domingo, 29 de agosto de 2010

¿Has visto un muerto?

¿Has visto un muerto?

No un muerto cualquiera, más bien un “matado”, uno de los 17 asesinatos que se cometen a diario en Guatemala. ¿Lo has visto? Cuando yace en el suelo, apenas tapado por nailon o en la camilla de los bomberos. La pregunta la responden niños de tercero a quinto primaria de escuelas de zonas rojas.
Por: Marta Sandoval msandoval@elperiodico.com.gt

“La sangre le salía por aquí”, explica María, mientras se toca la yugular, “sí, cuando les dan ahí sale la sangre como en chorrito”, interrumpe Daniela, y los demás asienten con la cabeza, casi todos saben cómo sale la sangre por un agujero de bala, cómo se va derramando la vida poco a poco, hasta extinguirse. Lo saben porque lo han visto y no en la televisión.
“Cuando les puyan la panza luego se les mancha toda la ropa, yo una vez vi uno que llevaba una camisa blanca y en un ratito ya era roja”, comenta Carlos mientras lanza una pelota contra el suelo. La conversación tiene lugar en un aula de 5to. primaria de la escuela Niñas Guías de Noruega, en Mixco, y quienes conversan no tienen más de 11 años. Son niños.
Niños que viven demasiado cerca de la muerte, que ya saben a qué huele, y a quienes ya no se les eriza la piel cuando, en su paso hacia clases, encuentran un corro de gente viendo un cadáver. Lejos de asustarse, se abren paso entre los curiosos, y descubren un espectáculo que otros niños sólo verían en el cine.

Visité varias escuelas en áreas rojas para preguntarles a los niños qué sentían ante la violencia. Antes de cuestionarlos, les aseguré que no pretendía investigar ningún crimen y que no debían decirme si conocían a los victimarios, que mi intención no era hallar culpables, sino saber cómo crecían los niños en la Guatemala del año 2010. De 170 niños cuestionados 134 dijeron que sí, que habían visto un muerto y no sólo uno, varios, y lo que asusta más: habían presenciado sus muertes. En las escuelas primarias de la colonia Carolingia, el Milagro y la aldea Sacoj, casi todos los alumnos tienen una historia de violencia qué contar.

¿Qué pasa con estos niños?, ¿cuáles son los daños psicológicos que sufren?, ¿qué va a pasar con ellos en el futuro?

“La exposición a la violencia, por el medio que sea, tiene un impacto en salud mental y en la conducta de las personas en general, pero particularmente en los niños”, explica Marco Garavito, de la Liga por la Higiene Mental. “Ese es un hecho que no necesita investigarse, está suficientemente evidenciado”.

“En la medida en que uno se acostumbra a la violencia, la reproduce. Llegan a considerar que es algo normal, algo natural. Es tan común que se va entendiendo que es parte de la naturaleza humana y de la vida y entonces hay un proceso de reproducción de la violencia. Creo que eso queda completamente claro al ver cómo el ejercicio de la violencia se ha multiplicado en este país. Y atrás de ese acostumbrarse se va gestando un proceso de deshumanización”, comenta Garavito. En marzo de 2009, un grupo de menores recluidos en el correccional Los gorriones, asesinó a su profesor de inglés. Le arrancaron el corazón y después bailaron. Es evidente que estaban completamente deshumanizados.
Tras la cinta amarilla
Han asesinado a un taxista. Su cuerpo quedó tendido en la calle a unos pasos de su vehículo. La Policía ya acordonó la zona con una cinta amarilla que dice “escena del crimen”. La gente se agrupa alrededor, la detiene ese pedazo de plástico, pero hay dos niños pequeños que pasan perfectamente por debajo, la cinta no les impide acercarse. Y no dudan en entrar y agacharse para ver bajo la lona que le lanzaron con descuido al cuerpo. La escena es “normal”, siempre que hay un muerto hay niños curiosos cerca.

Les pregunté a los niños qué hacían cuando veían que había un muerto en la calle. La mayoría, 129 niños, dijo que se acercaban a verlo. ¿Por qué se acercan?, cuestioné, y una niña saltó a darme la respuesta: “para ver que no sea mi papá”.
Los demás estuvieron de acuerdo, su principal intención es cerciorarse de que el fallecido no sea uno de sus padres o sus hermanos. Porque ellos ya saben que el próximo puede ser cualquiera, incluyendo a las personas que más aman.

“Llega la Policía y pone el cordón amarillo para proteger la escena de crimen, pero no para proteger al ciudadano”, lamenta Garavito. “El cordón lo ponen a metro y medio del cadáver, ¿por qué no a 30 metros?, porque no tienen la concepción de proteger a las personas. Hay mecanismos tan simples que se pueden usar para no verse tan expuesto al tema de la violencia”, agrega. En Londres, por ejemplo, la Policía clausura la cuadra entera donde se cometió el crimen, de modo que nadie, por más que alargue el cuello, podrá ver el cadáver. Sólo pasan los familiares o los detectives. ¿Se hace tráfico? Sí, seguro, pero nadie va a sufrir un trauma  por pasar unas horas en un atolladero de carros. Por ver un cadáver, puede que sí.

“Los patojos que están tras el cordón amarillo viendo el muerto, se han deshumanizado y eso va a traerles consecuencias”, explica Garavito.

Una de las maestras suelta en llanto mientras habla del miedo con que viven sus alumnos. Está preocupada porque teme que los pequeños que hoy están en su clase, mañana le pidan la extorsión. “¿Qué vamos a hacer para salvar a nuestros niños?”, pregunta mientras busca en su bolsillo un pañuelo, ¿qué vamos a hacer? Repite y no encuentra la respuesta.

“Hay que entender que el fenómeno de la violencia sólo se va resolver generacionalmente”, piensa Garavito. “Aquí no es porque venga un político que diga que en cien días acabó la violencia, o el 14 a las 14. Hay que tener la concepción de que el tema es generacional y hay que hacer una gran inversión en las nuevas generaciones porque es ahí donde se puede romper el ciclo”. La Liga Guatemalteca de Higiene Mental ha desarrollado varias campañas con niños para sensibilizarlos ante la violencia. Bajo el lema “nadie nace violento” les han hecho ver a los menores que la violencia es una elección y no una obligación.

Cuando se les pregunta a los niños si la violencia es normal, la clase de quinto primaria responde a coro que sí. “Es normal porque pasa todos los días”, dicen un niño y ninguno de sus compañeros les objeta. Se quedan un rato en silencio hasta que una niña, tímida al final del salón levanta la mano. Le cuesta hablar y evade las miradas de sus compañeros, por fin suelta: “que sea normal no quiere decir que sea bueno”. Un profundo silencio invade la clase, se han quedado pensándolo.

Pero no sólo los niños que viven en zona roja están en riesgo. “Todos los niños en nuestro país están expuestos a vivir la violencia” comenta Sara Pereira, psicóloga especialista en niños, “desde los medios de comunicación que lo muestran, hasta los comentarios que escuchan en su círculo, que si a alguien le robaron el celular, que si mataron a alguien. Eso hace que el efecto traumático aumente en nuestra población. Yo he recibido muchos casos de niños con efectos traumáticos porque a sus papás los han asaltado o porque algún familiar ha sido afectado. El niño puede llegar a sentir mucha ansiedad y mucha angustia al percibir que la violencia se puede acercar a su familia. Eso va generando muchísimos temores y puede presentar síntomas como pesadillas, bajo rendimiento escolar o decaimiento”. Pereira recuerda un caso que atendió, un pequeño que presenció cómo en un semáforo un hombre en moto le ponía una pistola en la sien a su padre. El asaltante se fue luego de que le entregaran el teléfono celular, pero el niño no pudo dormir bien por mucho tiempo. Apenas se recuperaba cuando asesinaron a un hombre en el centro comercial donde paseaba con su familia.
La familia, único escape
Como la abuela estaba de visita en casa decidieron ir a comprar un pastel. Lady se emocionó con la idea, buscó un suéter y salió acompañada de su tía, su abuela y su hermano menor, rumbo a la pastelería. Compraron un pastel de chocolate y volvieron a casa contando chistes.

De regreso vieron a un hombre bebiendo atol, estaba sentado en la acera, con la espalda recostada en la pared y las piernas extendidas, impidiéndoles el paso. “Debe estar bolo”, les dijo la abuela y decidieron pasar por delante. Fue justo en ese instante cuando una moto aceleró, no la vieron venir, sólo sintieron el sonido de las balas taladrando sus oídos. La abuela le dio un empujón a Lady que rodó calle abajo, y la tía se lanzó encima del niño. Fueron segundos de confusión, el hombre que estaba tomando el atol terminó baleado. La abuela tenía sangre en el brazo, y la tía en un hombro. Las habían rozado las balas. Cuando Lady se levantó, vio el pastel de chocolate destrozado en el pavimento. Su abuela le gritó que levantara a su hermano y corriera a casa. Llegó empapada en llanto a pedirle a su papá que llamara una ambulancia.
No entendía cómo un momento de alegría con la familia terminó tan mal.

Desde entonces Lady no puede dormir bien. Se despierta por las noches y siente su cabeza hervir. Despierta a su madre y le dice que tiene miedo, la mamá sólo la abraza, es lo único que puede hacer. A sus nueve años Lady tiene miedo de salir de casa, de que su mamá salga y de que su padre vaya a trabajar. Su abuela y su tía están bien, fue un susto, pero Lady no deja de pensar en que estuvieron muy cerca de la muerte.

“Los niños en Guatemala perciben la muerte como un evento traumático que depende de otros, que no depende ni de la naturaleza ni de la vida, sino de otros”, explica el psiquiatra Rodolfo Kepfer. “Eso crea una cultura de tanatofobia, que maneja una fobia a la muerte. Se crea la idea de que la muerte está por todos lados, pero que yo también la puedo contrarrestar con medios violentos. Primero lo hacen por medio de la fantasía o de los juegos violentos. Pero un infante de 7 u 8 años, que empieza a despertar tendencias agresivas, las experimenta como algo que sólo puede manejarse con la muerte”, agrega.

Muchos de los niños entrevistados contaron que la muerte les daba miedo, que oír disparos les producía terror. Y ese miedo se puede contrarrestar al sentir que son ellos quienes deciden quién muere, el miedo también se puede enfrentar empuñando una pistola y ese es un riesgo muy grande para la sociedad. Garavito recuerda a una madre confesarle que fue ella misma la que aconsejó a su hijo para que se metiera en una mara, el miedo de que lo mataran la impulsó a hacerlo. “Yo no lo podía encerrar bajo llave y si no se metía a la mara me lo iban a matar”, se justificó.

Lady estudia en una escuela de la colonia El Milagro y no es la única de su clase que sufrió un evento traumático antes de cumplir los diez años. “Yo no tengo miedo cuando miro un muerto porque ya he visto muchos”, dice uno de sus compañeros, “yo una vez vi un descuartizado” dice otro de los alumnos y los demás se ríen; él se lo toma a la ligera.

“Los primeros muertos o hechos de violencia le van a impactar, pero uno no puede vivir permanentemente impactado porque se enfermaría, por eso se crea un mecanismo de defensa que es el acostumbramiento”, explica Garavito. “Hay una anestesia emocional, nos acostumbramos a vivir en esa situación de violencia donde ya no nos afectan muchas cosas que pasan. Los niños también se van acostumbrando y es peligroso que crean que eso es normal. Por eso es importante hacerle ver a nuestros hijos que esto no es normal, que no es sano y que va en contra de la naturaleza humana”, aconseja Sara Pereira.

En la escuela Niñas Guías de Noruega, muchos de los alumnos recuerdan un trágico día de feria. Uno de ellos, un pequeño morenito y regordete relata que estaba arriba de la noria y desde allí logró ver todo lo que pasaba, como lo hubiera visto un pájaro. Tres sujetos entraron con la pistola en la mano y dieron con el hombre que buscaban. La víctima llevaba a uno de sus hijos en brazos y cuando los vio sólo atinó a lanzar lejos al pequeño, para que no recibiera las balas. Abajo estaba Laura con sus papás, haciendo cola para subir a los carros chocones; cuando sonó la primera bala la mamá empujó a Laura bajo una tarima y desde allí lo vieron todo. Los demás niños cuentan que llegaron cuando ya el hombre estaba en el suelo, justo para ver a los hijos y a la esposa ahogarse en llanto.

En las demás escuelas sucede más o menos lo mismo. Niños que se aglutinan a describir cómo quedó un cadáver, o los balazos que sonaron anoche. Me acompaña la supervisora del Ministerio de Educación, y me advierte que llegaremos a Sacoj Chiquito, una aldea en jurisdicción de Mixco, “aquí es lo más duro, lo más violento”, confiesa, me cuentan que en lo que va del año ya han asesinado a tres de los alumnos, uno de ellos de tercero primaria.

Llegamos a una escuela ubicada en una pequeña colina. Personajes de Disney decoran las paredes y una cancha de baloncesto sirve también como patio de recreo. Subimos al aula de cuarto primaria, donde uno de los pupitres está vacío:
hace 20 días mataron al alumno que lo ocupaba. Los niños están tranquilos, leyendo en perfecto orden. Les explico quién soy y por qué estoy allí y luego lanzo la pregunta. ¿Alguna vez han visto un muerto? No responden. Nadie quiere hablar.

“A más violencia más inhibición. A más violencia más angustia interiorizada. A más violencia más shock y silencio”, dice Kepfer. “Lo que no se habla se vuelve síntoma”, comenta Garavito.  

¿Cómo va a sobrevivir una sociedad si sus niños están totalmente expuestos a la violencia? “En lugares donde ha habido guerras, bombardeos y gran cantidad de muertos, no podemos decir que a lo largo de los años no han progresado. Han generado mecanismos para hacerlo”, explica Kepfer. “En Inglaterra durante la guerra se demostró que los niños que estaban con sus familias soportaban mejor los traumatismos y se enfermaban menos, mientras que los que eran separados se enfermaban más emocionalmente”.

“Un niño que tenga una familia unida y con valores va a replicar mucho menos la violencia que vea afuera”, comenta Pereira. “Si el niño crece en una familia donde no lo cuidan y no lo respetan, donde hay violencia, o donde los hijos crecen solos a merced de los amigos, obviamente están en alto riesgo de caer en conductas delincuenciales”.

La única salida es la familia. Si la familia no comparte los esquemas de violencia habrá esperanza, pero si los hermanos o los padres también delinquen, el riesgo es demasiado alto. “Los niños aprenden los valores en la casa y es allí donde deben aprender el respeto por la vida. La violencia que ven fuera podría ser una fuente de aprendizaje para los hijos, si los papás lo aprovechan para mostrarles que esas son cosas que están fuera de los valores de su familia”, comenta Pereira.

“Lo que determina a una sociedad, el pronóstico de estabilidad o de perjuicio, va a ser cómo la sociedad va restituyendo los duelos, los va reparando. Lamentablemente aquí ya tenemos una mala experiencia. De la firma de la paz para acá no hemos superado el duelo, no lo hemos enfrentado”, opina Kepfer.

A Lady le da mucho miedo que la próxima vez que haya una balacera su abuela se muera, o que un hombre apuñale a su padre para hacerse con su celular. Pero tiene que ser fuerte y aguantar. Tratar de no pensar en eso y levantarse por la mañana para ir a la escuela contenta, eso sí, nunca se olvida de vigilar bien el camino, de cerciorarse de que nadie la sigue, de que no haya motos cerca, de que los mareros no estén en la calle. Cuando llega a clases ya está exhausta. 
Demasiadas tribulaciones para una niña de nueve años. La pregunta de la maestra me ronda por la cabeza sin parar, “¿qué vamos a hacer para salvar a nuestros niños?”.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20100829/domingo/172382/

La Entrevista.

“Somos un manto de hipocresía”
Se ha caracterizado por su irreverente periodismo y agudo análisis político

POR MARCELA MARROQUÍN CABRERA


Resumen de entrevista realizada al Licenciado Estuardo Zapeta, publicado en Revista D, Sección D Frente. 29-08-2010. Prensa Libre.
Estuardo Zapeta no sabe lo que es la timidez; ni de chiste la ha experimentado, “tal vez temido, pero no tímido”, dice, entre risas. 
A esto agrega que lo importante es entender que las ideas son poderosas y tienen consecuencias. “Soy directo; las cosas no me las guardo. Soy Irreverente, con i mayúscula. Vivo retando al pensamiento convencional todo el tiempo”, dice. 
Afirma que le gusta todo rápido, y por eso disfruta del estilo de vida urbano y asegura que las ciudades son una de las creaciones más grandes del homo sapiens. “La vida en el campo es muy linda, pero para un solo día. Aquí en la ciudad hay buena vibra, comodidades y esto también incluye problemas; además, los seres humanos tendemos a la urbanidad, no a la ruralidad; ese es un hecho antropológico”, expresa. 
Es el más pequeño de cinco hermanos, de los cuales han fallecido dos.  Es licenciado en Comunicación, tiene una maestría en Antropología, estudios sobre derecho consuetudinario y actualmente está por obtener el título de doctor en Métodos de Investigación Social. 

Ser periodista en Guatemala es difícil. ¿Usted qué opina?
Es un privilegio, y no creo que sea difícil ejercerlo como en cualquier parte del mundo. Desde los regímenes más complicados como Corea del Norte y Venezuela, o en México, que ha estado bajo ataque el periodismo. 
Lo difícil es aceptar las consecuencias de las acciones como periodista, los costos y que esté dispuesto a llevar las cargas y los compromisos que las ideas que uno dice lo ponen frente al público. 
Desde hace mucho tiempo he recibido una serie de amenazas que van desde recibir coronas de flores con mi nombre, llamadas telefónicas a mi casa, avisando que morí. Pero eso ha variado; ahora son cuestiones más directas y me dicen al teléfono: “Te voy a matar”. 
Como periodista, creo que cuando los enemigos ladran, en la realidad no muerden. He tenido que salir del país dos veces, por amenazas, pero luego aprendí que en realidad los enemigos de la libertad de expresión lo que quieren es que baile con ellos y juegue con ellos. 
Tenemos que empezar a no darles espacio. Al final uno aprende que si me van a hacer daño no me van a avisar. Tal vez uno está más seguro cuando ladran, porque más o menos sabe de dónde vienen. En esta profesión lo correcto es ser sincero y decir lo que está en el corazón y lo que está pasando en Guatemala.

¿Cómo complementa el periodismo con la Antropología Social? 
Creo que es al revés: la antropología la complemento con el periodismo. Siempre he dicho que me encanta ver el lado oscuro de la luna. Soy etnólogo; es decir, antropólogo cultural, y aunque he estudiado otros países y otras culturas, me quedo con la guatemalteca, porque nuestra cultura es fascinante. Yo la llamo de extremos, porque por un lado está quemada, y por otro, cruda. Esto se traduce en que o somos muy pasivos, que no hacemos nada y nos aguantamos, o somos muy violentos y hacemos bochinches y linchamientos.

¿Antropológicamente, cómo define a la sociedad guatemalteca? 
Somos un manto de hipocresía, y esto tiene que ver con la religión; por debajo está pasando de todo.
El sexo, ¡Dios guarde!, es un tema difícil para mucha gente, y yo lo hablo abiertamente en la radio, en el programa Zapeta sin tabús.
Mire, tenemos 2.6 de tasa de crecimiento demográfico, y eso es altísimo. O sea que nuestros encuentros sexuales no solamente son frecuentes, sino muy productivos. 
Por otro lado, hay una fanfarronería en esta extraña cultura que lucha por aparentar; se ve en las familias, en la iglesia, en los clubes y en universidades. 
Tenemos una cultura aspiracional, siempre estamos aspirando algo sin tener logros. Los narcos se volvieron aspiracionales y los vemos todas las noches en horario estelar; los televidentes se sientan a ver Las muñecas de la mafia, Sin tetas no hay paraíso, El cartel de los sapos, y estas son historias que disfrutan en su hogar, pero a la mañana siguiente todos están a favor de la lucha contra el narcotráfico, se escandalizan y lo condenan. Esos son los planos que como antropólogo me encanta ver.
Lo increíble de esto es que todas estas historias de narcos las ven desde niños hasta ancianos, y no solo en Guatemala, sino en toda Latinoamérica, y el mensaje es que la riqueza es de fácil acceso, y viene acompañada de mujeres bellas y buenos carros, estando fuera de la legalidad, y que las autoridades son comprables. Los metamensajes son espantosos.

¿Cómo fue su experiencia en la autogestión comunitaria? 
Lo más fuerte y competente en lo que he estado involucrado fue el Programa Nacional de Autogestión para el Desarrollo Educativo (Pronade), que desafortunadamente este gobierno cerró, con acuerdo entre los sindicatos.
Fue la inspiración de varios programas como Educo, de El Salvador, pero desafortunadamente no fue apoyado por todos los políticos. 
Mi trabajo fue formar los comités educativos coeducas; estaba en la gerencia comunitaria. Esto fue en 1996 y 1997. 
Luego, en el 98, fui gerente del Fondo de Inversión Social, y a raíz de eso te puedo decir que estoy convencido de que la organización comunitaria es la verdadera paz. No vamos a alcanzar ni auditoría ni vigilancia social si la comunidad no está organizada. Creo que este es un mal de antropólogo, porque si la comunidad se organiza, tiene logros como el mercado, agua potable, la escuela, el centro de acopio, la luz.
Usted afirma que está orgulloso de sus raíces. ¿Se ha sentido discriminado por esto? 
Nunca he tenido problema, y lo digo porque esa es mi realidad. Creo más en la capacidad que en la etnicidad, porque la etnicidad es algo privado e individual. 
Una de mis críticas precisamente a todos los denominados líderes del movimiento indígena es que ellos descubrieron etnicidad y ahora la utilizan para hacer dinero, y esa es una retahíla de vividores. En mi casa nunca me enseñaron a aprovecharme de mis raíces indígenas, porque eso es personal. 
Lo que nos puede sacar adelante es nuestra capacidad de prepararnos y de competir. Para aquellos que andan encima con el síndrome indígena de “yo pobrecito 500 años de opresión y explotación”, para mí eso es una huevonería. ¿Cómo se acaban los 500 años de explotación y la opresión?, pues trabajando, sudando, siendo productivo. 
Pero para esos indígenas es negocio estarse quejando todo el tiempo, y lo más fácil es extender la mano a la cooperación internacional y recibir dinero por eso. 
No entro en ese juego, porque no me gusta y es un mal que debe erradicarse de Guatemala.
La etnicidad no es un negocio; debe ser un orgullo que no me hace mejor ni peor. Como dice el chiste, soy indígena, pero no baboso, porque las personas asocian y lo encuadran a uno. Hay quienes no creen que yo hablo perfectamente inglés; no les cabe en la mente. 
Cuando crecimos nos pegaban si hablábamos kaqchikel; nos decían: “No hables lengua porque te vas a quedar bruto, igual que nosotros”. Eso lo interioriza uno ya cuando es grande. Mis papás sufrieron algún nivel de discriminación por eso. Mi ser indígena no me quita ni me pone, y jamás lo voy a usar para obtener una ventaja monetaria. Mi objetivo es la construcción de Guatemala. La etnicidad nos divide. Mi paradoja es: si dicen que el Estado es explotador y racista, ¿por qué después van al Estado y piden pisto y que les reconozcan sus derechos como indígenas? Esa es una inconsistencia. 
Ese es un jueguito de mantener tibia el agua; es muy beneficioso y jugoso, porque están detrás de proyecto tras proyecto, y la cooperación internacional ha sido cómplice y ha desresponsabilizado a muchos guatemaltecos, y creo que sí va a llegar un punto en que toquemos fondo, pero debemos ser nosotros, sin ayuda de alguien más. No hemos tenido los huevos de decir ‘esto lo arreglamos nosotros, sin el apoyo de entidades internacionales’. Pero a estos grupos o a las ONG les conviene que se mantenga ese nivel de crisis, porque la crisis es un negocio. Ahí es cuando la crisis y la pobreza se convierten en discurso, el discurso se convierte en proyecto y este en euros y dólares. 
¿Cuál es la contribución de Estuardo Zapeta a Guatemala?
Haber demostrado que sí es posible llevar cobertura educativa a todo el país de manera eficiente y eficaz. Principalmente poniendo énfasis en niñas indígenas y rurales, y esta fue cobertura nacional. Otro es la posibilidad de decir públicamente lo que pienso y lo que siento, y estar dispuesto a pagar los costos de eso. 
Debo reconocer que fui antimilitar. Durante algún tiempo creí que la familia que murió durante la guerra había sido culpa del Ejército. Tengo suficientes artículos que he escrito y evidencia para demostrar que así pensaba, pero la vida le demuestra a uno que estuve equivocado, y mi sencilla contribución es decir me equivoqué, y tener los suficientes pantalones de aceptarlo y enmendarlo, porque de corazón lo reconozco.
Al punto de que ahora le tengo aprecio al Ejército y soy instructor en el Comando Superior de Educación del Ejército de Guatemala; le doy clase a los oficiales, tenientes coroneles y coroneles. Otra contribución, aunque muy silenciosa, es mi trabajo como voluntario en Hábitat para la Humanidad y trabajar para que muchas familias guatemaltecas tengan un techo; ya llevamos 50 mil hogares.

http://servicios.prensalibre.com/pl/domingo/frente.shtml

miércoles, 25 de agosto de 2010

Aporte a Municipalidades de Guatemala

Leímos para usted: Renato Lechuga
Por: Juan Francisco Reyes López
jfrlguate@yahoo.com
La base de la pirámide democrática son los municipios, por ello la ciudadanía debe tener sumo cuidado y responsabilidad en su elección.
Durante muchos años se discutió sobre la necesidad de descentralizar los recursos y que las municipalidades pudieran contar con ingresos suficientes, tanto propios como derivados de la recaudación nacional.
No fue sino hasta que entrara en vigor la actual Constitución, en 1985, que en la misma, artículos 255 y 257, se previó que las corporaciones municipales deberían de procurar el fortalecimiento económico de sus respectivos municipios a efecto de poder realizar las obras y prestar los servicios que les eran necesarios. Para ser viable esto, se estableció que el Organismo Ejecutivo incluía anualmente en el Presupuesto General de Ingresos Ordinarios del Estado un 7% del mismo, destinado a las municipalidades del país, porcentaje que fue incrementado al 10% en la reforma constitucional de 1994.

Sobre el aporte indicado, la Constitución establece que por lo menos un 90% será destinado para programas y proyectos de educación, salud preventiva, obras de infraestructura y servicios públicos que mejoren la calidad de vida de los habitantes. El 10% restante podrá utilizarse para financiar gastos de funcionamiento.
Al no prever la Constitución el mecanismo exacto de cómo dividir entre la totalidad de municipios ese aporte constitucional, ni tampoco prever la división y distribución que de los diferentes impuestos, que también se otorgan en parte de ingresos adicionales a los municipios, como el IVA-Paz, Impuesto de Circulación y otros, fue en el Código Municipal donde se normó los criterios de distribución para esa asignación constitucional y demás recursos financieros.
Lamentablemente los alcaldes y miembros de las corporaciones municipales que se han elegido en los diferentes municipios, no todos actúan correctamente y como consecuencia de ello, ha habido alcaldes y corporaciones municipales que han desvirtuado el uso o manipulado la información, buscando y logrando que se les asigne un mayor porcentaje del que hubieran recibido si hubieran entregado datos fidedignos y no adulterados sobre su municipio, desvirtuando el cálculo de distribución de los recursos indicados.
Todo ello ha implicado que cada día más fuera urgente y necesario hacer una enmienda a los artículos correspondientes sobre el tema en el Código Municipal, hecho que recientemente se produjo a través de la reforma al Código Municipal que el Congreso aprobara y se publicara el 15 de junio de 2010, con la sanción correspondiente del presidente de la República y del Ministro de Gobernación, en el diario oficial. Ello ha venido a producir las acciones y reacciones de algunos alcaldes, quienes han sindicado que otros alcaldes, a través de la Asociación Nacional de Municipalidades, han actuado improcedentemente para salir con mejores aportes en detrimento de otros.
Diferentes medios y periodistas han informado al respecto, aunque ninguno ha hecho un análisis de cuál es el fondo del asunto, ni a quiénes les puede corresponder la razón en lo que unos y otros expresan. Ha habido medios que al tema le han dado su portada y una de sus principales páginas, en cuya nota informativa han dicho: "alcaldes de 310 municipios reportan recortes hasta del 75% en su presupuesto, luego de haber recibido la segunda asignación del aporte constitucional". Sin embargo, en el recuadro donde específicamente han señalado a las 16 alcaldías más afectadas, la diferencia escasamente llega al 12%. ¿Qué pasa, cuál es el fondo y la verdad?
II
En general los guatemaltecos apoyamos la descentralización, todos quisiéramos que en los municipios existieran calles limpias y asfaltadas, buen alumbrado público, abundante y suficiente agua potable, sistema de drenajes eficiente y seguro, mercados limpios, ventilados y organizados, manejo adecuado y rentable de los desechos o basura. También quisiéramos que se cumpliera estrictamente con la inversión y distribución que la Constitución de la República señala: 90% en obras y como máximo el 10% en gastos de funcionamiento del aporte constitucional.
Acaso puede decirse que en todas y cada una de las municipalidades se está cumpliendo con esos fines y con esas obligaciones o por el contrario hay mala administración e incumplimiento de la Constitución y del Código Municipal.
¿Puede afirmarse que la Contraloría General de Cuentas audita y comprueba que el aporte constitucional y demás aportes provenientes de los impuestos que recauda el Gobierno central y se trasladan a las municipalidades, está correctamente distribuido o hay alcaldes y comunas que han desvirtuado la información para recibir más recursos?

El monto a distribuir es uno sólo, lo que no debe suceder es que alguien manipule y divida de forma ilícita la cantidad.
También no puede continuarse sin fiscalizar que ese aporte multimillonario de impuestos se use e invierta de forma distinta a la que la Constitución establece. Ningún alcalde, ninguna corporación municipal debe de incurrir en abuso, en el aumento de la burocracia a costillas de la obra pública. Ninguna corporación municipal o alcalde, como lo hizo por ejemplo Óscar Berger en su gestión municipal, debe pignorar los ingresos provenientes de los aportes constitucionales y del Gobierno central más allá de su mandato, tampoco se debe recurrir a préstamos que no pueda la municipalidad pagar.
Los ciudadanos de diferentes municipios saben que se han construido elefantes blancos y que por ello existen mercados y otras obras municipales que no se han concluido o que a pesar de estar terminadas no se utilizan por sus múltiples defectos. El Gobierno central, el Ministerio de Salud, ha comprobado que a pesar de los recursos que se entregan, no hay agua potable en numerosos municipios.
"El cisma" que la prensa señala se está produciendo dentro del seno de la Asociación Nacional de Municipalidades -ANAM- debe ser el motivo para que el Ejecutivo, el Legislativo, la Contraloría General de la Nación y la sociedad civil velen para que los aportes constitucionales y demás provenientes de los impuestos se entreguen correctamente, que ningún alcalde o corporación municipal desvirtúe los datos que proporcionan, que estos datos sean entregados mediante declaración jurada para que así haya mayor responsabilidad legal.
El Congreso debe velar, a través de su Comisión de Asuntos Municipales, que se cumpla con el mandato constitucional en el uso y porcentaje de inversión de los recursos que se entregan a las municipalidades porque al hacerlo estará velando por el bien común y el cumplimiento de la ley en todos y cada uno de los municipios.
La Contraloría General de Cuentas debe organizarse para que haya una delegación en cada municipio, que compruebe el respeto y el uso de los impuestos que se les entregan. Todo por el bien común y el desarrollo municipal.

jueves, 19 de agosto de 2010

¿Qué haría yo si volviese a ser un extensionista?

Por: Polan Lacki.   




Cuando cumplí 40 años de ejercicio como ingeniero agrónomo extensionista he decidido celebrarlo con la siguiente reflexión: qué haría yo, si después de cuatro décadas, tuviese que empezar todo, otra vez. Si ello ocurriese yo no le echaría a los demás la culpa por los problemas de los agricultores, no pediría que los demás solucionen sus problemas, no solicitaría que los gobiernos otorguen más créditos o subsidios a nuestros productores rurales, tampoco reivindicaría que los países ricos dejasen de concederlos a sus privilegiados agricultores. Adoptaría tal actitud por estar convencido de que, seguir haciendo estos planteamientos estériles significaría perder tiempo; y por entender que existen cosas muchísimo más constructivas que un extensionista puede y debe hacer. En reemplazo a todo lo anterior yo trataría de desarrollar las capacidades y competencias de las familias rurales para que ellas mismas puedan resolver sus problemas, sin necesitar de ayudas externas. Con tal fin haría algo tan sencillo como lo siguiente:

1. Invitaría a los agricultores a un diálogo franco y realista en el cual les diría, sin rodeos ni medias palabras, lo siguiente: no pierdan tiempo esperando que los gobiernos, actuales o futuros, vayan a solucionar sus problemas, pues tal posibilidad es extremamente remota; no necesariamente porque los gobernantes no quieran, sino porque no reúnen----y no reunirán en un futuro previsible-----las condiciones políticas, operativas ni financieras para hacerlo. En virtud de la crónica inoperancia e ineficiencia gubernamental les propondría que adopten la medida radical de emanciparse de la dependencia del paternalismo estatal.

2.  A efectos de demostrarles que ellos pueden disminuir su dependencia de ayudas externas y que  ellos mismos pueden solucionar sus problemas, les diría lo siguiente:

a)- que, sin quererlo y sin darse cuenta, ellos mismos cometen errores que son importantes causadores de sus problemas y que, como consecuencia, ellos mismos pueden y deben evitarlos o corregirlos; les diría cuáles son esos errores y cómo corregirlos.
b)- que las ayudas del paternalismo estatal no son tan imprescindibles como suele afirmarse; para confirmarlo les describiría varias alternativas tecnológicas, gerenciales y organizativas, que ellos podrían adoptar, sin necesidad de contar con decisiones políticas ni de recursos adicionales a los que ellos ya poseen.

3. Les advertiría que, en el marco del neoliberalismo y de la globalización, ellos sólo podrán sobrevivir como agricultores si son muy eficientes; pero les añadiría que necesitan ser eficientes no sólo en la producción como tal, sino también en la administración de sus fincas, en el acceso a los insumos y en la comercialización de sus excedentes. Les diría que los agricultores parcialmente eficientes o ineficientes, desafortunadamente, serán expulsados de la actividad agrícola. Sin embargo, con el fin de que todos los agricultores, inclusive los más pobres, puedan volverse más eficientes, les recomendaría iniciar dicha "eficientización", adoptando medidas sencillas y de bajo costo. Les demostraría que, en una primera etapa de tecnificación, ellos pueden volverse más eficientes, aunque no cuenten con animales de alto potencial genético, maquinaria sofisticada ni tecnologías de punta, pues en dicha etapa, estos factores escasos y de alto costo, suelen ser prescindibles. Para demostrarles dicha “prescindibilidad”, les describiría varios ejemplos de medidas que, aún siendo de bajo o cero costo, son muy eficaces en el incremento de la productividad de la agricultura y de la ganadería; ídem en la reducción de los costos por kilogramo producido; ídem en la obtención de mejores precios en la comercialización.

4. Los dejaría conscientes de que en el mundo moderno el éxito económico de los agricultores depende, muchísimo más, de conocimientos adecuados que de recursos abundantes. Por esta razón les sugeriría que no pierdan su tiempo protestando en frente al Banco Central, al Banco Rural o al Ministerio de Hacienda, por la sencilla razón de que no es allá donde están las verdaderas causas de sus problemas. Les propondría que hagan sus protestas frente a nuestro disfuncional sistema de educación rural (escuelas fundamentales rurales, escuelas agrotécnicas, facultades de ciencias agrarias y servicios de extensión rural), porque es allá donde están las causas más profundas del subdesarrollo rural y consecuentemente allá deberán ser eliminadas. Les sugeriría que se organicen, no para mendigar migajas de créditos paternalistas, sino para exigir que estas cuatro instituciones educativas proporcionen, a los extensionistas y a las familias rurales, conocimientos útiles, aplicables y eficaces en la corrección de las ineficiencias y por ende en la solución de los problemas de los agricultores y de la agricultura. Les insinuaría que den menos oídos a los políticos elocuentes y más oídos a los extensionistas competentes y a los agricultores más eficientes. 

5. A efectos de estimularlos hacia un desarrollo más auto dependiente, les enseñaría cómo efectuar los llamados diagnósticos constructivos o pro-activos, es decir aquellos diagnósticos que buscan identificar las potencialidades y oportunidades de desarrollo existentes en sus fincas y comunidades; ídem las causas generadoras de sus problemas que puedan ser eliminadas por los propios agricultores; ídem los problemas que puedan ser resueltos por ellos mismos. Les recomendaría que eviten la mala costumbre de realizar aquellos diagnósticos "paralizantes" que enfatizan las restricciones y amenazas, las causas de sus problemas que ellos no  puedan eliminar y los problemas que ellos no pueden solucionar. Justificaría lo anterior diciéndoles que estos diagnósticos paralizantes: i)- son inocuos e inútiles porque conducen a "soluciones" que los agricultores sencillamente no pueden adoptar y ii)- sólo sirven para quienes buscan tener buenas excusas para no asumir como propia la solución de sus problemas.

6. Iniciaría el proceso de modernización de la agricultura utilizando plena y racionalmente los recursos que los productores ya poseen. Es decir, empezaría por incrementar el rendimiento y la productividad de los recursos disponibles, antes de reivindicar que el Estado les proporcione una mayor cantidad de factores de producción. Les indicaría que, como regla general, es más conveniente incrementar el rendimiento de una vaca o de una hectárea de tierra que aumentar la cantidad de vacas o de hectáreas. Les diría que sus animales suelen producir poca carne, leche o lana, no necesariamente por falta de animales de alto potencial genético o de tecnologías de punta, sino porque están hambrientos; y les demostraría que los alimentos necesarios para incrementar drásticamente los rendimientos de la ganadería pueden ser generados en sus propias fincas, a través del mejoramiento de las pasturas y de la auto producción de raciones balanceadas. Les añadiría que si sus vacas producen 4 litros de leche al día y un ternero a cada 22 meses o si sus hectáreas de tierra rinden 3.300 Kgs. de maíz, 2.090 Kgs de trigo, 3.200 kgs. de arroz, 712 Kgs. de frijoles/porotos o 60 Kgs de carne al año (estos son los rendimientos promedio de la agricultura latinoamericana ), no les faltan vacas ni hectáreas, créditos ni subsidios, maquinaria ni instalaciones sofisticadas; les faltan conocimientos, muchas veces elementales, para que ellos sepan aplicar, de manera correcta, tecnologías acordes a los recursos que ellos ya disponen.

7. Les sugeriría que, a efectos de volverse menos dependientes de ayudas externas, adopten un desarrollo más endógeno que exógeno; un desarrollo que avance progresivamente desde adentro hacia afuera, desde abajo hacia arriba, desde lo más sencillo y de bajo costo hacia lo más complejo y de alto costo. Les recomendaría que los factores de modernización más caros y escasos sean un complemento en la introducción de innovaciones tecnológicas, y no un condicionante para empezarla; o que su falta no sea una excusa para no iniciarla. Les demostraría que a través de esta “gradualidad”, el más pobre de los agricultores puede empezar a solucionar, paulatinamente, sus problemas, sin necesidad de contar con decisiones políticas, créditos, insumos de alto rendimiento e inversiones de alto costo; porque a través de tal estrategia, la primera etapa de tecnificación permite generar los recursos necesarios para financiar la segunda etapa, y así sucesivamente. Les indicaría que esta gradualidad contribuye a romper la inercia de los agricultores más conservadores, porque elimina el seudo motivo (falta de ayuda gubernamental) que supuestamente les "impide" asumir como suya la tarea de corregir sus ineficiencias y solucionar sus problemas. Les demostraría que, en muchos casos, los "motivos" que ellos creen  que les "impiden" desarrollarse, son más ficticios que reales.

8. Les recomendaría que saquen provecho de las extraordinarias ventajas de diversificar la producción agrícola  e integrarla con la producción pecuaria también diversificada, de modo que exista una especie de simbiosis, sinergia y complementación entre ambas. Les diría que una finca adecuadamente diversificada puede desempeñar el papel de "supermercado", de "banco de crédito rural", de "compañía de seguros" y de "agencia de empleos"; porque ella genera alimentos para la familia y para los animales, ingresos, insumos y ocupación productiva para todos los miembros de la familia  durante todos  los 365 días del año. Les diría que la diversificación es la mejor "vacuna" contra la dependencia del paternalismo estatal y contra las incertidumbres y vulnerabilidades de clima, de mercado, de plagas y de enfermedades. Les advertiría que el monocultivo los vuelve, excesiva e innecesariamente, dependientes del crédito rural, porque suele proporcionarles apenas una o dos cosechas (e ingresos) al año, mientras que sus gastos, productivos y familiares, ocurren durante todos los 365 días del año. Les insinuaría que si el crédito rural fuese tan eficaz como suele afirmarse, no tendríamos tantos agricultores tan endeudados. A los productores que disponen de una superficie de tierra muy limitada los capacitaría para que puedan reemplazar los cultivos de baja densidad económica (maíz, arroz, porotos/frijoles, trigo, camote, yuca, etc.) por otros más sofisticados y de mayor densidad económica (frutas, espárragos, flores, plantas aromáticas, medicinales y ornamentales, plantones de frutales, miel, etc.) que les permitan obtener altos ingresos en pequeñas superficies.

9. Estimularía la progresiva formación de grupos asociativos para facilitar y hacer factible la solución de aquellos problemas que ellos no pueden, o no les conviene, solucionar en forma individual, como por ejemplo: las inversiones de mayor costo y la reducción de los eslabones de las cadenas de  intermediación de insumos y de productos. Les sugeriría que no sigan cometiendo el siguiente "suicidio económico" que está tan generalizado en nuestra empobrecida agricultura: i )- vender los ingredientes de las raciones balanceadas que ellos producen en sus fincas, al primer eslabón  de la cadena de intermediación, con cero valor agregado, y.........algunas semanas después ii)- adquirir las raciones, que fueron fabricadas con los ingredientes producidos en sus propias fincas, con alto valor agregado, del último eslabón de intermediación. Les diría que si siguen practicando este individualismo autodestructivo serán cada vez más vulnerables a la acción de expropiación de las multinacionales y de los intermediarios; y que seguirán, innecesariamente, pagando los fletes, los impuestos y los peajes para transportar las materias primas desde sus fincas hasta las fábricas de raciones y desde éstas hasta sus fincas de origen; todo ello pago con el sudor, el individualismo y la ingenuidad de los agricultores. En resumen, les sugeriría que no vendan maíz, sorgo, alfalfa, soya, etc.; y si que transformen estas "commodities" en proteínas animales y estas, a su vez, en derivados de leche y carne con valor agregado. 

Observación--Cómo llevar a la práctica esta estrategia emancipadora---basada en la capacitación para el auto desarrollo, en la “gradualidad” tecnológica y en la diversificación productiva---- está descrito en los textos de apoyo incluidos  en la sección "Artículos" de la Página web http://www.polanlacki.com.br   especialmente en los siguientes libros: 1. La modernización de la agricultura: los pequeños también pueden y 2. Desarrollo agropecuario: de la dependencia al protagonismo del agricultor. Este segundo libro también podrá ser "bajado" de la siguiente página web: http://www.polanlacki.com.br/agroesp

Despierta América Latina: "Los gobiernos colapsaron y urge hacer algo radicalmente diferente"


Leímos Para Usted: Renato Lactuca sativa.
Por: Polan Lacki

"Cuando los remedios no tienen suficiente eficacia para curar las enfermedades es necesario curar los remedios, para que curen al enfermo" (Padre Vieira-Sermón de Santo Antonio)

Ahora no nos queda otra alternativa, tenemos que oír el consejo del Padre Vieira. Los remedios convencionales para curar los males del subdesarrollo ya no pueden ser aplicados, por la sencilla razón de que los gobiernos ya no disponen de ellos. La ilusión de que el Estado paternalista solucionaría todos nuestros problemas se acabó. En todos los países de América Latina, sin excepción, los gobiernos nacionales, provinciales y municipales están debilitados, "desfinanciados" y fuertemente endeudados. Los recursos que recaudan mal alcanzan para pagar deudas e intereses de préstamos, sueldos y jubilaciones; y lo poco que queda se destina a mantener, apenas con vida vegetativa, un aparato burocrático sobredimensionado y casi improductivo.

Es esta insuficiencia de recursos públicos – y no tanto la falta de voluntad política, la principal razón por la cual los sucesivos gobiernos no solucionan los crecientes problemas de la educación, de la salud, de la agricultura, de la infraestructura, del saneamiento básico, del transporte urbano, de la pobreza, de la asistencia a los discapacitados, del combate a la delincuencia, etc. 
Los gobernantes están virtualmente paralizados, asistiendo pasivamente y aceptando como si fuese aceptable, la persistencia de los siguientes hechos que ya están incorporados a la vida cotidiana de nuestros países:

- Los desempleados buscan desesperadamente pero no consiguen un empleo;
- Los enfermos esperan varios días por una consulta médica, semanas por un examen de laboratorio y meses o años por una cirugía; muchos mueren en los pasillos de los hospitales antes de llenar la odiosa "ficha de admisión";
- Crecientes cantidades de pobres "residen" y recogen cartones en las calles mientras sus hijos están siendo "educados" en el mundo del vicio y de la delincuencia;
- En los basureros públicos los más hambrientos están disputando la comida con ratones y cuervos;
- Los narcotraficantes tienen más poder y mejores armamentos que los servicios policiales;
- Desde el interior de las cárceles superpobladas muchos delincuentes siguen comandando el crimen organizado y promoviendo frecuentes rebeliones para reivindicar y conseguir que los transfieran para presidios "más democráticos".

Los gobernantes lo poco que hacen, y recién después de ser fuertemente presionados por denuncias de la prensa o por los sindicatos más agresivos, es "apagar los incendios más ruidosos"; pero después que los ruidos disminuyen cesan las acciones gubernamentales, hasta que ocurra la próxima emergencia. Ello ocurre por la elemental razón de que las crecientes necesidades y aspiraciones de los ciudadanos sobrepasan las decrecientes posibilidades de los debilitados gobiernos en satisfacerlas.

Para empeorar aún más este cuadro de parálisis, los gobiernos ya no pueden reforzar sus presupuestos a través de la vía, cómoda y simplista, de aumentar el endeudamiento público y los impuestos; porque lo primero ya es insoportable para los propios gobiernos y lo segundo ya es insoportable para los contribuyentes. En resumen, la capacidad de los gobiernos de resolver por la vía paternalista los problemas de los ciudadanos está agotada; sólo los "avestruces" aún no se han dado cuenta de esta evidente impotencia gubernamental. Esta es una realidad que no podemos seguir fingiendo que no existe o que no la conocemos, pues ella, además de evidente es creciente; para confirmarla, basta salir a la calle, ver las colas en los colapsados servicios públicos o asistir a los noticieros de la televisión.

Ahora que hemos llegado al "fondo del pozo" está demostrado, de manera clara y definitiva, que es imposible solucionar los problemas de la pobreza a través del paternalismo estatal. Los recursos gubernamentales, que parecían inagotables, están agotados. Entonces tenemos que abandonar las medidas populistas/demagógicas y hacer algo radicalmente diferente. Entre otras cosas: reducir drásticamente la frondosa e improductiva burocracia estatal, eliminar los organismos públicos inoperantes y prescindibles, abolir privilegios ilegítimos disfrazados de "derechos adquiridos", endurecer en el combate a la corrupción, reducir la cantidad de parlamentarios, militares y burócratas improductivos. En resumen, "adelgazar" la máquina gubernamental para que los gobiernos dispongan de los recursos que necesitan para ejecutar las actividades que son realmente importantes e indelegables.

Con los ahorros obtenidos en este "adelgazamiento", la nación en su globalidad (no apenas el gobierno) deberá hacer una inversión, seria y absolutamente prioritaria, en el desarrollo de las capacidades y competencias de los habitantes de cada país. Los propios ciudadanos – quiénes están causando los problemas y quiénes están siendo afectados por ellos – tendrán que ser convocados, formados y capacitados para asumir, en forma individual o a través de grupos organizados, una creciente parcela de responsabilidad en la corrección de los errores que ellos, involuntariamente, están cometiendo y en la solución de sus propios problemas. Reconociendo que los gobiernos no pueden solucionar, año tras año, todos los problemas de todos los ciudadanos, el Estado perpetuador de dependencias deberá transformarse en un Estado educador, "empoderador" de los ciudadanos y emancipador de las dependencias que ellos actualmente tienen de sus gobiernos. En las actuales circunstancias de "parálisis" y de impotencia de los servicios públicos, compartir responsabilidades entre el Estado y los ciudadanos es una propuesta que vale la pena discutir y construir.