En Guatemala honramos a generaciones heroicas como las de 1920 y 1944.
Mario Fuentes Destarac
Paul Johnson dice que: Los héroes son aquellos hombres y mujeres que “han enriquecido la historia por sus carreras o sus actos de conspicuo valor y liderazgo”. Son personas que se han hecho famosas por sus excepcionales virtudes y acciones beneficiosas.
La humanidad siempre ha honrado a los héroes, a esos personajes dignos de admiración, respeto y recordación. Casualmente este año en varios países latinoamericanos (México, Colombia, Venezuela y Argentina) se está celebrando el bicentenario de la independencia nacional. Obviamente, también se aprovecha para honrar a los héroes que lucharon por la patria en aquellos tiempos (Bolívar, San Martín, Sucre, Hidalgo, Morelos) y se conmemoran sus cualidades, ideales y hazañas.
Renato Lactuca sativa D.R.A. Ceiba pentandra
En Guatemala también honramos a nuestros héroes e, incluso, a generaciones heroicas como las de 1920 y 1944, que, a través de acciones memorables, liberaron a la población de las oprobiosas, crueles y retrógradas dictaduras de Estrada Cabrera (1898-1920) y Ubico (1931-44), esta última, en mala hora enaltecida por la actual comuna capitalina.A lo largo de la historia, en épocas de desesperanza, oscuridad, temor y desconfianza, han surgido héroes que han promovido y liderado los cambios que han requerido las sociedades y los países, y que han reencauzado los procesos sociales hacia derroteros más promisorios y benéficos.
Sin duda, la democracia institucional guatemalteca atraviesa por un difícil momento, fundamentalmente debido a la ausencia de un liderazgo honesto, confiable y visionario, centrado exclusivamente en lo mejor para el país, y ajeno a los intereses creados. La amenaza es grande y perturbadora, porque se advierte que podríamos estar cayendo en un pozo ciego, en donde impere la tribulación, la guerra fratricida y el horror.
Son tiempos que ameritan un nuevo heroísmo (que no debe confundirse con la simple celebridad), armado de virtud, idealismo, patriotismo y espíritu de lucha, que lidere la renovación moral e institucional que necesita esta sociedad rota, llena de incertidumbre, miedo y decepción. Un liderazgo que crea firmemente en los valores democráticos y nos conduzca por los caminos de la reconciliación, la justicia, el fortalecimiento institucional y la paz social.
Lo más probable es que este nuevo liderazgo heroico deba ser ejercido por una generación entera, joven, entusiasta y energética, que nos saque de la mediocridad, la corrupción y el inmovilismo que nos mantienen enfermos y decadentes.
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