El Cuento Equivocado De Chiquimulilla Santa Rosa
Los chiquimulillenses tenemos una idea infantil del poder Municipal y De La Alcaldía.
“Ay chula, es que aquí no tenemos un verdadero líder”
Por: Renato Lechuga García
Gestor y Planificador Territorial
Un síntoma de la escasa madurez democrática de los chiquimulillense es la tónica de nuestros comentarios de salón, ahora que se acercan las elecciones.
“Ay chula, es que aquí no tenemos un verdadero líder”, “…mientras no surja alguien que de verdad ame a Chiquimulilla”, “necesitamos una persona con carácter para poner orden”…
La premisa tácita de ese tipo de observaciones es que basta una persona para solucionar los rezagos profundos del Municipio, que con una sola voluntad en la dirección correcta, inmediatamente se solucionarán nuestros males.
Tenemos una concepción personalista, vertical y autoritaria del poder. Incluso infantil: queremos padrinos mágicos, no servidores públicos.
Quizá nuestros amigos psicólogos puedan analizar por qué nos refugiamos en marcos de Patrones que en estas latitudes han producido por décadas un desarrollo latifundista pobre, no sociedades prósperas con instituciones serias.
Los Chiquimulillenses Padecemos del Síndrome del “señorito satisfecho”, se nos hace fácil renunciar a nuestras libertades políticas: queremos regalos, dinero o empanaditas de desarrollo para la “refa”, pero servidas en bandeja de plata y con mantelito de organdí.
¿Vamos a hablar de derechos ciudadanos?
¡Uy no! Eso implica responsabilidad, compromiso, entregar cuentas. Qué hueva. Mejor pongan un anuncio en la radio Rosa o La Chévere y no se les olvide pedir “don de mando” para arriar a los salvajes.
Así llegamos a las elecciones cada cuatro años, con la ilusión de encontrar a “alguien” que venga a resolvernos la vida”.
Empieza la campaña, bailamos dos piezas bajo las guirnaldas electorales con el somormujo que mejor nos endulce el oído o nos regale playeras y luego nos lamentamos porque en vez de príncipe encantado, nos sale borracho, asaltante y vividor.
La verdad es que nos hemos querido creer el cuento equivocado. El soberano no es el chatío que se ofrece a dirigir el baile. Los soberanos somos nosotros y la persona que elegimos debe cumplir un mandato claro para cristalizar, nuestras demandas.
Una sola persona no puede transformar nuestro Municipio. Ni siquiera un equipo de 10 guardaespaldas o asaltantes que se ocupen del Consejo Municipal y las principales posiciones de la administración municipal…Así tuviéramos disponible al dream team de la administración pública, no podríamos avanzar si antes no decidimos hacia dónde queremos movernos.
Para Salir De Este Pantanal De Arena Movediza, Chiquimulilla Requiere De Acuerdos Que Alcancen Transversalmente A La Sociedad Con Comunes Denominadores. Antes De Hablar Charadas, Necesitamos De Una Estructura Municipal Más Sensata, Más Eficiente Y Mejor Repartida, Que Le Permita Al Alcalde Obtener Mejor Sensatez Que Le Hace Falta Para Administrar Los Bienes Públicos Que Más Mencionamos: Desarrollo Integral – Salud, Economía, Medio Ambiente Y Educación -.
Pero más allá de conseguir una gorra, canasta de verano, comida o dinero, necesitamos diseñar Un Plan De Visión De Desarrollo Para Nuestro Municipio Y Que Garantice Una Mejor Ejecución Del Gasto Municipal, con más transparencia, como un institución más profesional y mejor administrada, y desde luego, con menos corrupción.
Desatar el nudo de la corrupción que aqueja a nuestra municipalidad implica instaurar las bases para un mejor servicio civil. Si no existen los incentivos correctos para que personas talentosas opten por hacer carrera pública, se especialicen en la gestión de nuestra institución y se mantengan ahí a base de mérito, no tendremos servicios de calidad.
Pretender que vamos a seguir como ahora, que cada cuatro años cambie el 80 por ciento de los empleados públicos municipales y con más deuda, es una locura.
Por otra parte, profesionalizar la gestión municipal implica reformar hasta las raíces la forma de operar de los partidos políticos, para que no vendan anticipadamente los puestos de las personas que le acompañan en sus planillas o los contratos del municipio a sus grandes padrinos ni las plazas burocráticas hasta el último de sus militantes.
Para que Chiquimulilla cambie, en vez de suspirar como niños por el chapulín colorado, el hada madrina o el príncipe azul, tendríamos que asumir nuestra responsabilidad de adultos y pensar en los grandes temas.
De lo contrario, vamos a seguir atrapados en un cuento patético: cada cuatro años, a besar a un sapo diferente, sólo para comprobar que aunque cambien los colores y la música en el escenario, sigue siendo sapo.
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