Recién hemos “celebrado” nuestra “independencia” (de España), no sin recordar amargamente que la mayoría de países hispanoamericanos ya han celebrado el Bicentenario, mientras que nosotros aún esperaremos una década. Pero, aprovechando este sentimiento de que aún no somos complemente libres de invasión (ideológica) extranjera, podríamos proponernos que en estos diez años que faltan para nuestro bicentenario, intentar ser realmente libres
Leímos Para Ustedes: Renato Lechuga García
Gestor y Planificador Territorial Municipal
Por: Mario Cordero Ávila
Y, para iniciar con ello, podríamos empezar a conocer la verdadera historia de nuestra independencia, tal y como la plantea el historiador Horacio Cabezas Carcache, en su libro “Independencia centroamericana. Gestión y Ocaso del Plan Pacífico”, publicado desde el año pasado por la Editorial Universitaria.
Cabezas Carcache es un historiador egresado de la Universidad de San Carlos. Fue director de las carreras de Profesorado y Licenciatura en Historia (Usac). Ha publicado “Reducciones Indígenas en el Reino de Guatemala” (1974), “Quiero vivir en América” (1974), “La Piel de América” (1977), “Los Señoríos Quichés” (1979), y “Nuestra América”. “Texto para la enseñanza de los Estudios Sociales” (1989), “Sugerencias para la presentación de Trabajos Académicos” (1989), “Metodología de la Investigación” (1994), “Historia de Centro América” (1996), “Santiago de Guatemala en Almolonga” (1999) y “El periodismo guatemalteco, 1729-1944” (2001). En la actualidad, está preparando la segunda edición del “Diccionario Histórico Biográfico Guatemalteco”, bajo los auspicios de la Fundación para el Enaltecimiento de la Herencia Cultural Guatemalteca.
El libro es un ensayo histórico en el que se sostiene que la Declaración de Independencia, realizada en la ciudad de Guatemala el 15 de septiembre de 1821, fue parte de un plan de la Familia Aycinena que temía que las luchas de los vecinos de San Salvador, Granada y León pudieran cambiar el sistema económico imperante. Dicho plan fue redactado con el apoyo de algunos “intelectuales”, en especial de Pedro Molina.
Sin embargo, el objetivo principal del mismo era la anexión del Reino de Guatemala a México, pues consideraban que así se preservaría el status quo y los grandes comerciantes de la ciudad de Guatemala podrían continuar monopolizando a su favor las actividades de exportación e importación. Al fracasar la anexión a México, dirigentes liberales de Guatemala y San Salvador controlaron la Asamblea Constituyente, manipularon las elecciones y nombraron presidente de la República Federal a Manuel José Arce.
Capitanía General de Guatemala española, también conocida como el Reino de Guatemala -1821-.
Sin embargo, debido a las presiones que recibió para establecer una sede episcopal en San Salvador, Arce optó por buscar apoyo entre las viejas fuerzas políticas del período colonial. De ese modo, la familia Aycinena consiguió una victoria pírrica, que pronto se convirtió en el inicio de cruentas guerras que llevarían a la desintegración política de la región centroamericana y al incremento de la pobreza y marginalidad de las grandes mayorías poblacionales, que nada tuvieron que ver con la farsa independentista.
PRESUPUESTOS
Según revela Cabezas, el Plan Pacífico es un documento encontrado y que tiene enormes similitudes con lo que finalmente fue el Acta de Independencia. Habría sido ideado por la familia Aycinena, que para 1821 tenía gran parte del control del comercio que salía de Centroamérica para España. Debido a las insurrecciones en San Salvador, León y Granada (en Nicaragua), y en Totonicapán, se temía que hubiera un cambio social brusco y que las familias predominantes perdieran ciertos controles.
En El Salvador, pero sobre todo en Nicaragua, ya existía gran molestia con la Capital de la Capitanía General (es decir Guatemala), por estar obligados a que el comercio tuviera que pasar por allí. Según Cabezas Carcache, desde allí ya se empezaba a hablar fuertemente de la posibilidad de un canal interoceánico que permitiera la salida por el río San Juan, como ya se daba en la práctica a través de los filibusteros europeos, que intentaban romper las restricciones comerciales de España para sus colonias.
Sin embargo, las insurrecciones lograron ser reprimidas, sobre todo la de Nicaragua, en 1911, que fue un movimiento con grandes intenciones reales independentistas, y que buscaban libertad real de comercio. Los ganaderos importantes fueron traídos desde Nicaragua a Guatemala, a pie, amarrados de manos por soldados que venían a caballo, y que ingresaron por la Calle Real (6ª. avenida de la zona 1), justamente cuando la flor y nata de la región se encaminaba para ir a la Feria de Jocotenango, en el extremo norte de esa vía.
Ello generó que varios de los criollos guatemaltecos se preocuparan por lo que les pasaba a los criollos nicaragüenses, lo que derivó en la fallida Conjuración de Belén, en 1913. Pasaron varios años, y las familias predominantes lograron detener todos los intentos independentistas, lo cual no era conveniente. Sin embargo, la sublevación de Totonicapán hacía que estos movimientos se acercaran cada vez más a la capital, por lo que era mejor idear un plan, el Plan Pacífico, para que se diera la sensación de independencia, pero para que todo continuara igual.
Esto se vio reflejado en el acta de Independencia, cuando se escribió que la justificación de la emancipación era “para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo”.
Un hecho resaltante, que menciona Cabezas Carcache, es que el mito de que hubo fiesta, cohetillos y marimba en la Plaza Mayor, el 15 de septiembre de 1821, no fue del todo cierto. Dolores Bedoya de Molina, esposa de Pedro Molina, uno de las “plumas a sueldo” de los Aycinena, al ver que los representantes no se convencían de firmar el Acta, mandaron a traer una marimba y quemaron bombas pirotécnicas, para hacer creer a los de adentro que el pueblo estaba respaldando, así como hacer que la gente se interesase.
Pero la estrategia no sirvió de mucho, porque los capitalinos no se interesaron. De hecho, según testimonio de Miguel García Granados, que para 1821 era un muchacho, recuerda que ese día fue a la Plaza Mayor, curioso por los cohetillos, pero vio que no había nada, y se regresó. Recuerda también que más tarde, una lluvia torrencial afectó a la capital, lo que hizo que la gente se resguardara en sus casas.
La mayoría de representantes que apoyaban la no independencia, se retiraron de la reunión, incluido el arzobispo Casáus y Torres, que se había empeñado en condenar todo acto de emancipación.
Una vez se había retirado la oposición, y que sólo algunos intelectuales conservadores, como José Cecilio del Valle, se habían quedado, los proindependentistas tenían el camino libre. Los conservadores apenas lograron imponer en el Acta que, ante la falta de quórum, se proclama la Independencia, pero que posteriormente se convocaría a una Asamblea para que decidiera el destino del istmo. Sin embargo, esto se truncó con la anexión a México, la cual era el verdadero objetivo del Plan Pacífico.
Sin embargo, por la caída del Imperio Mexicano de Iturbide, Centroamérica tuvo que retomar la cláusula de convocar a una asamblea, la cual definió a la región como una República Federal, con un Gobierno Presidencial general, y jefes de Estado que gobernaran cada una de las Provincias.
Para Cabezas Carcache, su intención no es imponer una verdad. Simplemente contribuir con datos y hechos irrefutables. De hecho, prevé que esta verdad quizá sea rechazada y hasta se invisibilice, porque para muchos resulta conveniente continuar manteniendo a los firmantes del acta de independencia como “héroes y próceres”, y no desnudarlos como pseudointelectuales y mercenarios de ideologías y pluma.
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