viernes, 11 de junio de 2010

Así dejamos de ser analfabetas

La historia de cómo un pueblo se libró del analfabetismo y motivó a otros a querer ser los siguientes.
Por: Paola Hurtado

Antes de ser declarado libre de analfabetismo, San Cristóbal Acasaguastlán, El Progreso, era un pueblito anónimo a orillas de la carretera al Atlántico, apenas reconocible por el arco que enmarca la entrada principal e iglesia del siglo XVII. Casi siempre lo confundían con su vecino-primo San Agustín Acasaguastlán.

No es que ahora sea un municipio del que todos hablan, pero desde que su nombre quedó inscrito en los anales de la educación, el poblado no volvió a ser el mismo. Sus habitantes tampoco.

Los vecinos aún visten orgullosos las camisetas que la alcaldía mandó a hacer cuando estaban a punto de cumplir la meta. Y en la biblioteca se muestran las fotos de cómo la alcanzaron: jóvenes encumbrados en las aldeas enseñándole a leer a los ancianos. Ancianos con lupas y lámparas escribiendo en los cuadernos. Adultos frente a una pizarra redactando su nombre. El presidente Colom bajando de un helicóptero para presenciar el acto oficial de la declaratoria. Los graduados exhibiendo el diploma.

El día de la declaratoria otorgada por la UNESCO, el 18 de enero pasado, San Cristóbal Acasaguastlán fue noticia en Guatemala y en varias ciudades del mundo. El pueblo de un país con una de las tasas de analfabetismo más altas de Latinoamérica había emprendido una cruzada para enseñarle a leer a sus habitantes. Cómo lo consiguió y en cuánto tiempo es la historia que aún no se ha contado.
El Spiderman iletrado
El Hombre Araña no sabía leer. Cargaba el celular en la bolsa del pantalón pero no podía hacer llamadas: no sabía los números. El control de un televisor era una papa caliente en sus manos. También los cheques, los periódicos. Los billetes. Varias veces lo timaron con los vueltos.

Luis Alfredo Mejía Morales creció en el circo. Se hizo trapecista y payaso. También trepaba y reptaba en el escenario para imitar a Spiderman. Se le pasó la niñez entre giras y pueblos desconocidos hasta que llegó a los 23 años, sin un oficio rentable fuera de la carpa, padre de una niña y analfabeta. Instalado en San Cristóbal Acasaguastlán sólo consiguió trabajo de mandadero y pintor de brocha gorda.

Se le notan restos de pintura en las manos mientras cuenta emocionado cómo aprendió a leer en menos de 2 meses. Terminaba de trabajar a las 5:00 de la tarde y corría para llegar a sus clases, cerca del campo de fútbol. Primero aprendió a “menear bien los dedos” para maniobrar el lapicero. Después memorizó las letras. Y el día de su graduación escribió una carta. Desde entonces, ya no se entinta la huella digital para cobrar un cheque. Puede medir pulgadas con el metro. Lee los letreros de las camionetas y le envía a su novia mensajes de texto por celular. Quiere estudiar albañilería.

Luis era una de las 612 personas analfabetas en San Cristóbal, un municipio con 6 mil 944 habitantes y una tasa de analfabetismo del 13.54 por ciento.

En 2008, la alcaldesa Jeaneth Ordóñez le pidió ayuda a la Embajada de Cuba para implementar un proyecto de salud, pero salió con el ofrecimiento de apoyo para mejorar las condiciones de educación. Ella aceptó el reto. San Cristóbal emprendió un proceso acelerado de alfabetización a finales de ese año a través del método cubano “Yo sí puedo”. Este reduce a 7 semanas el proceso de alfabetización que con el método tradicional toma 8 meses.
Luis Alfredo Mejía ,“Spiderman”, y Dora Alicia López, “La cubanita”, asesora del programa “Yo sí puedo” en San Cristóbal Acasaguastlán, El Progreso.


El sistema “Yo sí puedo” se utiliza en más de 30 países y le ha enseñado a leer y a escribir a más de 3 millones y medio de personas. San Cristóbal lo implementó junto a 7 municipalidades. En octubre de 2008 los Gobiernos de Guatemala y Cuba suscribieron un convenio para que el método fuera un programa oficial acuñado por el Comité Nacional de Alfabetización (Conalfa). Actualmente se imparte en 153 municipios y ha alfabetizado a más de 65 mil personas.
“La cubanita”
Dora Alicia López llegó a San Cristóbal Acasaguastlán a finales de 2008. La cubanita, como la apodaron, tiene 52 años, es pedagoga licenciada por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño de Cuba (IPLAC). Su trabajo como asesora del “Yo sí puedo” fue enseñar y supervisar la metodología.

El método “Yo sí puedo” fue creado en 2001 por la cubana Leonela Relys. Su Gobierno le encomendó crear una cartilla de alfabetización de no más de 5 páginas que combinara letras y números y que se adaptara a la realidad del iletrado: gente adulta, que trabaja y tiene poco tiempo, acarrea frustraciones y sabe contar. El sistema, premiado en 2006 por la UNESCO, parte de lo conocido (los números) a lo desconocido (las letras) y utiliza clases audiovisuales. Consta de la cartilla, un manual y 17 videos con 65 clases. Estas duran 25 minutos cada una y deben impartirse 2 diarias, con la orientación de un facilitador.

Las clases se reciben de lunes a viernes. El programa se cubre entre 7 y 10 semanas. En Guatemala el método se imparte en castellano en 153 municipios y registra una deserción del 15 por ciento, explica Santiago Feliú, consejero político de la Embajada de Cuba. Las comunidades bilingües siguen utilizando el método convencional de Conalfa.

En San Cristóbal Acasaguastlán Dora coordinó un censo. Su equipo recorrió casa por casa y preguntó cuánta gente vivía ahí, qué edad tenían y cuántos sabían leer. Agregaron la tarea del convencimiento. Saber leer y escribir es un derecho humano, les explicaban Dora y sus colaboradores. “Y tiene una utilidad directa en cada cosa que hacen: podrán leer una receta del médico, saber qué medicina están tomando, redactarle una carta al hijo en Estados Unidos, poner una denuncia en un juzgado”.

La mayoría de vecinos aceptó ser alfabetizado. Los había iletrados puros que nunca pisaron una escuela y los que olvidaron lo aprendido. A principios de este año 535 personas habían aprendido a leer y escribir en San Cristóbal y se redujo el analfabetismo a 2.47 por ciento, una cifra por debajo del 4 por ciento que pide UNESCO para declarar a una comunidad libre de iletrados. El 0 por ciento no existe en ningún país. Hay personas con discapacidades mentales o físicas, adultos de edad avanzada que no pueden o no quieren ser alfabetizadas.

Pero siempre hay excepciones. En la aldea La Estancia de la Virgen, Simeona Marroquín, de 82 años, quiso aprender a leer a pesar de su vista cansada y de que su hija, de 60 años, desertó del programa. Debajo de la colchoneta guarda los cuadernos con trazos infantiles que poco a poco se convirtieron en letras. La máquina de coser al lado de la ventana funcionó como escritorio. El póster en la pared con el salmo 121 fue su motivación: “Mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”. Fue la primera frase que leyó en su vida. 
El reto de 7 semanas
La alcaldesa Ordóñez cuenta que después de la segunda promoción de graduados, Feliú le informó que eran el municipio más cercano al 4 por ciento. “Y entonces le entramos con más ganas”, relata. La alfabetización se realizó con voluntarios: 45 facilitadores y 17 supervisores que cedieron su tiempo sin cobrar, aunque al finalizar el programa de la Municipalidad les dio un incentivo de Q300.

Dora Alicia encontró todas las condiciones propicias para que el “Yo sí puedo” diera frutos: voluntad política, la identificación de los vecinos con un bien común y el deseo de alcanzar una meta.

La municipalidad erogó Q420 mil 533 en el programa con los que se compraron hasta los anteojos para los alumnos con problemas visuales. Fue un proyecto barato y se debió, principalmente, al trabajo voluntario y a que los mismos alumnos y facilitadores ofrecieron sus casas y televisores para las clases. En viviendas muy humildes como la de Simeona, el facilitador impartió la clase en su computadora portátil. En una u otra aldea sin luz, el facilitador conectó la tele a la batería de un carro.

Cuba erradicó el analfabetismo en 1961. Cien mil cubanos alfabetizaron a 1 millón 250 mil compatriotas en 11 meses. El padrastro de Dora Alicia fue uno de los capacitadores. Sus fotos con los distintivos fueron una inspiración para ella. A los 19 años Dora fue educadora en Angola, África. Y ya casada y con 2 hijos, vino a Guatemala a imitar a su padrastro.

San Cristóbal la acogió con cariño. “Para mucha gente aquí la visita de Dora fue un estímulo. Saber que alguien vino de lejos y dejó a su familia para enseñarles a leer los hizo sentirse importantes y atendidos”, considera la alcaldesa.

Al principio, nadie creyó que se pudiera aprender a leer en 7 semanas. “Yo tenía que demostrarles que era posible, sin fraudes”, cuenta Dora. Día a día los supervisores verificaron la asistencia, retención y aprendizaje de los participantes. Nunca les llamaron iletrados o analfabetas. Siempre fueron eso, participantes. Y Dora Alicia agregó una rigurosidad. Estableció evaluaciones semanales de comprensión.

En 2007, el alcalde de Santa Catarina, Antonio Coro, se propuso ser el primer municipio del país sin analfabetas, pero San Cristóbal se le adelantó. Coro conoció este año a la cubanita. “Usted es la culpable de que yo haya quedado mal”, le alegó en broma. Erradicar el analfabetismo en Santa Catarina Pinula fue más complicado de lo que suponía. El municipio de 100 mil habitantes aún tiene que alfabetizar a 1,500 para obtener la declaratoria de UNESCO. Su porcentaje de iletrados es de 5.8 por ciento.

“Nos dio celos porque nos esforzamos mucho para ser los primeros”, admite Coro. “Pero estamos contentos de que hay otros que están tratando de ganarnos a nosotros. Se ha generado una competencia sana para mejorar el nivel de los ciudadanos”, señala.

El sábado pasado San José del Golfo (Guatemala) iba a ser declarado el segundo municipio sin analfabetas pero la tormenta ‘Agatha’ postergó el acto. Santa María Visitación, Sololá, también está en espera de su certificado, al igual que Usumatlán, Estanzuela y San Diego, (Zacapa), San Juan Tecuaco (Santa Rosa), San Gabriel (Suchitepéquez), Santa Catarina Barahona (Sacatepéquez) y San Bartolo Aguas Calientes (Totonicapán).

Diez municipios serán declarados este año libres de analfabetismo, indica Douglas Morataya, encargado de comunicación de Conalfa. A nivel nacional hay 37 municipios que ya están por debajo del 4 por ciento de analfabetismo. Su declaratoria se dará conforme realicen los estudios para confirmar las estadísticas.

Pero un municipio libre de analfabetismo puede perder el estatus si se descuida. Cada año se suman a la cifra nacional de iletrados 30 mil niños que el sistema educativo ya no admite por sobrepasar los 12 años, pero que tuvieron que esperar a cumplir 15 para que Conalfa los incorpore a sus programas, según la ley que lo rige desde 1986. Son 3 años desperdiciados para el niño. “Algo estúpido”, lo califica Morataya.

Y aquellos que sí aprendieron a leer pueden olvidarlo si no lo practican. Sólo alrededor del 65 por ciento de los egresados del “Yo sí puedo” se incorporan a la post-alfabetización impartida por Conalfa para continuar con su educación.

¿Los efectos de ser letrados? Los alfabetizados pueden acceder a empleos de mejor calidad. En Santa Cataria Pinula, en vez de abrir zanjas algunos graduados han tramitado la licencia de conducir y laboran como pilotos, relata Coro. El municipio, además, gana un vecino al que se le puede informar y dar instrucciones ante hechos cotidianos y emergencias, destaca. Santa Catarina difunde por mensajes de texto la mayoría de sus comunicados. Si su analfabetismo fuera como el de hace 10 años (20 por ciento) eso no sería factible. Cuando las letras llegan todo mejora.  

Con todo y los retos, San Cristóbal Acasaguastlán ya no es el municipio de hace un año. Ahora lo toman en serio. Varias instituciones públicas y la cooperación internacional les llevaron programas de desarrollo a partir de la declaratoria. “Es porque les demostramos que con poco podemos hacer mucho”, opina Jeaneth. La Embajada de Cuba tiene 9 alcaldías esperando la asignación de un asesor cubano como Dora Alicia. Eso es lo que más enorgullece a los vecinos de San Cristóbal: ahora todos quieren seguir sus pasos.

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