 millones de cooperativistas en los 333 municipios de Guatemala. Entre todos producen cerca de un tercio del PIB y, sumando sus actividades de ahorro y crédito con su participación en Banrural, probablemente el movimiento cooperativo sea el principal ente financiero del país.
El cooperativismo se ha hecho fuerte a través de la pequeña y mediana producción, agrícola y artesanal, superando sus cuellos de botella: esto es, crédito, tecnología y acceso a mercados. El éxito de las cooperativas demuestra, entre otras cosas, el elevado potencial emprendedor del pueblo guatemalteco. En otras palabras, que la igualdad de oportunidades sería una realidad, si hubiera un Estado que la propiciara en la práctica. La pequeña y mediana empresa, además, responden a las ventajas competitivas que la Universidad de Harvard y el Incae determinaron para Guatemala desde hace más de una década. Socialmente, dichas actividades implican el protagonismo de sectores distintos a los tradicionales, sectores que por estos medios han escapado y siguen escapando de la pobreza.
El movimiento cooperativo tiene la potencialidad de representar en los suyos los intereses generales del pueblo guatemalteco en este período histórico. Es la fuerza principal para el desarrollo de un capitalismo solidario que rompa de cuajo con el modelo oligárquico que nunca le apostó al progreso de Guatemala sino a la obtención de privilegios. El futuro del movimiento cooperativo, en cambio, está indisolublemente ligado a ese progreso, y a un modelo que combine los emprendimientos individuales o asociativos con el papel subsidiario del Estado, en el sentido que éste debe apoyar las iniciativas individuales y  sociales, tal como el diccionario define la subsidiaridad.
El cooperativismo, además, encarna la diversidad de Guatemala y las nuevas y promisorias tendencias sociales: el papel de las mujeres y el protagonismo de la población maya.
El 43% de cooperativistas son mujeres y, aunque no se tiene el dato exacto, la mayoría son mayas. El cooperativismo es un movimiento que, con toda naturalidad, puede enarbolar el programa de un capitalismo solidario, democracia participativa, convivencia intercultural, equidad de género y cuidado ambienta

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