Los caminos hacia el desarrollo de una nación no tienen por qué avanzar estrictamente bajo los cánones tradicionales, mucho menos gravitar bajo el paternalismo de los gobiernos, sino por el contrario existen abundantes muestras de que en la mejora de un sector o de una comunidad pueden coexistir muchas otras variantes, y aunque sea muy poco conocido en Guatemala, hay un modelo que se basa en la ayuda mutua y la confianza, y que ha representado la mejora para miles de personas, principalmente del área rural, y este es el cooperativismo.
Por: Prensa Libre (Editorial)
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Si bien en nuestro país se habla todavía muy poco de ese modelo, quizás eso solo sea una visión urbana, porque cuando se atiende su potencial se comprende su verdadera dimensión en el avance de grandes segmentos de la población, principalmente en el área rural, algo que puede resultar más comprensible cuando se conocen algunas cifras. Según un censo del 2010, en el país hay un millón 225 mil 359 asociados en por lo menos 841 cooperativas.
Esos datos cobran especial relevancia en este 2012, que ha sido declarado por la Organización de las Naciones Unidas como el Año Internacional de las Cooperativas, con lo que se reconoce el papel que esas pequeñas asociaciones representan en el desarrollo de una nación, al promover la máxima participación de personas y comunidades, lo que las lleva también a constituirse en pilares del desarrollo social y, por ende, en poderosas herramientas para la reducción de la pobreza.
Esto se explica porque esos modelos en esencia son los que permiten que grandes sectores de la población tengan acceso a créditos que difícilmente podrían lograr a través de los sistemas tradicionales de financiamiento, y cuando esto se hace, también se abren puertas para modelos de crecimiento a pequeña escala, porque facilita que muchas personas puedan tener sus propias empresas y, con ello, en una labor de hormiga, se empieza a desencadenar una generación de empleos y de otras microempresas que en conjunto se convierten en importantes factores de mejora para muchas comunidades.
Sin duda, el alma del cooperativismo mundial es que opera sin fines de lucro, y en la medida en que la comunidad progresa, la dinámica económica de esas asociaciones se ve fortalecida, se genera un efecto de satisfactor general de necesidades económicas y sociales donde pueden alcanzarse beneficios personales, porque los recursos no se emplean para la especulación sino que en un tiempo relativamente corto pueden rendir frutos para los agremiados, porque todo ello es el resultado de una ayuda mutua que premia precisamente el esfuerzo en conjunto.
Un efecto colateral pocas veces apreciado en este modelo de desarrollo es que su mayor empoderamiento recae en los propios asociados, que en la dinámica del cooperativismo es un reto para ejercer su propio liderazgo porque cualquiera de sus integrantes puede llegar a ocupar las más altas posiciones, y esto se logra cuando se trabaja con el afán de servicio a las comunidades, con bases sólidas en principios que son los ejes sobre los que puede albergarse la semilla de cualquier proyecto de éxito.
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