viernes, 11 de junio de 2010

La buena nota del día para Guatemala

Agricultura: si  somos  tan  ricos  ¿por  qué  estamos  tan  pobres?
Autor: Polan Lacki
Agradecemos al Dr. Marvin Melgar Ceballos por este artículo que nos remitió y lo compartimos a Guatemala. Atte. Gestor y Planificador Municipal Renato Lechuga García.
En  todos  los países  de  esta  privilegiada  América  Latina  tenemos  enormes  potencialidades  productivas  que  nos  permitirían generar  las  riquezas necesarias para autofinanciar nuestro desarrollo agrícola y eliminar el  subdesarrollo rural. 
En  primer  lugar,  tenemos  vastas  extensiones  de  tierras  de  buena  calidad,  clima  favorable  que  nos  posibilita  obtener  varias  cosechas  al  año  y  que  nos  permite  producir  ganado  exclusivamente  a  pasto;  y,  lo  más  importante,  tenemos  una  muy  abundante  mano  de  obra,  necesitada  y  deseosa  de  progresar con el fruto de su esfuerzo. 
En  segundo  lugar,  ya  disponemos  de los  conocimientos  (tecnologías y  experiencias  exitosas)  que  son  necesarios  para  hacer  una  muy  eficiente producción,  transformación  y comercialización  de  productos  agropecuarios.  Desafortunadamente,  dichos  conocimientos están  siendo  adoptadas apenas por una minoría de productores rurales más eficientes. Tal  exclusión  es  lamentable  porque  muchas  de  las  mencionadas  tecnologías  y  experiencias,  son  de  bajo  costo  y  fácil adopción, y  como  tales  podrían  y  deberían  estar  beneficiando  todos  los  productores  rurales  de  cada  país. Sin  embargo  ello  no  ocurre  porque  estos  valiosos  conocimientos permanecen  ociosos/subutilizados en  las estaciones experimentales, en  las universidades,  en  las  cooperativas,  en  las  páginas web y, muy  especialmente,  dispersas  en  las  fincas  de los  agricultores más   eficientes  que  ya  están   adoptándolas.  La  correcta  aplicación  de  las  referidas  tecnologías  y  experiencias  permitiría solucionar  gran  parte  de los  problemas  de  la  mayoría  de  los  productores  rurales.  Desafortunadamente  ello  no  ocurre  porque dicha  mayoría no las conoce o no sabe aplicarlas de manera correcta. 
En  tercer  lugar,  disponemos  de métodos  y  medios,  eficaces  y  de  bajísimo  costo (emisoras radiales y de televisión, e-mail, páginas web, etc.), a través de los  cuales  podríamos  y  deberíamos difundirlas  rápida  y  masivamente  en  beneficio  de  todas  las  familias  rurales.  En  resumen,  tenemos  a  nuestra  disposición casi  todos los requisitos necesarios para hacer una agricultura que  al ser mucho más eficiente y más productiva podría generar  las  riquezas que  necesitamos para reducir la pobreza y el subdesarrollo rural.
Y si es así ¿por qué no lo hacemos? Por la sencilla razón de que la mayoría de  nuestros agricultores no poseen las competencias necesarias para hacerlo; es  decir les faltan conocimientos, habilidades, actitudes y hasta valores orientados al autodesarrollo
¿Y  por  qué  los  habitantes  rurales  no  poseen las  referidas competencias? Básicamente  por  las  siguientes  cuatro  razones.  En  primer lugar, porque  los  conocimientos que  sus  padres  les  transmitieron  ya  están desactualizados  y  son  insuficientes para  que  ellos  puedan  sobrevivir económicamente en la agricultura moderna y globalizada. 
En  segundo  lugar   porque  las  escuelas  fundamentales  rurales  que,  para  la mayoría  de  los  habitantes  del  campo,  son la  única  oportunidad de  aprender algo  útil  para  la  vida  y  el  trabajo  en  el  campo,  enseñan a  los  niños muchos  contenidos irrelevantes en vez de proporcionarles los conocimientos necesarios  para  que  puedan ser  productores  más  eficientes  y  más  emprendedores,  mejores  padres/madres  de  familia,  mejores  ciudadanos,  empleados  más  eficientes  y  miembros  más  solidarios  y  participativos  de  sus  comunidades.
Existe  un  impresionante  desencuentro  entre  lo  que  esas  escuelas  rurales  enseñan  y  aquello  que  los  educandos  realmente  necesitan  aprender.  Gran  parte de sus contenidos curriculares no tienen ninguna aplicación en la solución  de  los problemas cotidianos de  los educandos, ya sean laborales,  familiares o comunitarios.  
En tercer  lugar porque  los servicios públicos de extensión rural---que podrían  y deberían contrarrestar las dos debilidades educativas hasta aquí analizadas-- -- están contaminados por las interferencias político-partidarias, burocratizados  y excesivamente centralizados. Con  tales  restricciones los extensionistas, aún en contra de su voluntad, dedican más tiempo a burocratizar en las oficinas que a capacitar a  los agricultores en  las  fincas y comunidades  rurales. Las pocas  veces  que  logran  ir  al  campo,  después  de  enfrentar  un  largo  peregrinaje  burocrático para obtener el vehículo, el combustible y  los viáticos, muchos de  los extensionistas no están en condiciones técnicas de corregir los errores que  los agricultores cometen y de solucionar  los problemas que  los afectan; estas debilidades  técnicas  de  los  agentes  de  extensión  ocurren debido  al motivo descrito a continuación. 
En  cuarto  lugar  porque  las  facultades  de  ciencias  agrarias  están excesivamente  "urbanizadas" y desconectadas de  la  realidad concreta de  los productores  rurales y de los potenciales  empleadores  de  sus  egresados.
Debido al rápido proceso de urbanización, la mayoría de los docentes ya es de extracción  urbana  y  no  tiene  un  adecuado  conocimiento  vivencial  de  los problemas  agrícolas  y  rurales.  Además  de  no  tener  la  referida  vivencia,  las facultades  ni  siquiera consultan a  los  empleadores  y productores  rurales para saber cuál es el perfil profesional que el mercado laboral está necesitando. La enseñanza  teórica  impartida  en  las  aulas  y  laboratorios no es complementada ni  validada  con  actividades  prácticas  en  las  fincas,  en  las comunidades  rurales,  en  las  agroindustrias  y  en  los  mercados  rurales. Las visitas  al  campo  suelen  ocurrir  recién  en  el  último  semestre  de  la  carrera, cuando  el  daño  en la  formación  de  los  estudiantes  ya  es  irremediable.  Las facultades estimulan  a  sus  docentes  para  que publiquen  artículos en  las  revistas científicas internacionales y los premian por esos "papers" para efectos de sueldos y promociones o ascensos; poco importando cuántas personas leen dichos  papers  y  cuál  es la  contribución  real  y  efectiva  que tales  escritos ofrecen a la solución de los problemas concretos y cotidianos de la gran mayoría de  los productores  rurales; olvidándose que son éstos  la  razón de ser  de  la  existencia  de  las  facultades. 
Mientras  tanto  las  actividades  de extensión universitaria que podrían acercar las facultades al conocimiento de la realidad agrícola y rural no reciben apoyo ni son consideradas para efectos de ascensos  y  premios  a  los  docentes  que  las  ejecutan  o  que  desearían ejecutarlas. Con una formación tan teórica y tan divorciada de las necesidades de  los agricultores y de  los empleadores no es de sorprender que el mercado laboral esté  rechazando a los  profesionales  que  de  ellas  egresan.  Las facultades siguen  formando  egresados para  el  desempleo  y  ello ocurre  no necesariamente porque la demanda es  insuficiente sino porque su oferta es inadecuada  a  las  reales  necesidades  de  los  demandantes  del  mundo moderno. Adicionalmente, a pesar de que en la prédica proponen el desarrollo rural  con  equidad  y  sin  exclusiones,  las  escuelas  superiores  de  agricultura priorizan y enfatizan la enseñanza de tecnologías sofisticadas y de alto costo, que benefician/interesan a un 5 o 10 % de  los agricultores de avanzada, pero desprecian  o  ignoran  las  necesidades concretas del  90  o  95  %  de  los productores  rurales  que  requieren,  en  carácter  prioritario,  de tecnologías sencillas y de bajo costo, para que sean compatibles con los escasos recursos que ellos disponen. Durante su paso por  la universidad,  los estudiantes tienen pocas oportunidades  de  desarrollar  su  ingenio  en  la  creación  de  soluciones más pragmáticas y adecuadas a  las adversas condiciones  físico-productivas y a  la  escasez  de  recursos  financieros  que  caracterizan a  los agricultores más pobres;  tampoco  tienen  la oportunidad de ejecutar con sus propias manos  las actividades más elementales y rutinarias que a diario realizan  los agricultores.
En  tales  condiciones  ¿cómo  podrán enseñar  a  los  agricultores  a  sembrar, regular  una  sembradora  o  cosechadora,  podar,  injertar,  ordeñar  una  vaca  o transformar  commodities  en  productos  procesados  de  manera  correcta,  si durante su  paso  por  la  universidad los estudiantes  no  tuvieron  la  oportunidad de sembrar,  regular  una  sembradora,  podar,  injertar,  ordeñar  y procesar/transformar commodities con eficiencia? Con tantas debilidades en la formación  de  los  egresados,  ¿cómo  esperar  que  los  servicios  de  extensión rural sean eficientes y promuevan los cambios que necesitan los agricultores y la agricultura?
Afortunadamente la corrección o eliminación de la mayoría de las ineficiencias y  distorsiones  recién  descritas depende en  gran  medida de  la  decisión  y voluntad personal de  los directores, maestros, profesores y extensionistas. Al contrario  de  lo  que  suele  afirmarse  la  corrección  de  estas distorsiones no requiere de altas decisiones políticas del  Poder Ejecutivo, del Congreso Nacional, del Ministerio de Educación, del Ministerio de Agricultura, de  las Secretarias   Provinciales/Departamentales de Educación y Agricultura o de los rectores de las universidades. Las medidas que realmente dependen de ayudas  externas podrán  ser  postergadas  para  que,  en  lo  inmediato,  los educadores puedan concentrarse en corregir lo que está al alcance de ellos. En la  página    http://www.polanlacki.com.br    están  disponibles  textos  que demuestran  lo  mucho  que  pueden  hacer  los  propios  profesores  y extensionistas para corregir estas debilidades, aunque no cuenten con recursos adicionales a los que ya están disponibles.
Esta  es  la  gran  prioridad.  Mientras  no  hagamos  estos  cambios  en  nuestro sistema de educación rural---sencillos y de bajo costo pero altamente eficaces y  de  un  enorme  efecto  multiplicador  y  emancipador----todos  los grandes proyectos  de  combate  a  la  pobreza  rural  seguirán  fracasando;  y  los gigantescos recursos en ellos aplicados seguirán siendo derrochados; tal como ha  ocurrido  y  sigue  ocurriendo  en  América  Latina  por  la  siguiente razón  de fondo: los afectados por la pobreza rural no pueden solucionar sus problemas, muchísimo  más  debido a  la  inadecuación  de  sus  conocimientos  que a  la supuesta  insuficiencia  de  sus  recursos  materiales  y  financieros.  

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