jueves, 5 de abril de 2012


La Mala Suerte Del Pez Vela En Guatemala
La Nota De Vela ción Ambiental


CABEZAS DE PEZ VELA. Como trofeos se exponen y así mostrar la destreza que tienen los pescadores furtivos de esta especie, mientras CONAP  incólume ante su ignorancia no acciona. 


La legislación guatemalteca protege al pez vela para potenciar el turismo deportivo desde 2002. La normativa no ha logrado frenar la pesca furtiva de este animal que sobrevive a la pesca artesanal e ilegal, y se vende en los mercados capitalinos como pescado seco, disfrazado de bacalao.
Por: RODRIGO BAIRES QUEZADA rbaires@elperiodico.com.gt
Leímos para usted: La Ceiba
Consultora, Planificadora y Gestora Municipal de Guatemala
El pescador accidental
Mira la hielera vacía. Suspira. “La pesca está mala”, dijo en horas de la mañana. Lo repitió una docena de veces durante la primera hora de plática, al lado de uno de los canales que cruzan el pueblo de Puerto San José. “Mala, mala, mala”, dice de nuevo, se compone la gorra y prosigue: “Pero si cae un pez vela… se trae a tierra y se vende. Es que la pesca está muy mala, ¿entiende?”
Entender significa conocer el Decreto 80-2002, el que prohíbe la pesca de pez vela, y su reglamento. Él conoce ambos y sabe que del total del producto extraído del mar se permite hasta el 10 por ciento de vela, pescado incidentalmente. También sabe que para los pescadores “legales” ese codiciado animal no es rentable.
Hace números rápidos. Tres días y dos noches de pesca le cuestan Q12 mil. La mayor parte del dinero se va en gasolina, hielo y carnada para soportar a 140 o 150 millas náuticas mar adentro. Si la pesca está buena, los gastos se solventan y la ganancia puede llegar a Q5 mil, que se reparten el dueño y los tres tripulantes. “Es cuando sacas dorado, que se paga a Q20 o Q25 la libra; o tiburón, que siempre se vende”, dice.
Si la pesca está mala, quedan deudas. Él las anota en las páginas de un cuaderno rayado: a la izquierda, los gastos; al centro, la venta; a la derecha, el saldo final. Sus últimas cinco salidas arrojan números rojos. Y él no miente: si en una salida cae uno, dos o cinco peces velas en la línea, los suben a bordo y los vende en puerto, porque “no se puede desaprovechar lo poquito que el mar te da”.
Lo llaman pesca accidental. Él asegura que a veces no cae ningún “picudo”. Pero cuando caen, es difícil librarlos con vida de los anzuelos de 13 pulgadas, los llamados “garra de águila”. Ahí los encuentran, muertos del cansancio después de haber pasado horas luchando por cortar el cable acerado que une el anzuelo a la línea. “No le miento, en las últimas cinco salidas al mar, ni uno solo ha caído. Antes de eso, cuatro en una sola salida. Así, sin querer, y no podemos desperdiciar ese poquito”, dice.
Lo poquito es el precio de mercado del pez vela. En la época alta, de diciembre a marzo, cuando los compradores se hacen del pescado para salar y secar para la Semana Santa, la libra del vela sube hasta Q2.50. Cuando el pescado abunda en el mercado, baja a Q1. “Después de marzo no es negocio. Te la compran a Q0.75 u Q0.80. ¿Va a creer que uno quiere que pique un pez vela en esa época? ¡Si fuera por mí, solo dorado pescara!”
El pescador deportivo
Un pez vela vivo, en el mar, vale más de US$1 mil 500. Según el yate que preste sus servicios como “charter” puede alcanzar los US$2 mil 600. Los pescadores que se suben a ellos no los pescan, los “liberan”. No son simples pescadores, son deportistas, y pagan esa cantidad de dinero cada día, entre servicios de transporte, alojamiento y alimentación, por la experiencia de pelear contra un “picudo” en aguas guatemaltecas.
Justo es eso lo que promueve el Instituto Guatemalteco de Turismo (Inguat): pesca deportiva como anzuelo para turistas extranjeros. Ocupan cañas de pescar especiales y anzuelos lisos y  biodegradables. Los atraen las aguas del Pacífico guatemalteco, el destino número uno  para la liberación de pez vela a nivel mundial, según las revistas especializadas en el tema.
Los “charters” se adentran en el mar entre 40 y 100 millas náuticas, según  la época.  Ahí donde hay aves sobrevolando las manchas de sardinas, es posible encontrar algunos de estos peces, que pueden alcanzar las 250 libras de peso y velocidad de 110 kilómetros por hora. Sobre las popas de los yates, los pescadores dejan sus sedales en modo libre, mientras el bote sigue en marcha. Es la técnica básica del “troleo”.
El vela es uno de los peces más rápidos del mar. Cuando uno pica un cebo, el pescador jala su caña y el anzuelo se ensarta en la mandíbula. La “pelea” en la que se alarga y se corta el sedal hasta cansar al pez depende del peso del animal. El resto: una fotografía con la presa, destrabar el anzuelo y liberarlo. Todo en menos de cinco minutos para que el pez sufra el menor daño.
La Ley General de Pesca y Acuicultura, aprobada el 17 de diciembre de 2002 y que entró en vigor el año siguiente, es otra de las herramientas para atraer al turista a nuestras aguas. El Artículo 28 de la normativa establece que el pez vela es una especie reservada exclusivamente para la pesca deportiva.
Aun con la ley, la pesca furtiva del pez vela sigue siendo una realidad. La semana pasada, mientras unos turistas estadounidenses navegaban a 50 millas náuticas frente a Iztapa, una lancha tiburonera lanzaba líneas en una zona en las que habían peces vela. “Vimos 24 peces en la superficie, picaron 4 en nuestras líneas. Y ahí estaban ellos pescando. Los vimos meter varios en su lancha. ¿Por qué los matan?”, se pregunta un pescador deportivo.
“Los que son deportistas no tienen ninguna intención de matar al pez vela”, reitera Fraterno Díaz, director de pesca del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Alimentación (MAGA). Al que lo haga el reglamento de pesca le impone una multa de Q4 mil, la primera vez, y Q8 mil, al reincidente. Sin hacer distinciones, la misma sanción se haría acreedor un pescador furtivo. Ni un quetzal más, ni un quetzal menos.
NO EXISTE MANDATO PRÁCTICO QUE CONTROLE ESTAS PERDIDAS DE PECES VELA.

El pescador ilegal
Cinco de la mañana. Las primeras lanchas tienen pocos minutos de haber atracado en el puerto de Buena Vista, Iztapa, junto al puente. Están cargadas de dorado, sierra, raya, tiburón, sardina, camarón, pargo y quinoa. Este día la libra de dorado se compra a Q25, para revender a Q30 o Q35. El tiburón está a la baja: Q10 por libra. El resto varía según sea para filete, para freír o para caldo. El precio los fijan los intermediarios, quienes les compran a las lanchas y le venden a los mercados.
“Le tenemos de todo, bien fresquito y a mejor precio que en la capital”, ofrece una señora de arrugas marcadas. No miente, tiene de todo, hasta una bolsa de 25 libras de pez vela listo para empanizar. Lo ofrece, abiertamente, pese a la prohibición de su pesca y venta.
Así, nueve años después de haber entrado en vigor la prohibición, algunos pescadores furtivos siguen llevando pez vela a puerto. En Iztapa y el Puerto San José, la gente habla de que hay lanchas que se meten con trasmallos a menos de 60 millas náuticas de la costa a pescar puro pez vela. “Tirás el trasmallo donde ves velas y los cercas; amarras por abajo y por arriba; y con paciencia subís 20 o 30 ‘picudos’”, relata un pescador. Si no, tiran líneas con sardinas como cebo en zonas de pez vela. La pesca es segura.
Si hay muchos operativos en la zona, cortan en alta mar las cabezas, aletas dorsales y colas y las lanzan por la borda. Cuando tocan tierra, encallan a un lado del canal y trasladan los troncos de los pescados en picops a los puntos de venta. Todo se hace bajo la ley del silencio: todo el mundo lo sabe, nadie habla de ello.
CARNE. El valor del pez vela para un pescador artesanal en la mejor época no supera los Q2.5 por libra puesto en puerto. En la costa se encuentra en filetes para empanizar por Q13 por libra. En el mercado nacional, seco y salado, su valor aumenta a Q30 por libra.

El resto es una operación matemática: menos millas recorridas, menos gasolina; más peces vela, aunque su carne esté a bajo precio, más dinero. Así sí tiene cuenta la pesca: 25 peces de 200 libras, Q12 mil 500, fácil. Ya raleado, se vende a Q13 en el puerto. Seco y bajo una viñeta de “bacalao”, en la capital alcanza los Q30 o más.
Durante las últimas semanas la pesca ilegal del pez vela ha estado en los medios de comunicación y hubo algunos operativos. Son operaciones más mediáticas, con periodistas y titulares de instituciones, que efectivas. “Ni saben distinguir entre un pescado y otro. Aquí les decimos (a los que realizan operativos en tierra) que es raya o atún, hasta anguila les decimos que es y se lo creen”, dice entre risas un pescador. 
Esta mañana hay cinco troncos de pez vela bajo unos sacos en la palangana de un picop gris. Ahí, frente a todos, un hombre ralea la carne magra y fibrosa de uno de ellos. Nadie dice nada. “Es que aquí no nos gustan los metidos”, dice, sonríe de medio lado y señala con la punta de su cuchillo: “Entonces, ¿va a querer o no?” Es hora de dejar de fotografiar y marcharse.