El doctor Enrique Gordillo Castillo explica la importancia que tiene la Historia para el fortalecimiento de la identidad nacional.
Leímos para usted: Renato Lechuga
La Historia, como herramienta de estudio, es una espada de incontables filos, muchos de los cuales moldean el desarrollo de una nación, pero otros apuntan hacia su ignorancia.
Lo que aprendemos en la escuela no es la verdad completa. Y sería imposible que lo fuera, pues nuestro pasado es tan amplio como complejo, abarca cinco siglos de mestizaje más los años prehispánicos. Además, unos cuantos educadores fueron los que se encargaron de cribar tantos años y de incluir en los libros de texto a los personajes que consideraron ilustres, así como los acontecimientos que, en su momento, pudieron ser muy distintos a lo que nos explica el maestro desde la pizarra.
A pesar de todo, los historiadores se encargan de aproximarnos lo mejor que pueden hacia la verdad histórica, pero dependen de las fuentes que, en muchos casos, han desaparecido en el curso de las décadas o los siglos.
El doctor en historia por la Universidad de Tulane, Nueva Orleáns, el guatemalteco Enrique Gordillo Castillo, es autor de varios libros sobre su especialidad. Sus enfoques y análisis tienen la frialdad necesaria para observar la historia nacional y describirla sin tomar partido ni intercalar sus juicios personales. Su acuciosidad lo ha llevado a contribuir con varios estudios para los más importantes centros de investigación sobre la historia del país.
En esta entrevista, Gordillo Castillo ofrece datos que nos permiten aproximarnos a los orígenes de lo que entendemos por identidad como nación; aborda la mitología criolla, descubre la jerarquía inscrita en nuestra moneda nacional y resalta la importancia de la Historia como instrumento de la ideología.
Es probable que muchos guatemaltecos entendamos por nacionalismo la solidaridad en caso de desastres, o la alegría compartida en un partido de futbol, pero, en realidad, ¿qué debemos entender?
El nacionalismo es sinónimo de identidad nacional, es la base ideológica de los Estados nacionales surgidos en contraposición con los Estados monárquicos en el siglo XIX. Se basa en la convicción de que personas que nunca se han visto y que probablemente nunca se verán comparten un territorio, un idioma, una cultura y unos ancestros. En sociedades multiétnicas, obviamente el grupo que ejerce el poder impone sus valores y también esos aspectos. Históricamente, las guerras también contribuyeron a crear identidades nacionales, porque obligaron a enfrentarse violentamente contra “los otros”. Modernamente, las competencias deportivas —como expresiones de guerras domesticadas— recrean esas identidades.
El doctor en historia por la Universidad de Tulane, Nueva Orleáns, el guatemalteco Enrique Gordillo Castillo, es autor de varios libros sobre su especialidad. Sus enfoques y análisis tienen la frialdad necesaria para observar la historia nacional y describirla sin tomar partido ni intercalar sus juicios personales. Su acuciosidad lo ha llevado a contribuir con varios estudios para los más importantes centros de investigación sobre la historia del país.
En esta entrevista, Gordillo Castillo ofrece datos que nos permiten aproximarnos a los orígenes de lo que entendemos por identidad como nación; aborda la mitología criolla, descubre la jerarquía inscrita en nuestra moneda nacional y resalta la importancia de la Historia como instrumento de la ideología.
Es probable que muchos guatemaltecos entendamos por nacionalismo la solidaridad en caso de desastres, o la alegría compartida en un partido de futbol, pero, en realidad, ¿qué debemos entender?
El nacionalismo es sinónimo de identidad nacional, es la base ideológica de los Estados nacionales surgidos en contraposición con los Estados monárquicos en el siglo XIX. Se basa en la convicción de que personas que nunca se han visto y que probablemente nunca se verán comparten un territorio, un idioma, una cultura y unos ancestros. En sociedades multiétnicas, obviamente el grupo que ejerce el poder impone sus valores y también esos aspectos. Históricamente, las guerras también contribuyeron a crear identidades nacionales, porque obligaron a enfrentarse violentamente contra “los otros”. Modernamente, las competencias deportivas —como expresiones de guerras domesticadas— recrean esas identidades.
¿Cree que el Estado ha reproducido una identidad nacional?
Puedo responder a esa pregunta con una comparación que he usado en mis clases sobre cómo el Estado ha promovido oficialmente jerarquías étnicas. Los billetes tienen una jerarquía económica que va de Q100, Q50, Q20, Q10 y Q5 hasta Q0.50; eso se reproduce idénticamente en el esquema estatal que recrea el patriotismo criollo colonial.
Puedo responder a esa pregunta con una comparación que he usado en mis clases sobre cómo el Estado ha promovido oficialmente jerarquías étnicas. Los billetes tienen una jerarquía económica que va de Q100, Q50, Q20, Q10 y Q5 hasta Q0.50; eso se reproduce idénticamente en el esquema estatal que recrea el patriotismo criollo colonial.
Los billetes de a Q100 tienen la imagen de Francisco Marroquín, español y religioso; los de Q50, la de Carlos O. Zachrisson, un empresario de origen extranjero; los de Q20 tienen la imagen del criollo español Mariano Gálvez; los de Q10, la de Miguel García Granados, un español nacionalizado y terrateniente; los de Q5, la de Justo Rufino Barrios, un ladino de occidente, militar y cafetalero; los de Q1, la de José María Orellana, un ladino de oriente y militar, y finalmente, los billetes de 50 centavos tenían la efigie de Tecún Umán, el héroe nacional, indígena y militar. En resumen, el sitio más alto en la jerarquía corresponde al español religioso, y el de cincuenta centavos, al indígena.
Apoyado en sus estudios, ¿qué mentiras conocemos que nos haya enseñado la historia oficial? Por ejemplo, ¿es cierto que para la Independencia hubo cohetes y marimba?
Apoyado en sus estudios, ¿qué mentiras conocemos que nos haya enseñado la historia oficial? Por ejemplo, ¿es cierto que para la Independencia hubo cohetes y marimba?
Bueno, según algunos testigos, sí hubo cohetes y marimba, con el objetivo de presionar a los notables para que decidieran a favor de la Independencia y la anexión a México. Sin embargo, otros afirman que no hubo mayor algarabía, porque ese día cayó un tremendo aguacero y todo mundo se fue a su casa. La tergiversación se encuentra más bien en difundir la versión de que se trató de una acción pacífica lograda por consenso, cuando, en realidad, hubo conflictos muy serios que condujeron a las guerras de la federación y al desmembramiento del Reino de Guatemala en cinco pequeños países. Guatemala envió un ejército a someter a los salvadoreños que se opusieron a la anexión.
¿Puede la historia ser un hecho liberador?
Claro, y yo creo que estamos en el mejor momento para revalorar la historia académica, porque el paradigma de la homogeneización del Estado nacional fracasó. En la actualidad, no solo se reconoce, sino que se valora la diversidad étnica y cultural. Ya no es necesario tergiversar los hechos del pasado para crear falsas imágenes de una sociedad homogénea. Siempre hemos sido una sociedad diversa, con muchos problemas históricos —que no se crearon en un día—, y efectivamente, la Historia busca entender por qué las cosas son como son. El objetivo es ese, entender por qué somos como somos.
¿Cuál es la diferencia entre la Historia oficial y la académica?
La Historia oficial es la que se construye y se difunde desde el poder. En consecuencia, todas las historias patrias, historias nacionales o historias de bronce que se han difundido por el sistema educativo nacional (y digo “nacional”, entre comillas) se pueden considerar oficiales. En su mayor parte cumplen con el objetivo de promover el ideal nacional. En consecuencia, no son necesariamente académicas, porque el objetivo es ideológico. La historia académica, por otra parte, tiene la pretensión de acercarse a la verdad. Aunque siempre hay debates y diferentes puntos de vista, estos están sustentados con evidencia empírica.
La Historia oficial es la que se construye y se difunde desde el poder. En consecuencia, todas las historias patrias, historias nacionales o historias de bronce que se han difundido por el sistema educativo nacional (y digo “nacional”, entre comillas) se pueden considerar oficiales. En su mayor parte cumplen con el objetivo de promover el ideal nacional. En consecuencia, no son necesariamente académicas, porque el objetivo es ideológico. La historia académica, por otra parte, tiene la pretensión de acercarse a la verdad. Aunque siempre hay debates y diferentes puntos de vista, estos están sustentados con evidencia empírica.
¿Está de acuerdo en que la historia es un arma ideológica poderosa?
Por supuesto. La Historia es el arma ideológica más poderosa, porque puede crear ideología. Los sucesos del 11 de septiembre en los Estados Unidos mostraron lo que los seres humanos somos capaces de hacer por un ideal nacional. Ese día, un grupo de personas fueron capaces de inmolarse e inmolar a otras que no conocían, siguiendo determinados ideales. Para unos son terroristas, y para los otros son héroes.
Por supuesto. La Historia es el arma ideológica más poderosa, porque puede crear ideología. Los sucesos del 11 de septiembre en los Estados Unidos mostraron lo que los seres humanos somos capaces de hacer por un ideal nacional. Ese día, un grupo de personas fueron capaces de inmolarse e inmolar a otras que no conocían, siguiendo determinados ideales. Para unos son terroristas, y para los otros son héroes.
La historia oficial es tendenciosa, porque inyecta ideología. ¿Cuál es la nuestra, si tomamos en cuenta que la heredamos de pedagogos muchas veces ubiquistas?
Lamentablemente, el ideal nacional que se difundió en Guatemala no consideraba a la población indígena viva como “un elemento de progreso”, en palabras de José Antonio Villacorta, quien fue ministro de Educación de Ubico. A finales de los años 30, el mismo Villacorta empezó a plantear el ideal de nación basado en el mestizaje, probablemente por la influencia mexicana. Planteó una nueva versión de la historia de Guatemala, que recuperaba la historia indígena durante el período colonial como uno de los componentes positivos del mestizaje. No obstante que se promovió como proyecto oficial, como puede verse en los murales del Palacio Nacional, el mestizaje no fue aceptado como el ideal nacional —que siguió siendo el del ladino, entendido como todo aquel que no era indígena—. En consecuencia, todas las historias patrias se basan en mitos que tergiversan los hechos con el objetivo de promover la homogeneidad.
¿Podría citar ejemplos de tales mitos?Entre los clásicos, podría extenderme en el que mencioné, de la Independencia y la anexión a México. El mito dice que “fue un proceso pacífico, espontáneo, que se logró por consenso unánime, sin derramamiento de sangre, de los grandes hombres de la época, los próceres”. En realidad, el movimiento se hizo siguiendo el Plan pacífico de Independencia elaborado y promovido por la familia Aycinena, con el apoyo de intelectuales liberales como Pedro Molina, Mariano de Beltranena y José Francisco Barrundia. El objetivo del plan era mantener el status quo político con los privilegios de los comerciantes guatemaltecos. Los autores del plan estaban conscientes de que los añileros de San Salvador y los ganaderos de Nicaragua querían terminar con el monopolio de los comerciantes guatemaltecos. Por esa razón, para realizar el plan, solicitaron apoyo militar a Agustín de Iturbide, ofreciéndole la anexión del Reino de Guatemala a México. Antes que independizarse de España y México, las provincias querían independizarse de Guatemala.
Otro mito es la Reforma Liberal. Se dice que el período que se inició en 1871 generó gran desarrollo, por obra de un gran hombre, “el Reformador” Justo Rufino Barrios. En los billetes de Q5 dice: “El General Justo Rufino Barrios estableció la enseñanza primaria, gratuita, laica y obligatoria”. En realidad, seguimos arrastrando el enorme saldo de analfabetismo. A propósito, en el actual gobierno se promueve como el logro más grande la gratuidad de la educación. En realidad, Justo Rufino Barrios delegó en los finqueros la responsabilidad estatal de brindar educación, y estos, obviamente, no cumplieron con establecer escuelas en las fincas. En cuanto al desarrollo del país, efectivamente se dio un crecimiento económico de ciertos grupos, pero a costa del trabajo forzado y la expropiación de tierras de los indígenas.
¿No es así que la Academia de Geografía e Historia de Guatemala ofrece la versión criolla de la historia de Guatemala?
¿No es así que la Academia de Geografía e Historia de Guatemala ofrece la versión criolla de la historia de Guatemala?
En realidad, me parece que fueron los intelectuales guatemaltecos de los primeros cincuenta años del siglo XX, varios de ellos vinculados a la Sociedad de Geografía e Historia, quienes recrearon como identidad nacional guatemalteca una variante del patriotismo criollo colonial. El más influyente fue Villacorta, pero también hay que recordar que los nombres de las universidades, tanto la nacional como las privadas, también recrean el patriotismo criollo, me refiero a las universidades de San Carlos, Francisco Marroquín, Rafael Landívar, Del Valle y Mariano Gálvez.
Finalmente, ¿trajo algún beneficio el establecimiento de la ciudadanía universal en la Constitución de 1824?
Efectivamente, la ciudadanía fue instaurada desde 1824; sin embargo, a partir de 1829 empezó a limitarse con criterios económicos. Eran ciudadanos únicamente aquellos hombres que tuvieran rentas o bienes suficientes para ejercerla, decía: “con responsabilidad”. En 1838 se agregó el criterio de exclusión étnica; en 1871 se excluyó a los analfabetas; en 1945 se incluyó por primera vez a las mujeres, pero en 1965 se excluyó a los comunistas. Total, podemos hablar de ciudadanía universal hasta la Constitución de 1985.
Perfil
- Enrique Gordillo Castillo, guatemalteco, es máster y doctor en historia, por la Universidad de Tulane, Nueva Orleans, Estados Unidos.
- Licenciado en Historia por la Universidad de San Carlos de Guatemala.
- Ha formado parte del Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (Cirma), de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes), del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (Ceur).
- Actualmente, es jefe del Departamento de Investigación de la División de Desarrollo Académico de la Dirección General de Docencia, en la Universidad de San Carlos.
- Es docente de programas de posgrado en Flacso, la Usac y la Upana.
- Es autor de varios libros, entre ellos:
- Guía general de estilo para la presentación de trabajos académicos (2002).
- Hacia la formación De “Alma Nacional”: José Antonio Villacorta Calderón y la Historia de Guatemala (1915-1962).
- Severo Martínez Peláez y la Ciencia Revolucionaria Guatemalteca (2000).
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