sábado, 10 de octubre de 2009

INAB, 15 Mitos al desnudo de la realidad



Técnico Forestal parado frente a un plantación de Pinus caribeae
Mito 1: Las plantaciones forestales son "bosques plantados"


Las plantaciones son bosques uniformados. Parecen soldaditos en fila, y eso son. Vestidos de verde, marchan rumbo al mercado mundial. Mienten los himnos que en nombre de la naturaleza cantan sus glorias. Los bosques industriales se parecen a los bosques naturales tanto como la música militar se parece a la música, y tanto como la justicia militar se parece a la justicia.
Eduardo Galeano, escritor, Uruguay

Mito No. 2: Las plantaciones de árboles generan empleos


Las plantaciones de árboles en gran escala no generan empleos porque la producción siempre se realiza de la forma más mecanizada posible. La empresa Veracel Celulose en Brasil, por ejemplo, genera 1 empleo directo cada 103 hectáreas de eucalipto. En cambio, la plantación de café, muy común en Brasil, es capaz de crear hasta 1 empleo por hectárea.
En búsqueda de ganancias, las empresas explotan a los pocos trabajadores que emplean, poniendo en peligro su salud. Entre los operadores de las máquinas de corte, que cumplen 5 funciones al mismo tiempo, son comunes los problemas en la columna, en los brazos y de insuficiencia renal. Las mujeres que trabajan en los viveros de producción de mudas, también sufren problemas relacionados con los esfuerzos repetitivos que causan lesiones en brazos y manos. La política de tercerización del trabajo reduce aún más los derechos y sueldos de los trabajadores.
Los empleos generados son además extremadamente caros, si se los compara con el costo de generación de otros empleos en el campo. Por ejemplo, un empleo generado por Veracel Celulose cuesta 2 millones de dólares. Con esta suma, sería posible instalar a más de 150 familias en asentamientos de la reforma agraria, lo que propiciaría un futuro para esas familias y produciría alimentos para abastecer a las ciudades, en vez de exportar celulosa para producción de papel descartable en Europa.
Winnie Overbeek, Red Alerta contra el Desierto Verde, Brasil

Mito No. 3: Las plantaciones son mucho más productivas que los bosques nativos


Cualquiera que adhiera a esta idea debe ser alguien que, o bien no visitó nunca una zona de bosques rodeada de comunidades, o bien simplemente está vinculado al negocio de las plantaciones. Los lugareños de los países del Mekong, en el sudeste asiático, que viven y dependen de sus bosques nativos, estarán totalmente en desacuerdo con tal afirmación. Para ellos, la conversión de sus bosques en plantaciones ha comenzado a ser la peor pesadilla que jamás sufrieron en la vida real.
A los ojos de los moradores de las zonas de bosque tropical del sur de China, Birmania, Laos, Camboya, Tailandia y Vietnam, las plantaciones no sólo son improductivas sino que no tienen valor alguno. Las grandes plantaciones de eucalipto, caucho y palma aceitera que han ocupado el lugar de sus bosques nativos no pueden proporcionarles el alimento diario, el refugio, las medicinas – todo lo necesario para cubrir las necesidades básicas de vida. Todavía más, los aldeanos de Laos y Tailandia que veneran a los bosques sagrados habitados por espíritus buenos nos dijeron que “los espíritus de los ancestros no se quedarán en la plantación” simplemente porque no pueden vivir en un falso bosque, y la gente no quiere quedarse en una comunidad que no tiene espíritus guardianes.
Las plantaciones disfrazadas de “bosques” sólo pueden proporcionar un producto – ya sea madera, aceite de palma o caucho – que claramente no puede competir con la diversidad biológica, los alimentos y los productos culturales y espirituales que los bosques proveen a las poblaciones locales. Entonces, si la mentira antes mencionada no es expuesta como lo que realmente es – un invento generado desde una perspectiva ciega – más y más gente de todo el mundo se verá privada del fundamento de sus vidas, basado en los bosques nativos.
Premrudee Daoroung, Towards Ecological Recovery and Regional Alliance (TERRA), Tailandia

Mito No. 4: Las plantaciones son buenas para el medio ambiente


¿Por qué es simplemente falsa esta afirmación? Los monocultivos de árboles no pueden mejorar el medio ambiente natural que es eliminado cuando se establecen las plantaciones, porque:
• Las especies vegetales indígenas, que satisfacen las necesidades tanto de la gente como de la fauna silvestre, se pierden, con lo cual desaparecen los ecosistemas naturales.
• Reemplazar la vegetación natural e incluso las tierras cultivables por plantaciones de árboles hace disminuir el agua superficial y subterránea.
• Las plantaciones de monocultivos de árboles afectan la salud del suelo, compactándolo, aumentando la acidez y contaminándolo con sustancias químicas tóxicas.
• La belleza intrínseca de los paisajes es destruida por las plantaciones de árboles que bloquean la vista con “una mortaja verde”.
• Las plantaciones de árboles suelen ser de especies exóticas que se diseminan fuera de la plantación, invadiendo humedales, praderas y bosques.
• Las comunidades locales, incluidos los Pueblos Indígenas, son desplazados de su tierra y forzados a vivir en asentamientos superpoblados e insalubres.

Aparte de los impactos directos ya enumerados, las plantaciones también provocan muchos impactos ambientales indirectos cuando los árboles son talados, transportados y procesados para ser exportados como troncos, chips o pasta de papel.
• Los ríos, lagos y océanos son contaminados por las sustancias químicas y los efluentes de las plantas de procesamiento.
• La quema de combustible y los procesos químicos causan una grave contaminación del aire.
• La industria de la celulosa y el papel figura en tercer lugar entre los principales emisores de gases de efecto invernadero.

Queda claro entonces que las plantaciones de árboles son MALAS para el medio ambiente.
Wally Menne, Timberwatch Coalition, Sudáfrica
Mito No. 5: Las plantaciones alivian la presión sobre los bosques nativos


Una típica propaganda difundida por intereses comerciales y gobiernos de muchos países tropicales es decir que las plantaciones quitarán presión sobre los bosques nativos. Ellos sostienen que, con suficientes plantaciones, se podría dejar en paz a los bosques nativos ya que aquéllas proporcionarían suficiente madera, volviendo innecesario extraerla de éstos.
Este argumento es una mentira absoluta. En primer lugar, porque las plantaciones y los bosques producen diferentes calidades de madera que apuntan a diferentes mercados. Esto significa que la demanda de madera de alta calidad continuará dependiendo de los bosques nativos mientras que las plantaciones de árboles cubrirán la demanda de madera de menor calidad.
Más importante aún es que, en la mayoría de los casos, los monocultivos de árboles se establecen reemplazando bosques nativos, los cuales son derribados y despejados para hacerles lugar. A través de esta actividad, la empresa de plantación, que a menudo es también la que tala los bosques, dispondrá de madera barata – al talar el bosque – y de tierra fértil hasta entonces ocupada por dicho bosque. En muchos casos, estas empresas ni siquiera establecen la plantación luego de talar y eliminar los bosques nativos – aunque sí venden la madera, obviamente – y abandonan la zona dejando tras ellas un bosque degradado. En Indonesia, millones de hectáreas de bosques degradados han sido el resultado de este proceso.
En resumen, las plantaciones no sólo no “alivian la presión” sobre los bosques sino que son una causa importante de deforestación y degradación forestal.
Longgena Ginting, WALHI, Indonesia

Mito No. 6: Las plantaciones son necesarias para satisfacer la creciente necesidad de papel


La necesidad de papel no está aumentando. No debemos confundir niveles de consumo con necesidad. En los países ricos ya utilizamos mucho más papel del que necesitamos, y la mayor parte se desperdicia. La real necesidad es reducir la demanda de papel, usar este recurso precioso con más eficiencia y estimular los sistemas de reciclaje que aseguran que las fibras de papel sean reutilizadas una y otra vez. Por supuesto, hay países y comunidades donde el consumo de papel está muy por debajo de lo necesario para la educación y las prácticas democráticas, y tienen derecho a utilizar más. Las escuelas necesitan libros, los votantes necesitan papeletas. Nadie dice que el papel no tenga ventajas. Nadie dice que usarlo sea malo ni que haya que eliminarlo. Pero las revistas que no se leen, la propaganda no solicitada, el empaque excesivo y las fotocopias sin sentido son un gran desperdicio y deberían ser limitados. Sin producir más papel que ahora, pero compartiéndolo de manera más equitativa, se podrían satisfacer las necesidades de todas las personas del planeta. Al reemplazar las fibras vírgenes por alternativas como el papel reciclado o los residuos agrícolas, se necesitaría menos árboles para producir papel, no más. Definitivamente, no necesitamos más plantaciones de árboles que produzcan fibra para hacer papel.
Mandy Haggith, autora de Paper Trails: From Trees to Trash, the True Cost of Paper (Random House/Virgin Books, 2008).
Mito No. 7: Las plantaciones brindan oportunidades a las mujeres


La experiencia de Ecuador en las zonas donde se han expandido las plantaciones a gran escala de pinos indica que, lejos de brindarles oportunidades a las mujeres, éstas se han visto perjudicadas de varias formas.
La llegada de las plantaciones forestales a los páramos ecuatorianos supuso la destrucción de los sistemas económicos locales, fuertemente basados en una economía de subsistencia. La pequeña agricultura de autoabastecimiento era llevada a cabo por las mujeres y les brindaba una cierta soberanía alimentaria, además de un margen para negociar los excedentes. Las plantaciones desmantelaron ese sistema y obligaron a las comunidades a integrarse a un nuevo sistema económico en el que el dinero es el elemento central, dejando poca cabida para las mujeres, en un mundo dominado por los hombres.
Por otro lado, la expansión de monocultivos forestales provocó también que se secaran las fuentes de agua. Esto recae sobre las mujeres en dos sentidos: como son ellas –junto con los niños – las encargadas del pastoreo, ahora deben recorrer largos trayectos en busca de agua para sus animales. A su vez, la escasez de agua hace más trabajosas las tareas domésticas y agrícolas.
Los cambios socioeconómicos resultantes del ingreso de las plantaciones, unidos a los impactos ambientales de las mismas han provocado además una migración generalizada. En la Sierra la tendencia es que los hombres salgan a trabajar a las ciudades y las mujeres se queden en la casa con los niños. Esto ha implicado una carga adicional sobre la mujer, pues a sus habituales tareas domésticas se agregan ahora trabajos del campo que antes hacían los hombres – a excepción de la siembra y cosecha, para las cuales los hombres vuelven.
En definitiva, las plantaciones no han hecho más que empeorar la situación de las mujeres, sin darles ningún beneficio a cambio.
Ivonne Ramos, Acción Ecológica, Ecuador


Mito No. 8: La certificación asegura que las plantaciones son socialmente beneficiosas y ambientalmente sustentables


En el área de las plantaciones de árboles, el FSC surge como el principal organismo encargado de concederle un certificado a las plantaciones que considere que son “ambientalmente apropiadas, socialmente beneficiosas y económicamente viables”.

El problema insalvable de ese “sello verde” otorgado por el FSC es que acepta lo que intrínsecamente no puede ser nunca ni socialmente beneficioso ni ambientalmente sustentable: el modelo de monocultivos de árboles a gran escala.

En Uruguay, una tras otra, las empresas que solicitan la certificación la logran, pero los impactos continúan y se agravan a medida que las plantaciones –certificadas o no– cubren extensiones cada vez mayores en distintas zonas del país. Abundan los testimonios acerca de lo que traen consigo las plantaciones forestales para las comunidades locales: ocupación de territorios, concentración y extranjerización de la tierra, desplazamiento de comunidades y de otros modos de producción, falta de agua, erosión del suelo, pérdida de soberanía alimentaria, por citar algunos impactos. Y sin embargo, el FSC las continúa certificando.
Es por eso que la certificación no hace más que legitimar la expansión de las plantaciones, maquillándolas de verde, y con ello debilita la lucha de quienes las resisten a nivel local, nacional, regional e internacional.
La única medida socialmente beneficiosa y ambientalmente sustentable con respecto a los monocultivos de árboles es suspender su expansión.
Elizabeth Díaz, Grupo Guayubira, Uruguay



Mito No. 9: Las plantaciones de palma aceitera ayudan a mitigar el cambio climático mediante la producción de agrodiesel
La expansión de las plantaciones de palma aceitera generalmente tiene lugar a costa de la transformación de ecosistemas naturales, especialmente bosques húmedos tropicales. Esto tiene efectos nefastos, por un lado porque estos bosques son el hogar de poblaciones muy tradicionales que han aprendido a lo largo de milenios a comprender el bosque y a usarlo respetando su dinámica natural. Por otro lado, la destrucción del bosque implica la liberación de dióxido de carbono (CO2) – uno de los gases de efecto invernadero, cuya acumulación en la atmósfera es responsable del calentamiento global y el consiguiente cambio climático. Y no solo eso, sino que si se hace un balance de CO2 comparativo entre los dos sistemas (el bosque y las plantaciones), veremos que los bosques tropicales, por su complejidad, almacenan y fijan mucho más carbono.
Las plantaciones de palma, como cualquier monocultivo en gran escala, demandan una gran cantidad de insumos en base de combustibles fósiles, que liberan carbono. También requieren plaguicidas, por la gran cantidad de plagas y enfermedades que infestan a estas plantaciones, así como herbicidas, para combatir cualquier especie de planta que no sea palma y que pueda competir por el agua y los nutrientes. Todo esto produce otro desbalance de Carbono, a lo que se suma que el agrodiesel producido a partir de aceite de palma generalmente tiene como destino la exportación. A su vez, el proceso de transporte que esto requiere genera más emisiones de CO2.
Es posible que el consumidor europeo que utilice el aceite o el agrodiesel de palma producido en un país tropical tenga la sensación de que está usando un combustible “ecológico” o “verde”. Pero ignora que ese combustible ha viajado desde el otro lado del mundo, quemando a lo largo de su viaje combustibles fósiles, y lo que es más grave, destruyendo la forma de vida de cientos de comunidades locales y de ecosistemas naturales.
Es por todo eso que las plantaciones de palma para agrodiésel no solo agravan el cambio climático sino que además impactan sobre los ecosistemas y las comunidades donde se implantan.
Elizabeth Bravo, Instituto de Estudios Ecologistas del Tercer Mundo, एचुँदोर

Mito No. 10: Las plantaciones ayudan a enfrentar el cambio climático a través de la producción de etanol


Para aquellos lectores del boletín del WRM que aún no lo saben, el sur de los Estados Unidos es la región de mayor producción de papel del mundo. Por más de 50 años hemos sido el campo de prueba de todos los métodos imaginables de silvicultura destructiva que, una vez perfeccionados aquí, se exportan al mundo entero. Por ejemplo, desde los años 50 y hasta el día de hoy, hemos convertido casi 17 millones de hectáreas de bosques y tierra arable en plantaciones de monocultivos para madera, lo cual nos ubica en el primer lugar del mundo en este sentido.
El último experimento es el plan de combatir el cambio climático estableciendo más plantaciones de árboles para la producción de etanol. Esto significará una mayor presión sobre los bosques naturales, una corrida para convertir más tierras boscosas en plantaciones, una mayor dependencia de los químicos tóxicos para el manejo forestal, ciclos de crecimiento más cortos que aumentan la presión sobre el suelo y los recursos hídricos, y un mayor empuje para desarrollar e implementar el uso de árboles genéticamente modificados. En una carta enviada recientemente por International Paper al Departamento de Agricultura de Estados Unidos, donde presiona para que se autorice la plantación de eucaliptos genéticamente modificados en Estados Unidos, la empresa sostiene que un crecimiento del mercado de la bioenergía a base de árboles podría duplicar la presión sobre los bosques del sur del país.
Las plantaciones para madera y celulosa acrecientan el cambio climático en lugar de resolverlo. Se ha comprobado que los bosques naturales secuestran grandes cantidades de carbono y se ha mostrado que los agrocombustibles no son un gran sustituto de los combustibles fósiles en lo referente a emisiones. La deforestación y las habituales prácticas forestales empresariales se ubican en segundo lugar entre quienes más contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero, detrás de la quema de combustibles fósiles. Entonces, ¿no tiene más sentido proteger y restaurar nuestros bosques que seguir convirtiéndolos en plantaciones para cortarlas continuamente, en cortas rotaciones, en el apuro por usar menos combustibles fósiles?
Scot Quaranda, Dogwood Alliance, Estados Unidos
Mito No. 11: Las plantaciones ayudan a enfrentar el cambio climático al neutralizar el carbono emitido por los combustibles fósiles


A un nivel muy básico, lidiar con el cambio climático implica reducir en forma drástica e inmediata la cantidad de combustibles fósiles que extraemos y quemamos. La idea de utilizar las plantaciones para neutralizar estas emisiones es contraproducente ya que, en realidad, proporciona una falsa excusa para seguir quemando carbón, petróleo y gas. Mientras haya espacio para más plantaciones (sin importar su impacto sobre las comunidades y los ecosistemas) los intereses comerciales querrán hacernos creer que podemos seguir construyendo más refinerías de petróleo y minas de carbón.
Al mismo tiempo, es imposible para nosotros cuantificar la cantidad de carbono que una plantación dada es capaz de secuestrar. Esto significa que todas las metodologías para definir la cantidad exacta de ‘toneladas de carbono’ absorbido, desde la plantación hasta el caño de escape, son tonterías. Lo único que podemos decir con alguna certeza científica es que los monocultivos de árboles son mucho menos eficaces que los bosques primarios para almacenar carbono.
Lo irónico es que las comunidades que normalmente son desalojadas para establecer las plantaciones de árboles, suelen ser las que llevaban una vida sostenible, con escasa emisión de carbono. Utilizar las plantaciones para compensar las emisiones de los individuos, empresas o países del Norte es una suerte de ‘colonialismo del carbono’ – una nueva forma de la apropiación de la tierra por la que se caracterizó la historia colonial.
Kevin Smith, Carbon Trade Watch, Reino Unido

Mito No 12: Las plantaciones como sumideros de carbono ayudan a enfrentar el cambio climático compensando el carbono emitido por los combustibles fósiles


Desde una perspectiva climática, las plantaciones de árboles no sólo no son una solución sino que además agregan más problemas. Es imposible predecir cuánto carbono podría capturar de la atmósfera una plantación, ni por cuánto tiempo. A diferencia del carbón o el petróleo subterráneos, el carbono almacenado en los árboles es “frágil”: puede volver rápidamente a la atmósfera en cualquier momento, a través de incendios, tormentas, ataques de insectos, enfermedades y descomposición.
Cuando las plantaciones de árboles son cosechadas, es muy difícil rastrear el carbono almacenado en la madera. Algunos de los productos de papel y celulosa pueden ser quemados casi inmediatamente; otros pueden descomponerse más lentamente; otros pueden incluso disfrutar de una vida un tanto más larga en construcciones o muebles; y algunos terminan en vertederos de basura, lo cual, dependiendo de las circunstancias, puede llevar a un almacenamiento a largo plazo o a peligrosas emisiones de gas metano.
Y esto es sólo el comienzo. Para poder afirmar con credibilidad que una plantación de árboles “compensó” cierta cantidad de CO2 emitido, los defensores de las plantaciones de carbono deberían tener en cuenta una cifra que representara el grado en que sus plantaciones destruyeron depósitos de carbono preexistentes, agregando así CO2 al aire.
Además, las actividades de cualquier comunidad desplazada por las plantaciones de carbono deberían ser controladas de cerca durante, digamos, un siglo, sin importar hacia dónde hayan migrado, para determinar con precisión su impacto sobre los bosques o las pasturas de otros lugares, y la consiguiente liberación del carbono almacenado en dichos ecosistemas.
Por estas y una larga lista de razones más, las plantaciones de “compensación” a gran escala, en lugar de mitigar el cambio climático podrían incluso empeorarlo. Al postergar la eliminación paulatina de la extracción de combustibles fósiles, la transición hacia una distribución más equitativa de las emisiones y un uso más prudente de la energía y los transportes, tales plantaciones podrían terminar generando un aumento de las emisiones de carbono evitables, tanto de la industria como de la tierra.
Larry Lohman, Corner House, Reino Unido

Mito No. 13: La modificación genética es útil y necesaria para mejorar los árboles


Existe una particular arrogancia asociada a este argumento. Implica que los científicos y las corporaciones saben más sobre mejorar árboles que lo que se ha logrado en 3.000 millones de años de evolución, e ignora el hecho de que algunas especies de árboles que están siendo manipuladas tienen genomas varias veces más largos que el genoma humano. Pero lo que realmente están diciendo es que “la modificación genética de los árboles es útil y necesaria para ganar más dinero.”
La primera suposición que debemos hacer para estar de acuerdo con la afirmación de que “la modificación genética es útil y necesaria para mejorar los árboles”, es que el consumo de árboles puede y debe seguir aumentando indefinidamente, porque podemos modificar los árboles para obtener “más madera en menos tierra” (que es el lema de la empresa biotecnológica ArborGen).
La segunda suposición necesaria es que los científicos pueden crear árboles capaces de ignorar los límites ecológicos – como la disponibilidad de agua, de nutrientes del suelo, etc. – y crecer cada vez más rápido en extensiones de tierra cada vez más pequeñas.
El tercer supuesto que debemos aceptar es que los científicos pueden comprender y enfrentar toda la variedad de impactos posibles de estos árboles, estudiándolos en ensayos de campo durante aproximadamente 5 años, a pesar de que los rasgos que están modificando e introduciendo en estos árboles no hayan existido nunca antes y que los árboles puedan sobrevivir en el medio ambiente durante muchas décadas. También debemos creer que la modificación genética en sí misma es segura, y que entreverar y mezclar los genomas de los árboles con genes de otros organismos no tendrá consecuencias negativas, impredecibles o involuntarias.
La suposición final que debemos hacer es que los científicos pueden fabricar árboles que nunca escaparán hacia bosques nativos – ya sea por la contaminación a través del polen de especies silvestres de la misma familia, o por el escape de especies invasoras no nativas, como el eucalipto. Debemos creer esto, aunque los árboles puedan esparcir su polen y semillas por cientos de kilómetros y aunque los propios científicos que trabajan con árboles transgénicos muestren una gran preocupación por la contaminación involuntaria de especies que no se desea modificar.
Por lo tanto, si logramos bloquear el lado racional del cerebro y creer solamente en un mundo de fantasía, entonces, y sólo entonces, podremos creer que “la modificación genética es útil y necesaria para mejorar los árboles.” Afortunadamente, la mayoría de nosotr@s aún tenemos un cerebro racional en funcionamiento y podemos denunciar esto como una gran mentira.
Anne Petermann, Global Justice Ecology Project, EE.UU.
Mito No 14: Incluir las plantaciones en el mecanismo REDD (Reducción de emisiones por deforestación y degradación de bosques) ayudará a enfrentar el cambio climático


Este mito tiene su raíz en el hecho de que la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) no diferencia los bosques de las plantaciones. Según la CMNUCC, “bosque” es una superficie de más de 500 metros cuadrados donde al menos el 10 por ciento está cubierto por árboles que pueden alcanzar más de dos metros de altura. Así, para la CMNUCC, no hay diferencia entre un monocultivo de eucaliptos, un bosque severamente degradado y un bosque primario intacto.
Bajo la definición de la ONU, los bosques se vuelven casi indestructibles. Un bosque, o una plantación, puede ser talado y seguir siendo un bosque. Los espacios talados son definidos como “superficies que normalmente forman parte de la zona boscosa pero carecen temporalmente de población forestal a consecuencia de la intervención humana.” A sólo tres meses de las negociaciones de la ONU sobre el clima que tendrán lugar en Copenhague en el mes de diciembre, la CMNUCC aún no se ha puesto de acuerdo sobre una definición de degradación de bosques.
Esto no es simplemente un problema teórico. Asia Pulp and Paper, por mencionar un ejemplo particularmente atroz, ha destruido vastas áreas de bosque en Sumatra. Sin embargo, según la definición de “bosque” de la ONU, no ha causado ninguna deforestación. APP podría incluso beneficiarse de los pagos REDD en lugar de ser responsabilizada por el daño que ya ha causado.
La respuesta a este mito es simple: las plantaciones no son bosques y no pueden, de ninguna manera, ayudar a enfrentar el cambio climático.
Mito No 15: Las plantaciones de árboles para producir “biochar” pueden ayudar a reducir el cambio climático


Una coalición de compañías emergentes, consultores y algunos especialistas en suelos promueven una nueva “solución” para el cambio climático: convertir grandes cantidades de madera y otros tipos de biomasa a un fino polvo de carbón vegetal (eufemísticamente llamado “biochar” en inglés) que se aplicaría a suelos agrícolas. Causa gran preocupación que sus promotores, organizados en la Iniciativa Internacional para el Biochar, argumenten que el carbono del carbón vegetal permanecerá en el suelo por miles de años y “compensará” la quema de combustible fósil, y que el carbón vegetal aportará mayor fertilidad a los suelos. Ellos clasifican a toda la biomasa como “carbono neutra”, ya sea que provenga de plantaciones de árboles o de despojar a enormes superficies de cultivos y de bosques de sus residuos vegetales. Ninguno de los argumentos está demostrado:
* No existe una comprensión acabada de los impactos del carbón vegetal en el clima, y hasta podrían ser negativos, incluso en una pequeña escala.
* El carbón vegetal no es en sí mismo un fertilizante. Los agricultores indígenas lograron combinarlo con residuos orgánicos para aportar mayor fertilidad a los suelos, pero lo que proponen los defensores del biochar exigiría despojar a grandes extensiones de tierra de los residuos vegetales de cultivos y bosques para fabricar carbón vegetal, en un proceso muy distinto. La eliminación generalizada de residuos agota el suelo y aumenta las probabilidades de erosión, y deja a los bosques más vulnerables y menos biodiversos. También causaría dependencia de los fertilizantes basados en combustible fósil, porque los residuos ya no volverán al suelo.
* No se ha tenido en cuenta el potencial de contaminación del suelo y el aire, que podría ser grave.

No existe una cantidad de residuos tal que pueda producir las cantidades de carbón vegetal que se anuncian. La madera es el tipo de biomasa de la que se obtiene más carbón vegetal, y se necesitarían grandes cantidades y a bajo costo. Las plantaciones industriales de árboles son la fuente más probable de biochar a gran escala. El anunciado “potencial” de miles de millones de toneladas de biochar se basa en la falsa idea de que hay vastas superficies de tierras de cultivo “abandonadas” que podrían ser apropiadas, como si la gente, la biodiversidad y el clima no dependieran de tierras que no están todavía en régimen de monocultivos. Los mismos argumentos se han utilizado para justificar la apropiación de grandes zonas de pasturas, tierras comunitarias y bosques, con consecuencias desastrosas para la gente y también para el clima, ya que cuando se cortan los árboles y otro tipo de vegetación, y se ara la tierra, se liberan grandes cantidades de carbono, y junto con la gente otras actividades agrícolas son empujadas a los bosques que van quedando en pie.
Además, las propuestas de incluir el biochar en el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) del Convenio sobre Cambio Climático no se limitan a los “residuos”. Ya se aprobó la primera metodología MDL para dedicar plantaciones de árboles a carbón vegetal como combustible, para la empresa Plantar en Minas Gerais, Brasil. Se aplica al carbón vegetal como combustible pero si los defensores del biochar se salen con la suya, es posible que tengamos muchos más eucaliptos y otros monocultivos para carbón vegetal, lo que significa más apropiaciones de tierra y más catástrofes para los pueblos indígenas y los campesinos de los países del sur
Almuth Ernsting, BiofuelWatch, Reino Unido
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