martes, 26 de octubre de 2010

Síndrome Psicosocial del “Señorito Satisfecho”

El cuento equivocado
Los Chapines tenemos una idea infantil del poder.
“Ay chula, es que aquí no tenemos un verdadero líder”
Leímos Para usted: Renato Lechuga García
Gestor y Planificador Territorial
Por: Dina Fernández
Un síntoma de la escasa madurez democrática de los guatemaltecos es la tónica de nuestros comentarios de salón, ahora que se acercan las elecciones.
 “Ay chula, es que aquí no tenemos un verdadero líder”, “…mientras no surja alguien que de verdad ame a Guatemala”, “necesitamos una persona con carácter para poner orden”…

La premisa tácita de ese tipo de observaciones es que basta una persona para solucionar los rezagos profundos del país, que con una sola voluntad en la dirección correcta, inmediatamente se solucionarán nuestros males. 
Tenemos una concepción personalista, vertical y autoritaria del poder. Incluso infantil: queremos padrinos mágicos, no servidores públicos.
Quizá nuestros amigos psicólogos puedan analizar por qué nos refugiamos en marcos caudillistas que en estas latitudes han producido por décadas tiranías de vaudeville, no sociedades prósperas con instituciones serias.
Los Chapines Padecemos del Síndrome del “señorito satisfecho”, se nos hace fácil renunciar a nuestras libertades políticas: queremos empanaditas de desarrollo para la “refa”, pero servidas en bandeja de plata y con mantelito de organdí.

¿Vamos a hablar de derechos ciudadanos?
¡Uy no! Eso implica responsabilidad, compromiso, entregar cuentas. Qué hueva. Mejor pongan un anuncio y no se les olvide pedir “don de mando” para arriar a los salvajes.
Así llegamos a las elecciones cada cuatro años, con la ilusión de encontrar a “alguien” que venga a resolvernos la vida.
Empieza la campaña, bailamos dos piezas bajo las guirnaldas electorales con el somormujo que mejor nos endulce el oído y luego nos lamentamos porque en vez de príncipe encantado, nos sale borracho y vividor.
La verdad es que nos hemos querido creer el cuento equivocado. El soberano no es el chatío que se ofrece a dirigir el baile. Los soberanos somos nosotros y la persona que elegimos debe cumplir un mandato claro para cristalizar, nuestras demandas.

Una sola persona no puede transformar nuestro país. Ni siquiera un equipo de 30 tecnócratas que se ocupen del Gabinete y las principales posiciones del Ejecutivo… Así tuviéramos disponible al dream team de la administración pública, no podríamos avanzar si antes no decidimos hacia dónde queremos movernos.

Para Salir De Este Pantanal De Arena Movediza, Guatemala Requiere De Acuerdos Que Alcancen Transversalmente A La Sociedad Con Comunes Denominadores. Antes De Hablar Charadas, Necesitamos De Una Estructura Tributaria Más Sensata, Más Eficiente Y Mejor Repartida, Que Le Permita Al Estado Obtener Los Recursos Que Hacen Falta Para Financiar Los Bienes Públicos Que Más Mencionamos: Seguridad, Salud Y Educación.

Los Acuerdos de Paz fijaron una meta modesta para la carga tributaria –12 por ciento del PIB– que apenas hemos logrado arañar. Pero más allá de conseguir ese dinero para las arcas públicas, necesitamos diseñar mecanismos que garanticen una mejor ejecución de ese gasto, con más transparencia, con instituciones más profesionales y mejor administradas, y desde luego, con menos corrupción.
Desatar el nudo de lo fiscal implica instaurar las bases para un mejor servicio civil. Si no existen los incentivos correctos para que personas talentosas opten por hacer carrera pública, se especialicen en la gestión de nuestras instituciones y se mantengan ahí a base de mérito, no tendremos servicios de calidad ni en la Policía ni en los juzgados ni en las fiscalías ni en las escuelas ni en los hospitales, por mencionar sólo lo esencial. 
Pretender que vamos a seguir como ahora, que cada cuatro años cambie el 80 por ciento de los empleados públicos, es una locura.

Por otra parte, profesionalizar la gestión gubernamental implica reformar hasta las raíces la forma de operar de los partidos políticos, para que no vendan anticipadamente los contratos del Estado a sus grandes padrinos ni las plazas burocráticas hasta el último de sus militantes.
Para que Guatemala cambie, en vez de suspirar como niños por el chapulín colorado, el hada madrina o el príncipe azul, tendríamos que asumir nuestra responsabilidad de adultos y pensar en los grandes temas. 
De lo contrario, vamos a seguir atrapados en un cuento patético: cada cuatro años, a besar a un sapo diferente, sólo para comprobar que aunque cambien los colores y la música en el escenario, sigue siendo sapo.
Vea www.dinafernandez.com.

Fuente: http://www.elperiodico.com.gt/es/20101027/opinion/180559/

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