lunes, 30 de mayo de 2011

La invención de “América Latina”


La invención de “América Latina”
“Nunca seremos dichosos, nunca”, profetizó Simón Bolívar.
Por: Marcela Gereda
En América Latina y el Caribe la juventud representa el 40 por ciento de la población. El desempleo entre los jóvenes es el doble de la tasa para la población mundial. Niños de doce años reclutados por  los Zetas. Madres de nueve años abusadas sexualmente y sin nada qué ofrecer a sus hijos. El homicidio es la primera causa de muerte juvenil entre los hombres de América Latina.
Las promesas del desarrollo y de la globalización parecen cada vez más lejanas para los latinoamericanos. Es que acaso somos un pueblo–niño que juega a la política, al comercio, a la guerra, a las dictaduras impuestas y a la ilusión de la modernidad. A la Nación, a las leyes, a la Constitución, al desarrollo.
Fue viviendo en Europa que descubrí la identidad latinoamericana. No solo aprendí a amarla, sino también a cuestionar qué significa ser latinoamericano y a un tiempo como el de hoy. Entre otras cosas, descubrí que muchos de mis amigos latinos, no querían ser latinos. Recuerdo a Florencia,  socióloga uruguaya que repartía periódicos, diciendo: “Haber nacido latina es la condena para haber tenido que migrar”.
Con tono retador y lúdico aquel catedrático inició el curso de “Economía Latinoamericana” en la Universidad Autónoma de Madrid, diciendo: “América Latina no existe, es una invención”. Se escucharon murmullos. Luego un silencio rotundo entre los compañeros del aula. ¿Qué y quiénes somos los latinoamericanos? Fue la pregunta que quedaba sobre el aire.
En el primer tomo de El capital, escribió Karl Marx: “El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión del continente africano en cazadero de esclavos negros: son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista”.
Los términos de “raza”, “tribu”, “América” fueron conceptos occidentales. Venidos con la historia de la sangre y el despojo.
El hurto más brutal que ha registrado la historia. Entonces comprendí que la construcción de las “democracias” europeas se hizo también con el saqueo del oro y de la plata del continente moreno. 
El continente de las dictaduras militares y de la sangre. De las deudas impagables y de la historia de un saqueo donde unos ganaron y otros perdieron. Y esos otros que perdieron, perdimos acaso para siempre. Y por si fuera poca la invención de “América”. 
Luego el apellido “latina”, también fue un invento occidental. En el siglo XIX, en algunos países de Sudamérica y en Francia se forjó el concepto de “América Latina”, una expresión de la búsqueda de identidad supranacional.  Sí, somos en definitiva un invento, un diseño y un deseo de lo que otros han querido que seamos. Hoy la globalización capitalista ha terminado con las promesas de lo que un día pudimos haber sido. América Latina incapaz de autorregularse. Seguimos siendo el patio trasero de Estados Unidos. 
La América de Voltaire, habitada por indios perezosos y estúpidos. Es cosa sabida que Bacon, De Maistre, Montesquieu, Hume y Bodin se negaron a reconocer como semejantes a los “hombres degradados” del Nuevo Mundo. Hegel habló de la impotencia física y espiritual de América. Luego Harry Truman nos llamó “subdesarrollados”. La ONU, BID, FMI y compañía limitada se encargaron en definir indicadores donde resaltaría nuestra estupidez, nuestro atraso y quizá hacer de las palabras de Bolívar una profecía. 
El pasado un eterno presente que azota; fuimos “salvajes” para los hombres barbados y blancos. Hoy somos “subdesarrollados” para la ONU y el Banco Mundial. Y una mina de oro para las transnacionales que no nos ven como humanos, sino como brazos y territorios para ser intervenidos
Crece la desigualdad brutalmente. La identidad nacional homogénea como logro histórico, el sentido de pertenencia a la patria grande más perdida que Adán en el Día de las Madres. La ola de violencia nos acecha. Nos hacemos cada vez más incapaces de autorregularnos. Tenemos una deuda con la historia.
Para mí la salida de América Latina está en abandonar de una vez por toda la ilusión de la modernidad, el desarrollo y el progreso. Convertirnos en una unidad cultural, política y económica, que valore su cultura y que no la ponga en venta, sino con indicadores de desarrollo propios, con capacidad de regular su industria cultural, incorporar las voces latinoamericanas en este proceso de Globalización. Nuestro reto puede ser el de perfilar un tipo de “agenda cultural de la globalización” desde nosotros los del sur. Globalizarnos de otro modo. No como deudores, sino como exportadores de valores culturales. Tenemos algo único. Un tesoro que no sabemos reconocer. La respuesta no puede (ni debe) venir de occidente otra vez. Habremos de darle entonces por fin otro color y altura a la historia.

domingo, 29 de mayo de 2011

Desnutrición crónica, un mal invisibilizado en Guatemala


Desnutrición crónica, un mal invisibilizado en Guatemala
El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) informó que los primeros centímetros que mide un niño son un indicio que permite detectar la desnutrición crónica, la cual para muchos sigue estando invisibilizada, aunque cerca de la mitad de los niños y niñas menores de cinco años la padecen en Guatemala.
Por: Redacción La Hora
lahora@lahora.com.gt
La doctora María Claudia Santizo, especialista en Nutrición, de Unicef, y Roberto Cabrera, de Acción contra el Hambre, coincidieron en que como en Guatemala se está acostumbrado a decir que "somos chaparritos", ver a un niño con baja estatura se considera normal, pero puede ser que "estemos frente a uno de ese 50 por ciento de niños menores de cinco años con desnutrición crónica".
Los expertos explicaron que si un niño nace hoy y mide menos de 49 centímetros ya tiene problema de desnutrición crónica, igualmente si al año de vida aún no mide 72 centímetros, al segundo no mide 82 centímetros, y si a los 3 años no mide 90 centímetros, el problema continuará afectando su desarrollo hasta la edad adulta. Por eso es que se dice que los primeros 2 años de vida son una etapa única e irrepetible porque es cuando se da el desarrollo más importante.
Si el niño está desnutrido crónico y no es atendido, se verá afectado el desarrollo de su cerebro y su inteligencia será disminuida. Pasados los dos años la desnutrición habrá causado daños que serán para toda la vida; tendrá más probabilidades de ser adulto pobre, explicó Cabrera.
Comentó que además del déficit de talla, la desnutrición se detecta al observar a los niños. "Recientemente viajé a Jalapa, platiqué con una madre que estaba sentada en la banqueta de su casa, con ella permanecían sus tres niños, en brazos uno de 8 meses; los otros dos de 2 y 4 años. La conversación duró hora y media aproximadamente y durante ese tiempo los niños no se movieron, no tenían energía; es imposible que a esa edad no estén jugando, saltando o caminando", relató la doctora.
En una aldea de Sololá se le consultó a una madre de familia si sabía qué es la desnutrición crónica, su respuesta, aunque con temor, fue que no.
Vista de la sala contra la desnutrición, en el Hospital de Jalapa. FOTO LA HORA: ARCHIVO

MAL ANUNCIADO
El representante de Acción contra el Hambre, destacó que siempre se están atendiendo crisis alimentarias, no hay programas preventivos para enfrentar la desnutrición.
Todos tenemos estudios desde hace seis años donde se establece que entre junio y septiembre de cada año ciertas áreas del país se verán afectadas por el hambre.
"Reaccionamos como si no hubiéramos sabido de esa crisis alimentaria anunciada. Lo que hacen es comprar comida y regalarla; apagar fuegos, cuando lo que se necesita es crear políticas que trasciendan los gobiernos, que no se empiece de nuevo cada cuatro años", opinó Cabrera.
Santizo subrayó que la voluntad política para atender la desnutrición crónica debe traducirse en asignación presupuestaria porque este año se declaró emergencia nutricional pero no hay recursos para atenderla.
El vicepresidente Espada, dijo que para concluir este año el programa de riesgo nutricional se requieren de aproximadamente Q80 millones.
De igual forma, si ahora se iniciara un proyecto para evitar el hambre, sería imposible atender a todos los afectados, explica el Comité de Unidad Campesina (CUC).
Esto, según Rafael González, del CUC, porque la asistencia alimentaria para los campesinos debe ejecutarse de acuerdo con el calendario de cultivos y no cuando se "acercan las elecciones o se aprueban los presupuestos".
"Muchos técnicos y especialistas en el Gobierno saben que el problema se combate ofreciendo tierras y medios de producción antes de la época de siembra; la comida regalada sirve solo para unas semanas o solo días", explica.
"Por eso, o surgen soluciones de fondo o van a seguir muriendo los niños", sentenció González.

Un año después de “Agatha”

Un año después de “Agatha”
En mayo de 2010, horas despuésde una violenta erupción del volcán de Pacaya, la tormenta tropical “Agatha” cruzó Guatemala dejando destrucción y muerte a su paso. Este es un documento visual desde la perspectiva personal del fotoperiodista Jesús Alfonso
Por: Renato Lechuga.



Al medio de la fotografía el Volcán de Pacaya, muchos madrugamos a colectar el arena lanzada un día antes por este coloso.

Calles y avenidas amanecieron tapizadas de arena volcánica, nadie presagiaba lo que estaba por venir.

30 de Mayo 2010 Vecinos de Amatitlán intentan continuar con su rutina en medio de los destrozos que dejaron las fuertes lluvias.

Santa Ana MixtÁn Una de muchas poblaciones anegadas por el desborde de ríos en la Costa Sur.

San Juan Alotenango entre los volcanes de Agua y Fuego quedó incomunicada en varias oportunidades

Las cifras oficiales oscilaron entre 230 y 250 mil damnificados por el paso de la tormenta.

DAÑO AUMENTADO
El recuento de los daños ocasionados por la tormenta tropical Ágatha demuestra que no solo persistieron, sino se incrementaron estos factores de riesgo y que las poblaciones afectadas por los desastres siguen siendo las de mayor pobreza.
Las inundaciones, deslizamientos y derrumbes provocaron la muerte de 160 personas, 37 desaparecidos y 79 heridos. Las mayores pérdidas materiales fueron en infraestructura y vivienda, pero también se dieron daños significativos en la producción y en el medioambiente. Eso significó, según cifras de la Comisión Económica para América Latina (Cepal), pérdidas por más de Q15 mil millones equivalentes al 2.6% del Producto Interno Bruto del país.
El 53% de los daños correspondió a la infraestructura, y el 20%, a la vivienda.
Las lluvias provocadas por Ágatha afectaron la red vial del país, algunas incluso colapsaron por la destrucción de puentes, muchos de los cuales siguen sin reparar o reconstruir, con lo cual los impactos de un desastre en la vida económica de ciertas comunidades se han visto replicados a lo largo de 12 meses.
Los daños en las vías de comunicación por la excesiva acumulación de agua hicieron que durante varios días más de 16 mil personas permanecieran incomunicadas.
La destrucción de sistemas de agua y letrinas, la contaminación de pozos y las aguas estancadas generaron un grave problema sanitario.
La magnitud total de los daños ocasionados en el sector vivienda ascendió a 38 mil 389 viviendas, que representan Q770.3 millones, efectos que se sumaron al ya abultado déficit habitacional prevaleciente.
La vulnerabilidad de la infraestructura vial es resultado de la poca regulación y supervisión de las instituciones encargadas, en la construcción y mantenimiento de las carreteras por las empresas contratistas. A esto se suma la falta de planificación sectorial y normativa que contemple la aplicación de medidas de prevención ante fenómenos naturales.
Entre estas se encuentran las especificaciones y requerimientos constructivos necesarios para enfrentar lluvias máximas, condiciones geográficas desfavorables, poca capacidad del drenaje pluvial y aumento del nivel normal de los afluentes.
Al igual que en anteriores desastres se planteó y publicitó un programa de “reconstrucción con transformación”, con cuatro ejes fundamentales del proceso: la asistencia humanitaria, la reactivación económica, la adaptación y mitigación ante el cambio climático y el fortalecimiento institucional. Además, fueron prioritarias dos líneas transversales: la visión territorial y la reducción de vulnerabilidades.
Sin embargo, a la fecha solo se ha avanzado en un 9.6 por ciento de programa, debido a dificultades financieras. No obstante también se han planteado sospechas de sobrevaloración en la reconstrucción de tramos carreteros y dragados de ríos, costos que incrementan la deuda flotante que agobia el presupuesto del Ministerio de Comunicaciones.


En Chile crean limones y mandarinas sin pepa


En Chile crean limones y mandarinas sin pepa
Cinco mil mandarinos y tres mil limoneros representan el mayor campo del mundo de plantas estériles, irradiadas con rayos gamma.  
Por: Andrea Ortega C. 
Leímos Para Usted: Renato Lechuga.
La acidez de un limón o el sabor de una mandarina parece no disfrutarse tanto, si hay pepas de por medio. Una mascada inesperada puede inundar de amargo los sabores. Sin embargo, en Chile un grupo de científicos desarrolla variedades de ambos cítricos sin pepas. Y ya las sacaron del laboratorio. De hecho, la Facultad de Agronomía de la Universidad Católica evaluará esta semana los resultados de los primeros árboles con frutas sin semillas. Esta innovación pretende mejorar la competitividad de las exportaciones de cítricos y poner en el mercado las mejores variedades made in Chile. Un avance que se viene buscando hace ya un tiempo: generar variedades propias, adecuadas a las condiciones climáticas y productivas locales, y que  respondan a las necesidades de los mercados.
En el mundo se exportan cerca de 31 millones de toneladas de limones y mandarinas al año, según registros de la FAO. Pero Chile, al año exporta menos de 85 mil toneladas anuales, entre los dos cítricos. Las razones son conocidas. El primer problema es que el país no tiene variedades propias, por eso para comercializar las especies de otros países debe pagar un royalty, que puede fluctuar entre US$ 1 y US$ 1,5 por planta. La segunda traba es que la producción actual de cítricos en Chile tiene semilla, principal desventaja para los exportadores, que incluso a veces puede causar la pérdida de mercados.
"En Chile, la gente no hace diferencia porque la calidad de la fruta es un poco inferior, pero en otros mercados es una necesidad. Hemos encontrado diferencias de 20 centavos de dólar adicional por kilo en las frutas sin semilla y en mercados extremos incluso se ha reemplazado a la fruta chilena por esto", explica Johana Mártiz, jefa del proyecto de cítricos sin pepas y profesora del Departamento de Fruticultura y Enología de la Universidad Católica.
Con un mercado internacional creciente, liderado por Estados Unidos, e importantes competidores que ya trabajan en variedades sin semilla, Chile se subió al carro y comenzó a probar nuevas técnicas para quitar las molestas semillas del camino.
Así nació el proyecto liderado por Johana Mártiz, en la UC. Con $ 570 millones, aportados por Fondef, plantaron en tres hectáreas 8 mil árboles de estos dos cítricos, y hoy estarían listas para su primera evaluación.
El proceso tardó cuatro años, en los que se realizaron cruzamientos dirigidos de las plantas, y las irradiaron con rayos gamma para hacerlas estériles, con lo que pasaron a ser la plantación más grande del mundo tratada con esta tecnología.
Esta semana se evaluará la fruta por primera vez y las expectativas son altas. Sin embargo, para que alguno de estos codiciados ejemplares se llegue a vender, deberá pasar más de una década. "El proceso es largo, las plantas de interés se duplican y se evalúan en campos, con condiciones de cultivos cítricos. Si se mantiene la calidad, se pide el registro en el Servicio Agrícola Ganadero (SAG) y se hace la variedad nueva, pero en el mejor de los casos tarde 12 años. Si no, puede demorar hasta 25 años", explica Mártiz.
Las ventajas serán muchas. Le permitiría a Chile tener cítricos 100% nacionales y, por primera vez, podrían cobrar royalty a otros mercados interesados en producir esta variedad. Desde el punto de vista comercial se atraerían más mercados.
Aunque hay otros países que también andan en busca de lo mismo.
El caso más exitoso es Estados Unidos, que en 12 años sacó Tango, una variedad de mandarina sin pepas creada por la Universidad de California. También España y Sudáfrica andan en busca de nuevas especies, aunque todavía sin éxito. De ahí que los resultados de las pruebas de campo serán claves para mantener la delantera.
Hasta US$ 0,20 adicional por kilo se paga por la fruta sin semillas, las que además abren nuevos  mercados.

Guatemala es un rompecabezas del cual no conocemos la figura que debemos formar


“Guatemala es un rompecabezas del cual no conocemos la figura que debemos formar”
Los guatemaltecos no protestamos por la violencia, porque hacerlo supondría que tenemos un interlocutor válido, que tenemos, por así decirlo, a quién reclamar. Pero no confiamos en nuestras instituciones ni siquiera para cuestionarlas. De eso y muchas cosas más habla el filósofo Oswaldo Salazar en esta entrevista, donde las preguntas solo atraen más preguntas.
Por: Marta Sandoval msandoval@elperiodico.com.gt
Leímos Para Usted: Renato Lechuga.
Oswaldo Salazar es uno de los filósofos más destacados del país. Es profesor de la Universidad Francisco Marroquín y miembro de la Real Academia de la Lengua Española. 
“Guatemala es un rompecabezas del cual no conocemos la figura que debemos formar”

Para cada interrogante Oswaldo Salazar tiene más preguntas. Respuestas con signos de interrogación, ya lo dijo Einstein “Lo Importante Es No Dejar De Hacerse Preguntas” y así son los filósofos, personas que buscan la pregunta perfecta, porque solo cuestionando se consigue conocer.
Según Salazar, a Guatemala hay que entenderla en plural, como las Guatemalas, un montón de piezas que en vano tratamos de armar.
Salazar es doctor en filosofía por la Universidad de Boston, catedrático de la Universidad Francisco Marroquín  y miembro de la Academia Guatemalteca de la Lengua. Es además fundador de la Asociación Guatemalteca de la Filosofía.
¿Cómo ve a Guatemala?
– Bueno, quizá lo primero es dejar de hablar de Guatemala en singular y pensar que no hay una, sino muchas Guatemalas. En términos filosóficos la pregunta sería: ¿cómo es posible que hagamos un objeto de algo a lo que, obviamente, pertenecemos? ¿O lo que sucede es que, por razones de colonialismo intelectual, no queremos pertenecer a Guatemala y, entonces, damos un paso al margen y señalamos con el dedo ese objeto externo, esa realidad extraña como algo que debe ser reformado, salvado, transformado, redimido? Y cuando damos ese paso al margen, investidos ya sea de un discurso científico, ideológico o de la simple opinión, ¿en dónde estamos? En esto veo un problema.
¿Pero no es preciso distanciarse para poder ver mejor las cosas?
– Cuando digo que nos ponemos al margen me refiero a una forma de extrañarnos de una realidad a la que pertenecemos. Tomar distancia es algo distinto, es una manera de buscar sentido sin abandonar el territorio insoslayable de la experiencia. Lo que sucede es que cuando nos extrañamos terminamos proyectando nuestra figura, como una sombra, sobre los objetos de nuestro conocimiento. Y como ya sabemos, en política, a partir de ese punto lo que sigue es la imposición de un régimen disciplinario que busca encarcelar la vida en el estrecho marco de nuestros prejuicios y creencias.
¿Cuáles son esas Guatemalas de las que habla?
– Bueno, su pregunta nos lleva al complejo tema de las lógicas de diferenciación. A diferencia del que busca la integración o el mestizaje y quiere, por ende, medir a todos con la misma regla, la búsqueda de diferencia es una manera de ver los contextos reales como sistemas de múltiples núcleos que se organizan y distribuyen constantemente con el fin de no permitir el surgimiento de un eje, de un centro de gravitación. La lógica de diferenciación étnica es un buen ejemplo de lo que digo. Una mujer que cambia de grupo por razones de matrimonio y lleva consigo su cultura, echa a andar la maquinaria de la diferenciación étnica en la siguiente generación. Un grupo que, por razones económicas, cambia de geografía o de espacio urbano y en ese nuevo lugar establece relaciones que no había conocido antes, también pone en marcha estos procesos de diferenciación, ramificación.
¿Cómo somos los guatemaltecos? A su criterio, ¿qué características comunes tenemos?
– De nuevo, acá estamos delante del problema de lo singular y lo plural. Si hay una diferencia entre el racionalismo moderno y la filosofía contemporánea de origen crítico, es que el primero se rige por el principio de identidad, y la segunda por lo que podríamos llamar el principio de diversidad. El principio de identidad busca reconocer una cosa en los términos de otra, busca la repetición de modelos. El principio de diversidad, por su parte, busca un encuentro con el carácter singular de lo real. El principio de identidad nos lleva por derroteros hartamente conocidos, a pensar, por ejemplo, en términos de “mestizaje”, de “integración social”, porque, en el fondo lógico de esta estrategia, se esconde el anhelo de encontrar una unidad, una manera de borrar las diferencias. Pienso en el Octavio Paz del Laberinto de la Soledad, en el Cardoza y Aragón de Guatemala, las Líneas de su Mano, incluso en los viejos volúmenes del Seminario de Integración Social. Si nos proponemos pensar a los guatemaltecos hoy, me parece que deberíamos abandonar la búsqueda de “características comunes”, y deberíamos, más bien, intentar ver la diferencia.
En esa obra Cardoza dice No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña. La amamos, simplemente, porque es la nuestra. ¿Queremos a Guatemala?
– Cardoza y Aragón era un intelectual de su tiempo, alguien que, por razones históricas y biográficas, se convirtió a la ideología del mestizaje y a las consignas de la lucha de clases. Hoy, afortunadamente, sabemos que cuestiones como la patria, la pertenencia, la utopía y la misma historia son mucho más complejas. El simple hecho de que Cardoza use expresiones como “nuestra patria”, o “La amamos porque es nuestra”, revela una creencia ingenua en entidades subjetivas que le imponen al amor la condición de la propiedad. Una persona que parte de estos presupuestos subjetivos típicos de la modernidad no puede querer (desear) más que a los productos que salen de su imaginación. La pregunta, como sugiere metodológicamente el último Foucault, no es si queremos a Guatemala o no, sino ¿cómo hacemos para dejar de ser “guatemaltecos” en el sentido ingenuo de las ficciones del yo?
¿Por qué soportamos tanta violencia? Muchas sociedades se levantan, protestan y tratan de hacer algo para frenar sus problemas, nosotros llevamos mucho tiempo aguantando.
– Una sociedad que se levanta y protesta lo hace sobre el supuesto de que hay un interlocutor institucional válido. La protesta supone una creencia en la legitimidad de las instituciones. Que el guatemalteco no proteste no debemos verlo como una falla en su carácter, como una debilidad psicológica; más bien habría que verlo como un signo de la forma en que, en el fondo, percibimos nuestras realidades sociales y políticas. Eso por un lado; por el otro también hay que reconocer que hay muchas formas de protesta. La marginalidad misma es una forma radical de levantamiento y protesta.
¿De qué otra manera podemos entender el hecho de que existan espacios marginales en la economía, en la organización social, en las estrategias de representación y las lógicas de reconocimiento y castigo?
Miguel Ángel Asturias decía que en Guatemala solo se puede vivir loco o borracho ¿qué piensa de eso?
– Bien, pienso que esta afirmación tiene más fondo del que aparenta. Y cuando digo fondo, no solo me refiero a aspectos conceptuales, sino incluso biográficos. Recordemos que, desde muy joven, Asturias se nutrió de las corrientes de vanguardia. Recordemos también que lo hizo de primera mano porque vivió en el París de la década de los años veinte, precisamente el lugar y la época de publicación de los dos Manifiestos del Surrealismo. Así, entonces, es posible imaginar que cuando nos dice que en Guatemala solo se puede vivir borracho, lo que está haciendo es traducir el núcleo de estos movimientos irracionalistas y hacernos ver la lucidez, el valor de verdad de la embriaguez. Ahora bien, ¿por qué es importante enfatizar este punto? Por una sencilla razón. Muchas veces decimos que Guatemala (esa Guatemala conceptual del imaginario colonialista) es un país de contrastes, de contradicciones. Pues bien, ¿cómo podemos enfrentar el enigma de una paradoja sin intentar romper las reglas de la lógica?
Vargas Llosa se preguntaba, ¿en qué momento se jodió Perú? Yo le pregunto, ¿cuándo se jodió Guatemala?
– Esa idea que abre Conversación en la Catedral siempre me ha parecido peligrosa. Preguntar, en una clara línea temporal, “¿Cuándo se jodió el Perú, o Guatemala, o Estados Unidos, o Suiza?” conlleva la afirmación implícita según la cual, en algún momento anterior, el Perú no estaba jodido. El peligro que esto comporta es abrazar, quizá inconscientemente, una actitud conservadora cuya utopía consiste en una idealización del pasado. Yo, en lo particular, tomo una distancia crítica con respecto a esta pregunta.
¿Qué necesitamos para acabar con nuestros problemas?, ¿cómo enderezamos este país?
– “Acabar con nuestros problemas”, “enderezar el país”, son afirmaciones demasiado positivas para mí. Demasiado ingenuas, tal vez. Son proyectos con los que es posible comprometerse solo sobre la base de un culto al prejuicio, a la psicología de la motivación, a la simple ingenuidad. Guatemala es un rompecabezas del cual no conocemos la figura que debemos formar, un conjunto de piezas y personas que siguen los designios de un orden foráneo, pero que, ellas mismas, todavía no deciden si hay una lógica que las atraviesa.
¿Hay lógica en esas piezas?, ¿o somos solo partes dispares, fragmentos sin unión?
– En el rompecabezas del que hablo, lo más interesante es no poder determinar de antemano hacia dónde se dirigen las líneas que trazan los procesos de diferenciación. En los momentos históricos importantes (Revolución Gloriosa, Revolución Francesa, guerras de independencia), una generación decide que hay una lógica en su realidad y la convierte en modelo político. En el mejor de los casos, se producirá un modelo que legitimará sus relaciones y estructuras internas por un tiempo. Pero llegará el momento en que el trabajo callado y minucioso de los procesos de diferenciación llevarán ese modelo a una edad senil y un eventual colapso. Los ideólogos de la historia oficial seguirán alabando las virtudes del modelo, pero no será nada más que lo que los franceses llaman un “Antiguo Régimen”, y la vida, la historia misma, el tiempo inmanente a los individuos y los grupos, estará floreciendo en los márgenes de lo clandestino y lo ilegal. Y allí no habrá una lógica, habrá múltiples lógicas. Eso es lo que, poniendo en suspenso nuestros prejuicios, vale la pena observar.
¿Qué futuro le augura a Guatemala?, ¿es optimista?
– No, no lo soy. El optimismo me asusta. Y me asusta porque es el factor que define la histeria colectiva de las masas en los mítines, en las iglesias, en las turbas. El futuro es un tema tan complejo que no podemos enfrentarlo con el arrebato del optimismo. En todo caso, hay dos tiempos a considerar. Por un lado, el futuro hipotecado por la lógica predictiva de la razón moderna, el futuro plasmado en los discursos oficiales, los significantes madres y los planes de gobierno. Y por otro, el futuro inmanente, ese que es al mismo tiempo pasado y que no se puede atrapar con las redes de la lógica del progreso. Hay una Guatemala inmanente, que emerge quizá invisible para nuestra mirada que solo es capaz de buscar patrones de una lógica reconocible, una Guatemala que no podemos predeterminar.
¿Su profesión es valorada en Guatemala? ¿Se escucha en nuestro país la voz de los filósofos?
– Como en otros países, la filosofía tiene un lugar en espacios académicos superiores. Pero tiene un lugar muy deprimido, casi nulo, en el ámbito feroz de la opinión pública. Ahora, no basta con señalar esto como un mal de las sociedades modernas; hay que intentar saber por qué sucede. En el caso particular de Guatemala, creo que es obvio que se trata de un problema de actitud cognoscitiva. Tristemente, podríamos calificar a Guatemala como el campo de batalla de los prejuicios. Una de las peores cosas que pueden suceder a la filosofía pasa en nuestro país: que se la sustituya por las ideologías. No es lo mismo escuchar la voz de un filósofo que la de un ideólogo. El primero intenta aclarar los procesos constitutivos del juicio que se dan en la experiencia. El segundo no se interesa por estos procesos originarios, en cambio ve en el juicio un producto enlatado y siente la necesidad de venderlo.

martes, 24 de mayo de 2011

Charlatanes apocalípticos


Charlatanes apocalípticos
Las horas pasaban en agonía, “como ladrón en la noche”, puro político, me decía, vendrá, porque vendrá, lo ha dicho el gringo ese...
Por: Estuardo Zapeta ezapeta@siglo21.com.gt
El mundo acabaría el sábado. No salí de casa, ni comí, ni bebí, ni dije “malas palabras,” sólo me dediqué al ayuno y la oración, a cánticos, alabanzas, coros, himnos y salmos. “Si viene, me prepararé,” dije, mientras repetía casi en silencio el libro de Macabeos. Apócrifo o no, debo leerlo, y si no me lo piden, pues algo aprendí de estos medio guerrilleros bíblicos.
Las horas pasaban en agonía, “como ladrón en la noche”, puro político, me decía, vendrá, porque vendrá, lo ha dicho el gringo ese, lo dicen las vallas, lo dice todo el mundo, lo dice el tremendo, el cardiaco, el hermanito, todos lo dicen, hoy es el fin del mundo. 
Y acto seguido quemaba más pom, más incienso, más mirra, no vaya a ser que “dios” sea maya, o católico, u árabe, mejor agarré cuanta babosada pude para quemar, y quemé más, hasta mariguana, “no sea que el dios del gringo le ponga”, y yo aquí sin nada que ofrecerle, qué mala educación, no vaya a ser que por no recibirlo con un puro ya me mande allá con el chamuco, donde es el lloro y el crujir de dientes; de todo quemaba yo ese día, hasta quemé canilla, por si era polígamo.
Por la tarde, cayó granizo allá por la zona 13, 14, 18 y la Zona Viva, El Gallito, el Congreso y el Palacio y la línea, el MP y la PNC, “castigo de él”, decía yo, por tanto mal que sale de esos lugares, y las enormes piedras tronaban, retumbaban, que yo me arrodillé y dije, “hoy sí, ya viene,” y yo aquí en estas fachas. Entonces me fui a bañar, muy rápido: loción, calzoncillos limpios, camisa nueva, zapatos lustrados, saco de casimir inglés –porque a los mal vestidos los dejan—y seguí mis letanías.
Ya las tripas me tronaban, tanto tiempo sin comer, la deshidratación hacía presa de mí, tanto tiempo sin tomar algo, y empecé a ver visiones de ángeles, arcángeles, políticos, serafines, vírgenes divorciadas “por amor”, y hasta un ejército de cupidos para “el soltero” más deseado, que dije: “Esos han de ser sus emisarios, su equipo de avanzada, y después de ellos, él”.
Mi corazón se hinchó de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, y la armadura del soldado bíblico no era nada comparada con el blindaje que el altísimo me había provisto entre tanto ayuno y oración, a tal punto que los dardos del maligno se derretían sin siquiera avanzar unos centímetros. Yo estaba listo para derrotar a Goliat, Sansón y hasta para echarme a la misma Dalila y Jezabel, y hasta la chava de los Cantares se iba a ir shuca. Tal era mi fortaleza.
El tiempo pasó, y yo listo esperándolo. El gringo me había jurado que ese día vendrían “él” por mí y que me iban a “raptar” al cielo. Yo le creí, de veras. Llegó la medianoche y no vino, enciendo la tele, otra charlatán de Guate predica sus babosadas. “A la fizga,” les dije y me fui a comer y beber, que de todos modos mañana moriré.
NOTA: ahora me entero que parece que la nave que lo transportaba tuvo un desperfecto mecánico, y el evento del fin del mundo ha sido pospuesto hasta nuevo aviso. Ahora que ayune su madre, o los “mayas” de 2012.

martes, 17 de mayo de 2011

Desnutrición infantil de Guatemala: estamos peor que África


Desnutrición infantil de Guatemala: estamos peor que África
El hambre crónica que padecen los guatemaltecos y las guatemaltecas, pero sobre todo los niños de varias regiones del país, es el resultado de la interacción de una serie de factores políticos, económicos y sociales que afectan negativamente la disponibilidad, acceso, consumo y utilización biológica de los alimentos. Y el factor más importante es el político; mejor dicho, la falta de una verdadera voluntad política de todos y cada uno de los políticos y partidos que llegan al gobierno de este país.
Por Luis Enrique Monterroso
Leímos Para Usted: La Ceiba
Según la comparación que hace Unicef en el documento “Estado Mundial de la Infancia 2010”, Guatemala se disputa el tercer lugar en desnutrición crónica a nivel mundial. Compite con otro país llamado Timor Oriental, en el sudeste del Asia; ambos registran que, en promedio nacional, 54 de cada cien niños padecen retardo de crecimiento.
En el mundo solamente Afganistán y Yemen están peor que nosotros, y todos los países de África... ¡Todos!
Guatemala es África, o peor. Y eso a escala nacional. Si nos metemos con los porcentajes en el área rural o en numerosos municipios del país, la cifra alcanza hasta ocho de cada 10 niños con hambre crónica.
MATA EN SILENCIO
La desnutrición crónica es el segundo mayor problema de este país, detrás de la violencia y el narcotráfico. El hambre mata más que las balas, pero silenciosamente.
La razón de estas cifras tiene raíces históricas. La desnutrición crónica, considerada como una baja estatura para la edad, es el resultado de muchos factores, pero sus causas básicas son la desigualdad de oportunidades, la exclusión y la discriminación por razones de sexo, raza o credo político. Un niño a los 36 meses de edad debe medir 88 centímetros; de lo contrario, ya es un desnutrido crónico, y centímetro perdido jamás se recupera. Su coeficiente intelectual también ha sufrido un deterioro definitivo. El intelecto de todo un país está carcomido por la desnutrición.
La otra desnutrición, la desnutrición aguda, se origina por una falta reciente de alimentos o una enfermedad que haya producido una pérdida rápida de peso. Este tipo de desnutrición es recuperable; sin embargo, de no ser atendida oportunamente, pone en alto riesgo la vida del individuo.
ESFUERZO DESCONTINUADO
Un hito histórico de mejora para el abordaje comprensivo de la situación alimentaria del país se dio con la aprobación de la Ley del Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria Nutricional (Sinasan) en el 2005.
Pero una ley por sí misma no puede erradicar el hambre por decreto; necesita personas que la operativicen. Este avance normativo planteaba escenarios de coordinación y participación interinstitucional, que al cabo de seis años de vigencia aún no se ponen a funcionar como debieran. Peor aún, en los últimos cuatro años del actual gobierno han sufrido un marcado debilitamiento. Los programas presidenciales generaron paralelismo a los órganos del Sinasan, al extremo de casi desaparecer su accionar.
Y es que a pesar del enorme flagelo del hambre, en Guatemala aún no se establece una agenda con visión de Estado. Los gobiernos no quieren buenos técnicos en los ministerios, prefieren operadores políticos que puedan seguir órdenes.
Cada cuatro años el Gobierno entrante borra con alevosía las acciones del anterior. Al no tener claro el problema se parcha a la carrera la situación. Lo peor es que el problema del hambre es incluso invisible para las familias afectadas por la desnutrición. Es tan grande, tan común, que ya pareciera parte de la cotidianidad.
El derecho humano a la alimentación es violado flagrantemente, y la ciudadanía no exige un cambio. Si los políticos no reciben la presión social para generar una lucha contra la desnutrición, la voluntad política seguirá como hasta ahora, casi inexistente.
PRIORIDAD RELEGADA
En la próxima contienda electoral ya están echadas las cartas, el clamor popular pide seguridad ciudadana, la seguridad alimentaria no figura dentro de las acciones prioritarias.
El tema será de nuevo marginal, la agenda que genera votos le apunta a otro lado. Habrá más muertes por hambre este año electoral y quedarán en el anonimato dramas humanos.
Entre veredas y matas se ahogará el último suspiro de un país que está dañado en su intelecto y en su espíritu, porque la desnutrición carcomió lo más preciado de su futuro: sus niños y niñas, y por tanto, su esperanza.
Por ello se hace necesario que los partidos políticos en contienda enmarquen sus programas de gobierno en la estructura, órganos y mecanismos ya establecidos en el Sinasan, pues debe existir un programa específico diseñado en varias fases de al menos 20 años, con metas progresivas medibles, enfocado a las causas y a los efectos simultáneamente.
Esto requiere por supuesto de un adalid, un hombre o una mujer dispuestos a trascender en la historia. La trascendencia aguarda por él o por ella.
Se debe asegurar el financiamiento de los planes y programas, estableciendo un sistema de seguimiento al gasto público y ejecución programática en seguridad alimentaria.
Se debería fortalecer o crear un cuerpo técnico que no solo implemente, sino que vaya gerenciando el proceso en la vida de los programas alimentarios.
La seguridad alimentaria de este país no debería estar sujeta al vaivén de botines políticos.
En el nivel municipal se deben destinar fondos para invertir en proyectos de seguridad alimentaria nutricional, se deben conocer claramente las áreas vulnerables y saber por qué están como están, para plantear soluciones desde lo local.
El Gobierno está hablando de reforma fiscal, pero no incluye el tema alimentario nutricional como argumento.
Es decir, el gobierno actual y los partidos políticos en la contienda electoral del 2011 parecieran haber olvidado que somos el país de los hambrientos. Guatemala está peor que África.

lunes, 16 de mayo de 2011

Una nueva capacitación para el desarrollo rural


Una nueva capacitación para el desarrollo rural
¿Gastar en actividades o invertir en resultados?
¿Problematizar las soluciones o solucionar los problemas?
Polan Lacki y Luis Marcenaro
 Leímos Para Usted: Renato Lechuga García
Resumen ejecutivo: Este artículo incluye, entre otros, los siguientes planteamientos:
- El desarrollo rural depende mucho más de la adecuada capacitación de los agricultores que de la abundancia de sus recursos; mucho mas de insumos intelectuales que de insumos materiales; mucho mas del “cómo hacer” que del “con qué hacer”.
- Gran parte de los problemas de los agricultores pueden ser resueltos por ellos mismos con la condición de que reciban una capacitación técnico-empresarial orientada a producir resultados económicos y no apenas a ejecutar actividades; una capacitación más comprometida en solucionar los problemas que en “problematizar” las soluciones.
- La solución más realista para los problemas de la agricultura latinoamericana es la eficiencia tecnológica y gerencial de los agricultores y la fortaleza organizativo-empresarial de sus comunidades.
- Estos dos requisitos permiten contrarrestar, en gran parte, la escasez de recursos materiales y financieros de los productores rurales y la insuficiencia de apoyo gubernamental.

Antecedentes de este artículo: Antes de ser redactado en su versión final este artículo fue sometido al análisis crítico de especialistas vinculados a las más importantes instituciones relacionadas con el desarrollo rural latinoamericano, a través de una consulta electrónica informal. Aproximadamente 230 profesionales han aportado críticas y sugerencias las que, en la medida de lo posible, fueron incorporadas a esta versión definitiva. Sus autores agradecen estos aportes reconociendo, sin embargo, que las eventuales debilidades del artículo son de su exclusiva responsabilidad no comprometiendo a los referidos colaboradores ni a la FAO.
Los problemas externos a las fincas no pueden ser ignorados

Los productores rurales latinoamericanos tienen razón en criticar a:
- Intermediarios, agroindustriales e hipermercados, porque muchos les imponen condiciones verdaderamente crueles en la adquisición de sus productos, olvidándose que son éstos los que inician y hacen posible la cadena agroalimentaria de agregación de valor en la que participan.
- Sus propios gobiernos porque no los protegen ni asumen eficientemente la tarea de contribuir a crear condiciones más adecuadas para la mayor competitividad del sector.
- A los gobiernos de los países desarrollados que practican una competencia desleal en los mercados internacionales, generando peores condiciones para productores del tercer mundo.
Pero… debemos priorizar las soluciones que están a nuestro alcance

Sin embargo, seamos realistas, en las últimas décadas las quejas y protestas de los productores latinoamericanos han producido resultados decepcionantes. Por lo tanto ellos necesitan reemplazarlas por una actitud más constructiva, encargándose en primer lugar ellos mismos de solucionar sus problemas; porque difícilmente éstos serán resueltos por sus gobiernos ni por otros integrantes de las cadenas agroalimentarias; porque estos últimos intervienen en ellas para ganar dinero y no para solucionar los problemas de los productores rurales. Frente a esta realidad serán los propios agricultores quienes tendrán que corregir sus ineficiencias productivas. Asimismo tendrán que organizarse para asumir mayor protagonismo en toda la cadena agroalimentaria porque son estas dos distorsiones, ineficiencia productiva y falta de organización grupal y comunitaria, ambas corregibles por ellos mismos, las principales causas “eliminables” de la falta de rentabilidad y competitividad del sector rural.
Visión equivocada del problema

Muchos agricultores latinoamericanos aún siguen creyendo que, para solucionar sus problemas económicos, necesitan que los gobiernos les otorguen créditos y renegocien sus deudas, garanticen la comercialización de sus cosechas, reduzcan la carga tributaria, incrementen el valor del dólar, otorguen subsidios y establezcan barreras a las importaciones de productos agrícolas.

Siguen creyendo en estas medidas porque aún no se dieron cuenta que ellas no son factibles de ser llevadas a la práctica, ni son eficaces en la solución de sus problemas. Las razones para esta afirmación, de aparente escepticismo, son las siguientes:

- Primera razón: Los endeudados y debilitados gobiernos de esta región sencillamente, sencillamente, no están en condiciones de concederles estas ayudas, aunque quisiesen hacerlo; asimismo enfrentan enormes dificultades cuando intentan impedir que los países ricos sigan subsidiando y protegiendo a sus agricultores.

- Segunda razón: Aunque fuesen factibles, dichas medidas no serían eficaces ni suficientes mientras los productores no eliminen las dos causas más inmediatas de su falta de rentabilidad. Estas dos causas son las siguientes:

Causa 1: como regla general ellos se dedican exclusivamente a la etapa pobre del negocio agrícola que es la etapa de producción propiamente tal; ésta exige mucho trabajo, expone a permanentes riesgos y genera pocas ganancias. Las actividades de la etapa rica (fabricación y reventa de insumos, procesamiento para incorporar valor y comercialización de las cosechas) son realizadas por otros agentes del agribusiness, aunque algunas de ellas podrían ser ejecutadas por los propios agricultores si ellos lo hiciesen en forma asociativa y gradual.

Causa 2: además de encargarse apenas de la referida etapa pobre, muchos agricultores la ejecutan con marcadas ineficiencias, tal como lo comprueban los bajos rendimientos promedio de la agricultura y ganadería latinoamericana, la inadecuada o insuficiente diversificación productiva, el dedicarse a producir rubros de muy baja densidad económica, etc. Esto sin desconocer las importantes mejoras de productividad de muchos sectores y regiones, mejoras que por otra parte demuestran que es posible crecer en cantidad y calidad de productos y en competitividad del sector.
Al acostumbrarnos a vivir con el problema… ¡dejamos de verlo!

Estas dos distorsiones están tan generalizadas en la agricultura latinoamericana que, a pesar de ser muy dañinas para la economía de los agricultores, son consideradas por muchos de ellos como normales y aceptables; a tal punto que muchos productores rurales ni siquiera se dan cuenta que la falta de rentabilidad es provocada mayoritariamente por ellos mismos, al adoptar los siguientes procedimientos:
- Sus costos unitarios de producción son innecesariamente altos en virtud de los bajos rendimientos promedio que obtienen por unidad de tierra y de animal; y de los altos precios que, debido a su individualismo, pagan en la adquisición de los insumos y en la realización de varias inversiones sobredimensionadas, que no deberían hacerlas en forma individual.
- Los precios de venta de sus cosechas son innecesariamente bajos porque, otra vez, por no practicar la “asociatividad”, los productores comercializan sus excedentes en forma individual, sin agregarles ningún valor y con el primer eslabón de intermediación, directamente en sus fincas.
Las causas más inmediatas de la falta de rentabilidad empiezan en las propias fincas y comunidades rurales.

Estos antecedentes ilustran que los productores son víctimas principalmente de sus propias ineficiencias de producción, administración rural y comercialización. Al contrario de lo que suele afirmarse, muchos de sus problemas se deben a la falta de conocimientos técnico - gerenciales y de organización empresarial y comunitaria, y no sólo a equivocadas políticas crediticias, cambiarias, arancelarias e impositivas.

Este es un problema de fondo que debemos reconocer con humildad y enfrentarlo con realismo, objetividad y profesionalismo; porque las ineficiencias provocadas por la falta de conocimientos y de organización empresarial deben ser corregidas con capacitación y no premiadas con subsidios.

Esto no significa desconocer los problemas estructurales de la agricultura, pero se trata de no caer en la trampa de no hacer lo que es posible y necesario porque hacemos foco solamente en seguir reclamando por las medidas que están fuera del alcance de los agricultores y de los extensionistas.
Preguntas que nos duelen... a todos

Todo lo anterior parece muy claro y entonces cabe preguntarse:
- ¿Por qué las familias rurales aún no están capacitadas para corregir sus ineficiencias productivas y por qué no están organizadas en grupos para comprar insumos, incorporar valor a sus cosechas y comercializarlas en conjunto, en vez de seguir ejecutando todas estas actividades en forma individual?
- ¿Cómo explicar la persistencia de estas distorsiones tan elementales si en América Latina existen decenas de miles de extensionistas y promotores del desarrollo rural que, con gran dedicación, han estado actuando durante muchos años en los más diversificados Servicios de Asistencia Técnica y Extensión Rural (SATER), máxime considerando que éstos fueron creados exactamente para corregir dichas ineficiencias y distorsiones?
- ¿Cómo explicarlo si durante más de 50 años estos servicios han pasado por permanentes reestructuraciones y han aplicado las más variadas políticas, estrategias, enfoques y modelos de extensión rural?
Las reestructuraciones de los SATER fueron mal enfocadas

Ello ocurrió y sigue ocurriendo porque tales reestructuraciones han subestimado e ignorado tres debilidades que jamás podrían haber dejado de ser consideradas como prioritarias; porque son ellas las verdaderas y más profundas causas de los modestos resultados obtenidos por los SATER:

1) El extensionista no está suficientemente preparado para ayudar a que los propios agricultores corrijan sus ineficiencias y solucionen sus problemas.
2) El SATER no proporciona las condiciones mínimas para que el agente de extensión permanezca permanentemente (la redundancia es intencional) en el campo y dedicado principalmente a sus labores educativas y organizativas de la comunidad.
3) El extensionista no utiliza, plena y racionalmente, eficaces estrategias, métodos y medios de extensión rural.

Estas debilidades, mas endógenas que exógenas, son las que están produciendo un enorme daño a la eficacia y eficiencia de los SATER y consecuentemente deberían constituir la prioridad de cualquier reforma de la extensión rural.

Sin embargo, las múltiples reestructuraciones efectuadas en las últimas décadas no lograron eliminarlas. Prueba de ello es que después de cada reestructuración los extensionistas locales siguieron haciendo prácticamente lo mismo que hacían antes de la reforma, sin cambios técnico - metodológicos ni en sus actitudes. Ello ocurrió, entre otras razones, porque las referidas reestructuraciones:
- En vez de empezar a corregir las crónicas debilidades técnicas, metodológicas y operativas que ocurren en las agencias locales de extensión rural, proporcionándoles las condiciones para que puedan responder a las necesidades concretas de las familias y comunidades rurales
- Prefirieron el camino más cómodo de proponer reformas en aspectos teóricos, conceptuales y a veces ideológicos de lo que ocurre en las cúpulas institucionales.

En el presente documento se propone revertir esa tendencia y poner énfasis exactamente en aquellos aspectos concretos del accionar de los SATER en terreno, que no dependiendo de decisiones políticas de alto nivel tienen un gran impacto en los resultados a lograr en las fincas. En otras palabras, se propone empezar las reformas desde abajo y no desde arriba de las estructuras de los SATER; desde adentro y no desde afuera.

Corrigiendo apenas estas tres deficiencias, los SATER estarán en condiciones de contribuir realmente a promover una profunda transformación en el desempeño de los productores rurales. Aunque los gobiernos sigan sin otorgar a los agricultores los créditos, los subsidios ni las garantías de comercialización, que ellos tanto reivindican. Afortunadamente la corrección de gran parte de estas debilidades no depende de decisiones externas a los SATER y gracias a ello podrán ser ejecutadas por sus propios ejecutivos y por todos los extensionistas. En esta propuesta de reforma la “decisión personal” de cada ejecutivo y extensionista del SATER es más importante que la “decisión política” del gobierno.

En sentido contrario, mientras estas tres debilidades no sean corregidas no tiene mucho sentido seguir formulando sofisticadas teorías académicas sobre políticas, enfoques y modelos de extensión rural, reformulando organigramas y “flujogramas” institucionales, ni tampoco incluyendo temas de moda en sus programas o dando nombres nuevos a los problemas antiguos. Porque el problema no está tanto en las políticas, en los modelos o en los enfoques, sino en la inadecuada capacitación técnica y metodológica de los extensionistas; y en la falta de agilidad operativa de los SATER para proporcionarles las condiciones de permanencia en el campo, dedicados principalmente a trabajar por la capacitación y la organización de las familias y comunidades rurales.
Tres debilidades a superar y estrategias a desarrollar

Debilidad A: El extensionista no está suficientemente preparado para ayudar a que los propios agricultores corrijan sus ineficiencias y solucionen sus problemas.

La globalización de la economía y la reducción o eliminación de los servicios estatales de apoyo a la agricultura están exigiendo un nuevo extensionista con visión ejecutivo-empresarial que tenga las siguientes actitudes y aptitudes:

1) Deberá estar consciente de que, en los países pobres, el modelo paternalista de desarrollo rural basado en créditos, subsidios y garantías oficiales de comercialización está agotado. Dicho modelo es una utopía que ya no tiene ninguna posibilidad real de ser llevada a la práctica. El extensionista que ignore esta realidad fracasará en su misión como promotor del desarrollo rural; porque su accionar estará basado en recursos que no existen y en soluciones que los agricultores, sencillamente, no pueden adoptar. Países pobres con muchos agricultores también pobres necesitan de un agente de extensión que sepa "producir más y mejor con menos recursos"; un extensionista que sea capaz de ayudar a solucionar los problemas de los agricultores, contando inicialmente apenas con los recursos que ya están disponibles en sus fincas y comunidades y no con los que sería deseable que estuviesen disponibles. Este es el principio básico para un extensionismo de resultados.

2) Deberá partir de la premisa de que, la familia rural es el más importante agente potencial de desarrollo rural; y que su misión como educador consiste en transformar cada familia en un agente real de desarrollo, de su finca y de su comunidad. Para que esto sea posible la acción del extensionista deberá apuntar a lograr que las propias familias y comunidades rurales adquieran la voluntad y la capacidad de tomar, en sus propias manos, la corrección de sus ineficiencias y la solución de sus problemas. Teniendo en cuenta que los gobiernos no pueden "hacer todo por todos los agricultores siempre", el extensionista deberá ser consecuente con esta realidad y adoptar una estrategia de desarrollo que sea educativo - emancipadora.
En las actuales circunstancias este es el único camino posible para que los agricultores se vuelvan menos dependientes de ayuda de gobierno y menos vulnerables en su relación con intermediarios, procesadores y supermercados y sean menos afectados por subsidios y medidas proteccionistas de los países ricos.

Los productores rurales latinoamericanos necesitan de un extensionista que sepa aplicar el antídoto más eficaz contra las dependencias y vulnerabilidades que venimos describiendo. Este antídoto es la eficiencia tecnológica y gerencial de los agricultores y la fortaleza organizativo - empresarial de sus comunidades. Este es el mejor "remedio" para una agricultura que prácticamente ya no cuenta con ayudas gubernamentales.

3) El agente de extensión deberá trabajar consciente de que la principal causa del subdesarrollo rural es la insuficiencia e inadecuación de los conocimientos, habilidades y actitudes que poseen las familias y comunidades rurales; y no tanto la falta de recursos financieros y de decisiones políticas. Consecuentemente, las soluciones que él formule deberán depender mucho más de medidas técnico - educativas que político - crediticias. En su condición de profesional de ciencias agrarias y no de ciencias políticas, el extensionista deberá abordar, en primer lugar, aquellos problemas que son solucionables con las herramientas de su profesión, en vez de seguir esperando que otras instituciones contrarresten, a través de subsidios, las consecuencias y los efectos de las ineficiencias productivas y comerciales de la agricultura.

El extensionista deberá empezar a solucionar los problemas del agro desde adentro de las fincas y comunidades y no necesariamente desde afuera. Desde abajo hacia arriba y no necesariamente desde arriba hacia abajo. Desde lo micro y no desde lo macro. Desde lo sencillo y no desde lo                    complejo. Deberá hacerlo iniciando con aquellas medidas que, al ser de bajo o cero costo, no necesariamente requieran de recursos adicionales a los que los agricultores ya poseen, ni de decisiones políticas de alto nivel. Poseyendo esta actitud y esta aptitud de descomplicar y desmitificar la complejidad de la problemática rural, el extensionista estará en mejores condiciones para contribuir a solucionar los problemas, en vez de seguir apenas “problematizando” las soluciones.

4) Con el fin de hacer factible la estrategia de desarrollo endógeno propuesta en el punto anterior, el extensionista deberá ser capaz de:

a) Identificar los errores que los agricultores cometen, con mayor frecuencia, en la producción, en la administración de las fincas, en la adquisición de los insumos y en la comercialización de los productos, porque, como regla general son estos errores, y no tanto la falta de políticas y de créditos, las principales causas de los bajos ingresos de las familias rurales. El agente de extensión deberá tener la objetividad y el pragmatismo de identificar, en primer lugar, aquellas ineficiencias que puedan ser corregidas y eliminadas por los propios agricultores, pues de lo contrario de poco serviría identificarlas.

b) Poner énfasis en aquellos problemas que puedan ser solucionados por las propias familias rurales, con una menor dependencia de aportes externos a las fincas. Los diagnósticos obsoletos que enfatizan los problemas que no son solucionables por los propios agricultores rebajan, en vez de elevar la autoestima de las familias rurales, y desestimulan en vez de estimular sus iniciativas. Dichos diagnósticos las conducen a la pasividad y al fatalismo, porque les dan una sensación de incapacidad e impotencia para transformar su realidad adversa. Enfatizar tales diagnósticos significa practicar la anti-extensión rural; porque un importante papel del extensionista moderno es exactamente el de simplificar la solución de los problemas, para conseguir que los agricultores aprecien que ellos mismos pueden resolverlos.

c) Identificar aquellos problemas que suelen ser invisibles para los productores, tales como costos ocultos, inversiones sobredimensionadas y recursos ociosos, actividades y/o gastos improductivos, tierras y animales con baja productividad, pérdidas durante y después de la cosecha, etc. Desafortunadamente estos problemas invisibles están muy generalizados en las fincas latinoamericanas. El extensionista deberá hacerlos "visibles" a los agricultores y luego de ello hacerlos solucionables por los propios agricultores y sus comunidades.

d) Identificar los recursos y potencialidades de desarrollo que ya están disponibles en las fincas y comunidades, priorizando su aprovechamiento racional antes que identificar debilidades y restricciones, especialmente si éstas no pueden ser corregidas por el productor ni por el extensionista. Primero utilizar lo que hay y recién después reivindicar, con mayor autoridad, lo que no hay. A modo de ejemplo, si el agricultor tiene una vaca que produce 4 litros de leche al día y un ternero cada 22 meses (promedios latinoamericanos), pudiendo producir 20 litros al día y un ternero a cada 12 meses, la prioridad es producir forraje para alimentarla y mejorar su manejo sanitario y reproductivo, antes de adquirir vacas adicionales. De lo contrario lo más probable será que el productor se endeudará innecesariamente y las vacas adicionales apenas compartirán el hambre con la primera.

e) Formular propuestas para resolver los problemas, a través de medidas que sean compatibles con las reales posibilidades de los agricultores en adoptarlas. De poco sirve que el extensionista proponga excelentes "recetas" si los agricultores no disponen de los "ingredientes" necesarios para llevarlas a la práctica. El agente de extensión deberá descomplicar los problemas con el propósito de facilitar y hacer factible su solución. Debe recurrir a propuestas sencillas y seguras, de bajo costo y buenos resultados comprobados.

f) Generar verdaderos desafíos en las familias y comunidades rurales, mostrando que normalmente existe un buen margen posible de progreso aún con sus limitaciones y dependiendo sólo de sus propios recursos. En este sentido podemos decir que el buen extensionista es un “desafiador”, alguien que genera condiciones para que los productores lleguen a querer innovar y progresar, que tengan una ambición sana y adquieran un fuerte deseo de superación.

g) Saber ejecutar, con sus propias manos, las principales actividades y faenas agrícolas (sembrar, podar, regar, operar y regular maquinaria, inseminar, ordeñar, procesar y comercializar cosechas, etc.). No es suficiente que el extensionista posea excelentes conocimientos teóricos sobre agricultura y desarrollo rural. El productor será permeable a sus propuestas recién después que demuestre que sabe hacer cosas y solucionar problemas.
Con este pragmatismo y con estas actitudes proactivas, el nuevo extensionista dejará de ser un simple “reivindicador” de reclamos y asumirá la función, mucho más fructífera y constructiva, de promotor de soluciones de los problemas existentes en las fincas y comunidades rurales. Este es el extensionista que la agricultura moderna realmente está necesitando.

5) El agente de extensión deberá tener la versatilidad necesaria para desempeñarse con agricultores de distintos niveles de disponibilidad de recursos productivos, pero muy especialmente, con aquella gran mayoría de productores afectados por la adversidad físico - productiva y por la escasez de capital. Esta gran mayoría necesita de un extensionista que sea capaz de empezar la solución de sus problemas, aun cuando ella no tenga acceso:

- Al crédito, porque existen muchas y muy eficaces tecnologías que para ser adoptadas no lo requieren
- A las semillas híbridas, empezando con buenas semillas de variedad
- A las raciones industrializadas, produciendo sus principales ingredientes y elaborándolas en la propia finca
- A la maquinaria moderna, constituyendo grupos para adquirirla y utilizarla en forma conjunta.
- A los animales de alto potencial genético, ya que la alimentación y el manejo sanitario y reproductivo adecuados pueden compensar, al menos en parte, la menor calidad genética
- A las garantías de comercialización, reduciendo costos, diversificando, escalonando y transformando o procesando la producción.

Este pragmatismo de "partir de lo posible para llegar a lo deseable" es prácticamente un imperativo para lograr el desarrollo rural con equidad; porque las seis restricciones recién mencionadas están presentes en la mayoría de las fincas latinoamericanas. El técnico que no es capaz de actuar con este realismo, sencillamente no podrá ser extensionista en un país subdesarrollado, porque no estará en condiciones de responder a las necesidades de sus clientes, tal como ellos realmente lo necesitan.

6) El extensionista deberá priorizar la correcta aplicación de insumos intelectuales y tecnologías de procesos (el cómo hacer), por sobre los insumos materiales y las tecnologías de productos (el con qué hacer). Los primeros, al depender apenas de conocimientos, son de menor costo y no se gastan al ser aplicados; mientras que los segundos, al depender de recursos financieros y materiales, son de mayor costo y se gastan cada vez que se los utiliza. En países subdesarrollados, los agricultores y los gobiernos tienen una crónica insuficiencia de recursos financieros. Es debido a esta importantísima restricción que:
- Los factores de desarrollo agrícola que son caros y escasos deberán ser un complemento en el proceso de modernización productiva y no un condicionante para empezarla o una excusa para no empezarla.
- El extensionista deberá conseguir que los productores rurales “gradualicen” la solución de sus problemas. Esta “gradualización” podrá ser vertical (empezando a resolver los problemas de solución más fácil y de más bajo costo) u horizontal (iniciando la tecnificación en pequeñas superficies o con pocos animales e ir avanzando hacia mayor cantidad de hectáreas y de animales).

7) Finalmente, el extensionista deberá tener una visión integral del negocio agrícola. Al visualizarlo en su conjunto comprenderá que el éxito económico del agricultor depende de que exista eficiencia y racionalidad en todas sus actividades y etapas: en la adquisición de insumos, en la producción propiamente tal y en el procesamiento y comercialización de los productos. También comprenderá que algunas de estas actividades o etapas sencillamente no pueden ser efectuadas, con eficiencia económica, si los agricultores las ejecutan en forma individual. Por esta razón el extensionista deberá partir de la premisa de que la agrupación de los pequeños productores es una medida imprescindible para que ellos puedan sobrevivir en la actividad agrícola.

A través de dicha agrupación los propios agricultores podrán ir asumiendo, en forma gradual, otras etapas del negocio agrícola; y de esta manera, beneficiarse ellos de sus ganancias y no los agroindustriales y comerciantes. En otras palabras, la eficiencia no podrá ser parcial, tendrá que ser integral, en los aspectos técnicos, gerenciales y organizativos y avanzando todo lo posible en la cadena agroalimentaria. Sin embargo no debemos desconocer que en muchos casos productores muy exitosos como tales, sufrieron grandes problemas cuando incursionaron por ejemplo en la industria procesadora de sus productos. Esto no es sencillo ni es la panacea. Se hace necesario muy buena organización y crecimiento gradual de la capacidad de gestión y hasta pueden ser solución etapas intermedias de lograr mejores condiciones de comercialización con quienes actualmente le compran la producción.
En el mundo moderno la capacitación de los extensionistas no es tan cara ni tan difícil.

Para alcanzar este perfil más pragmático, más empresarial y más ejecutivo, descrito en los 7 puntos precedentes, los agentes de extensión no necesitan adquirir conocimientos muy profundos, complejos o sofisticados. Conocimientos y habilidades bastante elementales serán suficientes para que ellos puedan corregir los errores y solucionar los problemas (ambos generalmente también elementales), que ocurren con mayor frecuencia en la mayoría de las fincas y comunidades rurales. Por esta razón, en una primera etapa, la capacitación de los extensionistas no necesariamente deberá consistir en cursos muy teóricos, de alto costo y de larga duración que suelen alejarlos aún más de la realidad concreta del sector productivo rural, en vez de acercarlos a ella. Lo realmente importante es que los contenidos de la capacitación sean aplicables y eficaces en la solución de los problemas que ellos enfrentan con mayor frecuencia en sus labores cotidianas.

Se requiere de un verdadero reciclaje profesional que además de actualizar los conocimientos técnicos y metodológicos, cambie la mentalidad y las actitudes de los extensionistas, que logre elevar su ego, su autoestima y su auto confianza, al demostrarles que ellos son capaces de ayudar a solucionar los principales problemas de los agricultores, utilizando básicamente los insumos intelectuales de su profesión y las potencialidades de las familias y comunidades rurales. Esto puede lograse en el marco de una propuesta de capacitación en la acción, de modo que aprendan a corregir las ineficiencias de los agricultores, corrigiéndolas y aprendan a solucionar los problemas de la agricultura, solucionándolos. En las capacitaciones tradicionales para extensionistas se les ha enseñado antes para que lo apliquen después y lo que se está proponiendo es pasar a un modelo de capacitación durante. Dicho de otra forma es la capacitación en terreno, ejecutándola allá donde están los problemas y en el momento que ellos ocurren, con métodos activos a partir de la discusión y resolución de casos concretos. Después de recibir tal capacitación, los extensionistas deberán ser pagados de acuerdo a su capacidad que resolver problemas y de generar ingresos adicionales a los agricultores; y no apenas de acuerdo a su capacidad de ejecutar actividades.

Por otra parte existen, y es bueno recurrir a ellas en forma complementaria, variadas alternativas de capacitación de muy bajo costo y reconocida facilidad de acceso: cursos a distancia, páginas Web, organización de pequeñas bibliotecas y videotecas en las agencias locales o regionales de extensión rural, visitas a estaciones experimentales, a fincas de agricultores eficientes y a grupos asociativos exitosos, a agroindustrias, etc. Lo anterior indica que, gracias a las facilidades del mundo moderno, la escasez de recursos presupuestarios y la falta de decisiones de alto nivel ya no son importantes restricciones para que los extensionistas sean capacitados y/o se auto-capaciten.

En resumen, es necesario y posible desmitificar la complejidad de la problemática rural; y para ello se requiere, como primer paso, “pragmatizar” y “descomplicar” los contenidos de los programas de capacitación de los extensionistas; reemplazando aquellos que son innecesariamente complejos, muy teóricos, abstractos y descontextualizados de la realidad rural, por otros más prácticos y utilizables por ellos en la solución de los problemas de las familias y comunidades rurales.

El extensionista que adquiera el perfil descrito en los 7 puntos precedentes estará apto a solucionar los problemas más inmediatos que afectan a la mayoría de las familias rurales; aunque se mantengan todas las conocidas restricciones y adversidades que afectan a los agricultores.

En relación también a la formación y capacitación de profesionales y para-técnicos actuales y futuros cabe un párrafo especial sobre las escuelas agro-técnicas y las facultades de ciencias agrarias. Ambas deberían ejecutar actividades de extensión rural en carácter permanente y directamente en terreno, no apenas para enseñar y difundir innovaciones sino que también para “zambullirse” en la realidad rural concreta y a partir de esta actualización y retroalimentación adecuar sus contenidos educativos y sus métodos pedagógicos. Habría una reciprocidad de beneficios entre agricultores y las mencionadas instituciones, éstas pasarían a ser más realistas y útiles a aquellos. Por otra parte pasantías de estudiantes en fincas sin duda serían un aporte para la tarea de los SATER. Esto también contribuiría a reorientar la tarea de las facultades y escuelas agro-técnicas hacia formar egresados que tiendan al auto-empleo y a generar oportunidades de trabajo en el campo.

Debilidad B: El extensionista no permanece suficientemente en el campo. Allá están los problemas y allá tendrán que ser resueltos.

El extensionista debe poder actuar permanentemente en las fincas y comunidades rurales. Porque es allá donde deberá trabajar con los agricultores para lograr que ellos avancen en los objetivos de saber, poder y querer producir con eficiencia y superar sus problemas individuales, grupales y comunitarios. Solucionando problemas concretos en el campo agricultores y extensionistas adquieren más confianza y se afianzan. Asimismo ambos confirman en la práctica que muchos problemas pueden ser resueltos por ellos mismos, sin depender tanto de los gobiernos o de otras ayudas externas.

Este requisito de permanecer en terreno, que parece tan obvio, desafortunadamente no está presente en la mayoría de los SATER latinoamericanos. La falta de vehículos, combustibles y viáticos es una importantísima causa del fracaso de la extensión rural. Inexplicablemente, durante las últimas décadas, esta debilidad fue subestimada y casi aceptada como si fuese aceptable. Sin embargo es también necesario cuestionarnos acerca de por qué esto ocurre, incluso ante una pasividad prácticamente total de parte de los agricultores y de sus gremios. Es necesario tener la humildad de reconocer que no siempre en los SATER se lograron resultados tan importantes que al decaer su accionar, se hayan generado reacciones en defensa del servicio.

El primer camino entonces para solucionar las restricciones de recursos para el accionar del SATER es demostrar claramente que es capaz de generar resultados, repetimos RE-SUL-TA-DOS. Estos deben ser concretos, “medibles” y coherentes con las necesidades de los productores y con los objetivos y metas de los programas de trabajo de los SATER.

Esta restricción de recursos puede y debe ser eliminada en el corto plazo. En primer lugar porque está produciendo un enorme daño a la eficacia de los SATER y a la eficiencia de los agricultores. En segundo lugar porque existen varias alternativas, de fácil adopción y reconocida eficacia, a través de las cuales ella puede ser eliminada. Es decir, no existen razones insuperables para seguir conviviendo con ella. Sin embargo, para hacerlo es necesario ingeniar soluciones innovadoras, que vayan más allá del cómodo camino de solicitar recursos adicionales al Estado.

Si el SATER no puede proporcionar o financiar al extensionista la adquisición del vehículo convencional (motorizado de 4 ruedas), deberá actuar con realismo y adoptar otros medios de transporte que sean compatibles con sus disponibilidades presupuestarias; o alternativamente deberá ofrecer estímulos para que el extensionista resida en la propia comunidad y no pierda su escaso tiempo haciendo largos recorridos por las carreteras. Finalmente, si éstas alternativas no son aplicables, el SATER deberá adoptar la medida radical de reducir su estructura operativa; y, con los ahorros obtenidos, disponer de los recursos necesarios para garantizar la permanencia de los extensionistas en terreno. Es muchísimo mejor tener 70 u 80 extensionistas solucionando los problemas en el campo que 100 burocratizando y frustrándose en las oficinas. La solución más eficaz y definitiva consiste en eliminar todas las causas, motivos y hasta excusas para que los extensionistas no permanezcan en terreno.

Mientras convivimos con este doble desperdicio (de tecnologías ociosas y de extensionistas recluidos en las oficinas), los agricultores fracasan exactamente porque no aplican todo lo que podrían de esas tecnologías y porque no se organizan como grupo y a nivel de sus comunidades; y sin embargo hay insuficiente presencia de los extensionistas en el campo. Lo más lamentable es que los empobrecidos gobiernos han hecho lo más caro y más difícil (generar las tecnologías y formar los extensionistas) y ahora desaprovechan esa valiosa inversión porque no proporcionan las condiciones objetivas para que los agentes de cambio permanezcan en terreno y trabajen con los productores logrando que se apliquen esos nuevos conocimientos.

La situación recién descripta produce la siguiente contradicción y paradoja: lo que en apariencia es una insuficiencia de recursos, en realidad es un desperdicio de éstos. Dicho desperdicio es provocado por el siguiente error, grave pero desafortunadamente muy generalizado en los SATER latinoamericanos: no respetar el límite, considerado como razonable, de gastar menos del 70% del presupuesto en salarios y contribuciones sociales. Cuando tal límite es superado, los extensionistas suelen permanecer recluidos en las oficinas, no tanto porque los recursos presupuestarios sean insuficientes, sino porque han sido mal distribuidos, al ser destinados al pago de una excesiva cantidad de personal, ya sea técnico o administrativo.
Debilidad C: El extensionista no utiliza, plena y racionalmente, eficaces estrategias, métodos y medios de extensión rural.

La corrección de las debilidades A y B será suficiente apenas para mejorar la eficacia del SATER en beneficio de aquella minoría de agricultores que ya está recibiendo algún tipo de asistencia. Sin embargo, dicha minoría es inferior al 10% de los productores de esta región y el desarrollo rural con equidad, requiere beneficiar al 90% de agricultores actualmente excluidos. Evidentemente que los gobiernos no disponen de recursos para decuplicar la cantidad de extensionistas y de vehículos; ni tampoco sería el camino correcto ya que los SATER tienen que ingeniarse para trabajar en el marco de nuestros empobrecidos países.

Por estas razones será necesario buscar otras alternativas más realistas e innovadoras, como por ejemplo:

a) Incorporar para-técnicos en las actividades de los SATER. Debidamente capacitados, en aspectos técnicos y metodológicos, ellos pueden producir un importante efecto multiplicador en las acciones de los actualmente insuficientes extensionistas, como por ejemplo: los maestros de las escuelas básicas rurales, los agricultores exitosos, los líderes rurales, los estudiantes de ciencias agrarias y los promotores de otras instituciones relacionadas con el desarrollo rural.

b) Involucrar en sus actividades a otras instituciones que puedan ampliar y “sinergizar” las acciones de los SATER, como por ejemplo: cooperativas y asociaciones de agricultores, fabricantes de insumos y maquinaria, acopiadores y procesadores de las cosechas, etc. El éxito económico de todas ellas depende de que los agricultores mejoren su eficiencia productiva e incrementen sus ingresos. Por estas razones está en el interés de dichas instituciones, ejecutar, apoyar o financiar las actividades de capacitación. Es evidente que los financiarán recién después que los SATER corrijan sus actuales debilidades; y les demuestren que al financiarlos estarán haciendo una inversión que les proporcionará buenas ganancias. El “gastar para ejecutar actividades” deberá ser reemplazado por el “invertir para producir resultados y solucionar problemas”. Los SATER que no lo hagan quedarán cada vez mas “desfinanciados”.

c) Establecer estímulos para que el sector privado constituya empresas de asesoramiento técnico capacitando y contratando profesionales agropecuarios hoy desocupados o sub-ocupados. Otro ejemplo de desperdicio de los escasos recursos públicos es el altísimo porcentaje de profesionales y técnicos en ciencias agrarias que actualmente están desempleados. Ello ocurre no porque los agricultores no necesiten de su asesoramiento, sino porque el perfil de dichos profesionales, muy teórico y disfuncional, es totalmente inadecuado a sus necesidades. Estos desempleados desearían y deberían recibir una capacitación muy funcional y práctica que los habilitara a auto-emplearse. Efectivamente, esa capacitación debiera desarrollar en ellos los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios para lograr que los productores rurales desarrollen su capacidad para " ganar dinero haciendo una agricultura verdaderamente eficiente". A través de esta medida se solucionarían, simultáneamente, los problemas de los profesionales desempleados y los de los agricultores carentes de una eficiente asistencia técnica.

d) Incrementar y "eficientizar" el uso de los métodos y medios de extensión de mayor cobertura y eficacia, tales como las demostraciones de resultados, las parcelas o fincas demostrativas, las giras o excursiones técnicas, los días de campo, los programas radiales y televisivos, las páginas Web, etc. Antes de solicitar recursos públicos adicionales para ampliar su cobertura, los SATER deberían mostrar más y mejores resultados, dinamizando y organizando a los productores y utilizando en la plenitud de sus potencialidades, los métodos y medios de bajo costo y de gran efecto multiplicador, que están disponibles pero inexplicablemente sub-utilizados. Como ejemplo podemos mencionar la radio; desafortunadamente son poquísimos los extensionistas que aprovechan ese medio, a pesar de ser de bajo costo, fácil utilización, gran cobertura y notable llegada entre los productores.

e) Sin perjuicio de seguir dedicándose a su actividad tradicional de capacitar a sus propios extensionistas y a las familias rurales, el SATER oficial podría encargarse de la capacitación (en aspectos técnicos y metodológicos) de los extensionistas y para-técnicos de todos los demás organismos de extensión, promoción y desarrollo rural del respectivo país. Sería una manera muy interesante y eficaz de mejorar la eficiencia y ampliar la cobertura de todos los organismos que integran en sistema nacional de ATER. Varios SATER latinoamericanos aún poseen excelentes y muy vivenciados extensionistas cuya sabiduría debería ser aprovechada para perpetuar las experiencias exitosas del pasado, repasándolas a las nuevas generaciones de agentes de cambio. Estos antiguos extensionistas deberían ser los “catedráticos” de los cursos de capacitación de los nuevos agentes de extensión.

Ofrecimiento: Críticas a este artículo y pedidos de documentos que amplían y fundamentan técnicamente su contenido podrán ser dirigidos a las siguientes direcciones de los e-mails:

Los documentos ofrecidos son los siguientes:

1) ¿Cómo enfrentar la crisis de la agricultura: lamentando los problemas insolubles o resolviendo los problemas solucionables?

2) ¿Lo que PIDEN los agricultores y lo que PUEDEN los gobiernos: mendigar dependencia o proporcionar emancipación?

3) La escuela rural debe formar “solucionadores de problemas”

4) ¿Rentabilidad en la agricultura: con más subsidios o con más profesionalismo?

5) Buscando soluciones para la crisis del agro: ¿en la ventanilla del banco o en el pupitre de la escuela?

6) Los agricultores necesitan de un sistema educativo que ayude a solucionar sus problemas

7) La formación de profesionales para profesionalizar a los agricultores

8) La modernización de la agricultura: los pequeños también pueden

9) Educación agrícola superior: la urgencia del cambio

10) Desarrollo agropecuario: de la dependencia al protagonismo del agricultor. Este es el único documento que no podemos enviar vía e-mail. Sin embargo, podrá ser encontrado en la siguiente página Web:

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