domingo, 29 de agosto de 2010

La Entrevista.

“Somos un manto de hipocresía”
Se ha caracterizado por su irreverente periodismo y agudo análisis político

POR MARCELA MARROQUÍN CABRERA


Resumen de entrevista realizada al Licenciado Estuardo Zapeta, publicado en Revista D, Sección D Frente. 29-08-2010. Prensa Libre.
Estuardo Zapeta no sabe lo que es la timidez; ni de chiste la ha experimentado, “tal vez temido, pero no tímido”, dice, entre risas. 
A esto agrega que lo importante es entender que las ideas son poderosas y tienen consecuencias. “Soy directo; las cosas no me las guardo. Soy Irreverente, con i mayúscula. Vivo retando al pensamiento convencional todo el tiempo”, dice. 
Afirma que le gusta todo rápido, y por eso disfruta del estilo de vida urbano y asegura que las ciudades son una de las creaciones más grandes del homo sapiens. “La vida en el campo es muy linda, pero para un solo día. Aquí en la ciudad hay buena vibra, comodidades y esto también incluye problemas; además, los seres humanos tendemos a la urbanidad, no a la ruralidad; ese es un hecho antropológico”, expresa. 
Es el más pequeño de cinco hermanos, de los cuales han fallecido dos.  Es licenciado en Comunicación, tiene una maestría en Antropología, estudios sobre derecho consuetudinario y actualmente está por obtener el título de doctor en Métodos de Investigación Social. 

Ser periodista en Guatemala es difícil. ¿Usted qué opina?
Es un privilegio, y no creo que sea difícil ejercerlo como en cualquier parte del mundo. Desde los regímenes más complicados como Corea del Norte y Venezuela, o en México, que ha estado bajo ataque el periodismo. 
Lo difícil es aceptar las consecuencias de las acciones como periodista, los costos y que esté dispuesto a llevar las cargas y los compromisos que las ideas que uno dice lo ponen frente al público. 
Desde hace mucho tiempo he recibido una serie de amenazas que van desde recibir coronas de flores con mi nombre, llamadas telefónicas a mi casa, avisando que morí. Pero eso ha variado; ahora son cuestiones más directas y me dicen al teléfono: “Te voy a matar”. 
Como periodista, creo que cuando los enemigos ladran, en la realidad no muerden. He tenido que salir del país dos veces, por amenazas, pero luego aprendí que en realidad los enemigos de la libertad de expresión lo que quieren es que baile con ellos y juegue con ellos. 
Tenemos que empezar a no darles espacio. Al final uno aprende que si me van a hacer daño no me van a avisar. Tal vez uno está más seguro cuando ladran, porque más o menos sabe de dónde vienen. En esta profesión lo correcto es ser sincero y decir lo que está en el corazón y lo que está pasando en Guatemala.

¿Cómo complementa el periodismo con la Antropología Social? 
Creo que es al revés: la antropología la complemento con el periodismo. Siempre he dicho que me encanta ver el lado oscuro de la luna. Soy etnólogo; es decir, antropólogo cultural, y aunque he estudiado otros países y otras culturas, me quedo con la guatemalteca, porque nuestra cultura es fascinante. Yo la llamo de extremos, porque por un lado está quemada, y por otro, cruda. Esto se traduce en que o somos muy pasivos, que no hacemos nada y nos aguantamos, o somos muy violentos y hacemos bochinches y linchamientos.

¿Antropológicamente, cómo define a la sociedad guatemalteca? 
Somos un manto de hipocresía, y esto tiene que ver con la religión; por debajo está pasando de todo.
El sexo, ¡Dios guarde!, es un tema difícil para mucha gente, y yo lo hablo abiertamente en la radio, en el programa Zapeta sin tabús.
Mire, tenemos 2.6 de tasa de crecimiento demográfico, y eso es altísimo. O sea que nuestros encuentros sexuales no solamente son frecuentes, sino muy productivos. 
Por otro lado, hay una fanfarronería en esta extraña cultura que lucha por aparentar; se ve en las familias, en la iglesia, en los clubes y en universidades. 
Tenemos una cultura aspiracional, siempre estamos aspirando algo sin tener logros. Los narcos se volvieron aspiracionales y los vemos todas las noches en horario estelar; los televidentes se sientan a ver Las muñecas de la mafia, Sin tetas no hay paraíso, El cartel de los sapos, y estas son historias que disfrutan en su hogar, pero a la mañana siguiente todos están a favor de la lucha contra el narcotráfico, se escandalizan y lo condenan. Esos son los planos que como antropólogo me encanta ver.
Lo increíble de esto es que todas estas historias de narcos las ven desde niños hasta ancianos, y no solo en Guatemala, sino en toda Latinoamérica, y el mensaje es que la riqueza es de fácil acceso, y viene acompañada de mujeres bellas y buenos carros, estando fuera de la legalidad, y que las autoridades son comprables. Los metamensajes son espantosos.

¿Cómo fue su experiencia en la autogestión comunitaria? 
Lo más fuerte y competente en lo que he estado involucrado fue el Programa Nacional de Autogestión para el Desarrollo Educativo (Pronade), que desafortunadamente este gobierno cerró, con acuerdo entre los sindicatos.
Fue la inspiración de varios programas como Educo, de El Salvador, pero desafortunadamente no fue apoyado por todos los políticos. 
Mi trabajo fue formar los comités educativos coeducas; estaba en la gerencia comunitaria. Esto fue en 1996 y 1997. 
Luego, en el 98, fui gerente del Fondo de Inversión Social, y a raíz de eso te puedo decir que estoy convencido de que la organización comunitaria es la verdadera paz. No vamos a alcanzar ni auditoría ni vigilancia social si la comunidad no está organizada. Creo que este es un mal de antropólogo, porque si la comunidad se organiza, tiene logros como el mercado, agua potable, la escuela, el centro de acopio, la luz.
Usted afirma que está orgulloso de sus raíces. ¿Se ha sentido discriminado por esto? 
Nunca he tenido problema, y lo digo porque esa es mi realidad. Creo más en la capacidad que en la etnicidad, porque la etnicidad es algo privado e individual. 
Una de mis críticas precisamente a todos los denominados líderes del movimiento indígena es que ellos descubrieron etnicidad y ahora la utilizan para hacer dinero, y esa es una retahíla de vividores. En mi casa nunca me enseñaron a aprovecharme de mis raíces indígenas, porque eso es personal. 
Lo que nos puede sacar adelante es nuestra capacidad de prepararnos y de competir. Para aquellos que andan encima con el síndrome indígena de “yo pobrecito 500 años de opresión y explotación”, para mí eso es una huevonería. ¿Cómo se acaban los 500 años de explotación y la opresión?, pues trabajando, sudando, siendo productivo. 
Pero para esos indígenas es negocio estarse quejando todo el tiempo, y lo más fácil es extender la mano a la cooperación internacional y recibir dinero por eso. 
No entro en ese juego, porque no me gusta y es un mal que debe erradicarse de Guatemala.
La etnicidad no es un negocio; debe ser un orgullo que no me hace mejor ni peor. Como dice el chiste, soy indígena, pero no baboso, porque las personas asocian y lo encuadran a uno. Hay quienes no creen que yo hablo perfectamente inglés; no les cabe en la mente. 
Cuando crecimos nos pegaban si hablábamos kaqchikel; nos decían: “No hables lengua porque te vas a quedar bruto, igual que nosotros”. Eso lo interioriza uno ya cuando es grande. Mis papás sufrieron algún nivel de discriminación por eso. Mi ser indígena no me quita ni me pone, y jamás lo voy a usar para obtener una ventaja monetaria. Mi objetivo es la construcción de Guatemala. La etnicidad nos divide. Mi paradoja es: si dicen que el Estado es explotador y racista, ¿por qué después van al Estado y piden pisto y que les reconozcan sus derechos como indígenas? Esa es una inconsistencia. 
Ese es un jueguito de mantener tibia el agua; es muy beneficioso y jugoso, porque están detrás de proyecto tras proyecto, y la cooperación internacional ha sido cómplice y ha desresponsabilizado a muchos guatemaltecos, y creo que sí va a llegar un punto en que toquemos fondo, pero debemos ser nosotros, sin ayuda de alguien más. No hemos tenido los huevos de decir ‘esto lo arreglamos nosotros, sin el apoyo de entidades internacionales’. Pero a estos grupos o a las ONG les conviene que se mantenga ese nivel de crisis, porque la crisis es un negocio. Ahí es cuando la crisis y la pobreza se convierten en discurso, el discurso se convierte en proyecto y este en euros y dólares. 
¿Cuál es la contribución de Estuardo Zapeta a Guatemala?
Haber demostrado que sí es posible llevar cobertura educativa a todo el país de manera eficiente y eficaz. Principalmente poniendo énfasis en niñas indígenas y rurales, y esta fue cobertura nacional. Otro es la posibilidad de decir públicamente lo que pienso y lo que siento, y estar dispuesto a pagar los costos de eso. 
Debo reconocer que fui antimilitar. Durante algún tiempo creí que la familia que murió durante la guerra había sido culpa del Ejército. Tengo suficientes artículos que he escrito y evidencia para demostrar que así pensaba, pero la vida le demuestra a uno que estuve equivocado, y mi sencilla contribución es decir me equivoqué, y tener los suficientes pantalones de aceptarlo y enmendarlo, porque de corazón lo reconozco.
Al punto de que ahora le tengo aprecio al Ejército y soy instructor en el Comando Superior de Educación del Ejército de Guatemala; le doy clase a los oficiales, tenientes coroneles y coroneles. Otra contribución, aunque muy silenciosa, es mi trabajo como voluntario en Hábitat para la Humanidad y trabajar para que muchas familias guatemaltecas tengan un techo; ya llevamos 50 mil hogares.

http://servicios.prensalibre.com/pl/domingo/frente.shtml

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