miércoles, 22 de junio de 2011

“El proyecto social de un país empieza por la universidad pública.”


“El proyecto social de un país empieza por la universidad pública.”
Entrevistado por Página/12, el filósofo Miguel Rojas Mix defendió el rol de la universidad ante la colonización cultural. 
Por: Cecilia Sosa
Leímos Para Usted: Renato Bohanerges Lechuga García
rlactucas@hotmail.com
Si un país trata de parecerse a otro, pierde su autoestima... Y el proyecto social y cultural de una nación comienza por sostener su universidad pública.” Doctorado en Filosofía e Historia del Arte, Miguel Rojas Mix tiene 66 años y es chileno, pero desde que se exilió en 1973 trajina el Viejo Mundo como profesor de distintas universidades. Hoy tiene dos obsesiones: La Defensa De La Universidad Pública Y De La Cultura Iberoamericana. Por eso, dirige en España un centro de cooperación y estudios americanos (el Cecexi), desde donde se pondrá en marcha una universidad virtual iberoamericana. “Si la globalización es el Pato Donald, la pertinencia es Mafalda”, aseguró, en una entrevista con Página/12, Rojas Mix, quien pasó por Buenos Aires invitado por la UBA. 
–¿A qué se refiere con “pertinencia”? 
–A tomar lo que nos conviene. La globalización es un proceso del que no podemos escapar. Pero, dentro de la colonización cultural, tenemos que seleccionar el tipo de conocimiento necesario para defender nuestra identidad y desarrollo. Por eso digo que, si la globalización es el Pato Donald, la pertinencia es Mafalda. Es la que nos dice cómo nuestros niños tienen que pensar el mundo. 
—¿Y qué es lo pertinente dentro del ámbito universitario?
–Defender la universidad pública. Si es reemplazada por la universidad privada, significará que corre un serio peligro la cultura argentina. La educación privada es incapaz de asegurar la igualdad de oportunidades que es misión de la universidad pública sostener. La universidad no es sólo formar profesionales. También es tener un diálogo con el poder. La universidad nacida con la reforma del ‘18 asoció un proyecto universitario a un modelo social. Si sólo interesa generar profesionales para que una empresa venda más, ese modelo universitario puede ir, incluso, en contra de los intereses del país. 
–¿Puede la universidad pública sostener un proyecto de equidad en un medio social, por lo menos, adverso?
Primero, necesita reivindicarse como un organismo fundamental del Estado y, por ende, reclarmarle a él su obligación de financiarla. Cada recorte presupuestario pone en peligro la equidad y la democracia. Felizmente, la universidad tiene capacidad para generar cultura de resistencia. El problema es la dificultad de realizarla sin medios. Si acepto matrículas de ingreso, reproduzco el modelo económico. Pensar a los estudiantes como clientes es una de las grandes deformaciones de la universidad privada.
Usted también sostiene que la universidad debe contemplar el mercado de trabajo en la formación de sus alumnos. ¿No es una frontera conflictiva?
–Es difícil. La universidad no forma sólo un tipo de profesional, sino también un espectro amplio. No sólo forma administradores de empresas, la carrera más solicitada hoy, sino también filósofos e historiadores. Es en el equilibrio de la formación donde se da el equilibrio social. Si restrinjo los cupos para estas carreras, cerceno gran parte del aparato crítico de la universidad.
–También afirma usted que, en América latina, la equidad educativa sólo se puede alcanzar mediante una discriminación positiva. 
–Estamos hablando de una utopía. Pero no en el sentido de Tomás Moro, sino como una utopía concreta que es necesario realizar. Y, para ello, se necesita voluntad humana. La discriminación positiva, dar más a los que tienen menos, es indispensable para superar el handicap de un chico nacido en una villa miseria. La alternativa es el racismo: si los sectores más favorecidos son los únicos que tienen acceso a las grandes esferas del conocimiento, se piensa que el resto no tiene la capacidad de hacerlo y no en la falta de oportunidades.
–¿Cómo conjugar el desafío de combatir la obsolescencia sin caer en los riesgos de las nuevas tecnologías? 
–La obsolescencia es un peligro grave. A menudo, los profesores sacan una hoja amarilla que repiten hace 30 años. Hoy, cuando la información circula por las redes informáticas, el papel del educador no es transmitirla sino, a partir de ella, generar conocimiento. La técnica pedagógica cambia. ¿Estamos educando para el siglo XIX o para el XXI? ¿Dónde están, por ejemplo, las cátedras sobre historietas? La cultura literaria, autoritaria y elitista, no se percata de que tiene que abordar las nuevas formas culturales, que son expresiones de identidad.
–¿Qué peligros cree que acarrea el uso de las nuevas tecnologías en la educación?
–El gran problema es que nos veamos desbordados por imágenes. Tenemos acceso a mucha información, pero sin diálogo, sin conciencia crítica. Viaja una especie de “currículum oculto” que, de manera subliminal, nos orienta a abrazar valores como el individualismo y el consumo. Las identidades pueden ser fuertemente afectadas. Hay que crear una cultura propia para poder reconocernos. Si un país trata de parecerse a otro, pierde su autoestima.

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