Quienes están dañando a los agricultores: ¿los que no los subsidian o los que no los educan?
Autor: Polan Lacki
Estimado Sr Lechuga
Por supuesto que autorizo la publicación de mis textos.
Le informo que no tengo ningun viaje previsto/comfirmado a Honduras.
Saludos Polan
Leímos para Usted: Renato Lechuga García
Una observación empírica sobre la causa más profunda del éxito o del fracaso de los agricultores: El objetivo de este artículo es demostrar que el factor más decisivo para que un productor rural, pequeño/mediano/grande, rico/pobre, con crédito o sin crédito, con tierra propia o arrendada, tenga éxito económico es su eficiencia técnico-productiva, gerencial y comercial; y ésta a su vez depende de que posea conocimientos útiles que sean aplicables en la solución de sus problemas. En mis 45 años de labores como ingeniero agrónomo extensionista ejecutadas en 19 países de América Latina, bajo gobiernos de derecha y de izquierda, civiles y uniformados, democráticos y dictatoriales, "estatizadores" y privatizadores, nunca encontré un agricultor realmente eficiente que se quejase de falta de rentabilidad. Los múltiples ejemplos que vi con mis propios ojos en todos estos países me enseñaron lo siguiente: el éxito económico de los agricultores inexorablemente tiene que ser sinónimo y consecuencia de su capacidad para evitar, corregir o eliminar los errores e ineficiencias que ocurren en las distintas etapas del negocio agrícola.
En América Latina durante más de cinco décadas una gran cantidad de "deformadores" de la opinión pública y pseudo-defensores de los pobres rurales, causó y sigue causando un enorme daño a los agricultores. Esos malos consejeros, en vez de poner énfasis en la "imprescindibilidad" y urgencia de mejorar la formación y capacitación de los productores rurales para desarrollar sus potencialidades latentes y sus capacidades de solucionar sus propios problemas productivos y económicos:
1) Siguen diciéndole a los agricultores apenas aquello que les es agradable oír, como por ejemplo, que ellos son muy eficientes y que las causas que originan sus problemas económicos, están fuera y muy lejos de sus fincas y comunidades. Que dichas causas están en los gobiernos de los países ricos que subsidian y protegen a sus agricultores, que están en los gobiernos de sus propios países que no los subsidian ni los protegen, que están en el imperialismo, en el neoliberalismo, en la globalización de los mercados y en los tratados de libre comercio. Y que, consecuentemente, las soluciones no pueden ser adoptadas por nuestros agricultores, sino que por los gobiernos de los países ricos, por la Organización Mundial del Comercio, por el Banco Mundial y el FMI. Y, domésticamente, por el Banco Central, por el Banco Agrícola o Rural, por el Ministerio de Hacienda o Economía y por el Congreso Nacional. Al decirles que sus problemas son causados por estos supuestos enemigos externos, que los agricultores no tienen la más mínima posibilidad de eliminar, tales mensajes están conduciéndolos al fatalismo y a la pasividad, porque indirectamente están diciéndoles que sigan esperando, pues:
a) si los agricultores no son los causadores, tampoco podrán/deberán ser los solucionadores de sus problemas y.
b) si las causas de sus problemas están fuera de sus fincas y comunidades, las soluciones también deberán ser buscadas fuera de sus tranqueras.
2) Pero estos malos consejeros no dicen a los agricultores lo que ellos deberían oír, como, por ejemplo:
Primero: Que, comparativamente a otros factores, estos "chivos expiatorios" tienen una incidencia mínima en el éxito o en el fracaso económico de los agricultores.
Segundo: Que en el corto y mediano plazo, son extremadamente remotas, por no decir nulas, las probabilidades de que esos supuestos enemigos externos sean eliminados. Entre otras, por las siguientes razones:
- aunque siempre digan lo contrario, en los hechos concretos los gobiernos de los países ricos están demostrando que seguirán, hasta dónde les sea posible, protegiendo y subsidiando a sus agricultores y;
- aunque no lo reconozcan públicamente, los debilitados y endeudados gobiernos de los países pobres están demostrando que no disponen de fuerza política para impedir que los países ricos sigan haciéndolo; y, lo que es peor, no disponen de los recursos financieros para imitarlos subsidiando a sus propios agricultores.
Mientras los productores rurales no sean advertidos de que estas pseudo-soluciones demagógicas y paralizantes son absolutamente no factibles e ineficaces:
- seguirán perdiendo tiempo, esfuerzos e irrecuperables oportunidades de progresar, porque sus atenciones estarán dirigidas a supuestos enemigos externos que ellos no pueden eliminar, en vez de concentrar sus esfuerzos en enfrentar los enemigos internos que son las ineficiencias existentes en sus propias fincas que ellos mismos podrían y deberían corregir y;
- seguirán preguntándose "¿qué es lo que nuestros gobiernos pueden hacer por nosotros?" en vez de preguntarse "¿qué es lo que nosotros mismos, con el apoyo de una educación ÚTIL proporcionada por nuestros gobiernos, podemos hacer para volvernos mucho más eficientes; y gracias a ello, menos dependientes de las ayudas paternalistas gubernamentales y menos vulnerables a los subsidios y medidas proteccionistas de los países ricos?".
Tercero: Que sería mucho más fructífero y productivo que nuestro sistema de educación rural formase y capacitase a los agricultores para que ellos aprendan a eliminar las ineficiencias tecnológicas, gerenciales y organizativas que, con demasiada frecuencia, están presentes en los distintos eslabones del negocio agrícola. Porque es debido a ellas que sus costos unitarios de producción son innecesariamente altos y los precios de venta de sus cosechas son innecesariamente bajos. Y, seamos objetivos y realistas, es exactamente en esta diferencia – entre el costo del kilogramo producido y el precio obtenido en la venta del kilogramo comercializado – que está el origen de la falta de rentabilidad; y, es debido a esta falta de rentabilidad que ellos están tan dependientes de ayudas paternalistas de sus gobiernos y tan vulnerables a las medidas que adoptan los países ricos.
Cuarto: Que, dichos errores pueden y deben ser corregidos con conocimientos y no premiados con subsidios. Y esta corrección depende mucho más de la capacidad de los agricultores que de las ayudas paternalistas que ellos reivindican. Cuanto mayor sea la eficiencia tecnológica, administrativa y comercial de los agricultores, mayor será su rentabilidad. Consecuentemente, corregir las ineficiencias del negocio agrícola debe ser el punto de partida si queremos enfrentar los problemas económicos de los agricultores con seriedad, realismo y objetividad.
Por supuesto que los agricultores no son los culpables de los errores que, involuntariamente y sin darse cuenta, están cometiendo. En realidad ellos son víctimas de nuestro inadecuado y descontextualizado sistema de educación rural, desde las escuelas fundamentales/primarias rurales, escuelas agrotécnicas y facultades de ciencias agrarias, hasta los servicios de extensión agrícola. Con poquísimas excepciones, estas instituciones no están proporcionando, ni a los extensionistas y ni a los agricultores, los conocimientos teórico-prácticos y útiles que ambos necesitan poseer para corregir las ineficiencias y solucionar los problemas de la agricultura. Sin lugar a ninguna duda, la baja calidad de la educación agrícola es la principal causadora de la pobreza y del subdesarrollo imperantes en las zonas rurales. Por lo tanto, el mejoramiento de su calidad deberá ser la gran y urgente prioridad. Concreta y objetivamente no existe ninguna razón para seguir postergándolo y justificándose para no hacerlo. Las instituciones educativas están convocadas a corregir sus profundas debilidades e ineficiencias. Ellas no pueden seguir actuando como si no tuviesen nada que ver con los sufrimientos, angustias y fracasos de millones de familias rurales que, por falta de una educación adecuada a las necesidades de vida y de trabajo en el campo, siguen sumergidas en la falta de oportunidades, en la desesperanza y en la frustración. La educación debe asumir la responsabilidad de proporcionarles una educación que les permita dejar de ser el gran problema para transformarse en la gran solución para los problemas de la agricultura y del desarrollo nacional.
¿Cómo llevar a la práctica esta propuesta educativo-emancipadora?
En la sección "Artículos del autor" de la página web http://www.polanlacki.com.br y http://www.polanlacki.com.br/agroesp (En el Libro de los Pobres Rurales) están disponibles los siguientes textos:
a) Los que describen las medidas, muy sencillas y de bajo o cero costo, que todos los agricultores podrían adoptar, por más escasos que sean sus recursos, por más adversas que sean sus condiciones físico-productivas y por más débiles que sean los apoyos de sus gobiernos.
b) Los que proponen qué y cómo hacer para adecuar el sistema de educación a lo que las familias rurales realmente necesitan aprender para volverse más autodependientes y más autogestionarias.
Hasta aquí están descritas las sugerencias destinadas a simplificar, “descomplicar”, "desideologizar" y despolitizar la solución de los problemas de la agricultura, haciéndolo con las herramientas de la ciencia, de la tecnología, de la administración rural y de la práctica de la auto-ayuda entre los productores rurales.
Y quién deberá hacerlo: ¿los ministros y otras altas autoridades o los propios educadores?
- Los ministros y secretarios provinciales/departamentales y municipales de educación, los rectores de las universidades, los decanos de las facultades de ciencias agrarias, los directores de las escuelas agrotécnicas y los directores de los servicios, públicos y privados, de asistencia técnica a los agricultores.
- Y, mucho más que las autoridades mencionadas en el ítem anterior, los propios educadores; porque existen medidas "eficientizadoras" y mejoradoras de la educación, cuya adopción absolutamente no depende de recursos adicionales ni de decisiones políticas de las altas autoridades educativas.
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