martes, 10 de mayo de 2011

El agricultor que viste de gala a las hortalizas


El agricultor que viste de gala a las hortalizas
Pedro Escobar y su apuesta por el "pariente pobre" del agro:
Ha reivindicado al ninguneado sector a través de la apuesta por tecnologías y capacitación. Desde su tribuna dispara los dardos. "Falta un gremio fuerte, mayor unión de los agricultores y políticas en serio. No se puede decir: coma 5 verduras al día, si siguen habiendo casos de hepatitis o tifus", reclama. 
Por: Martina Salvo de Oliveira 
Leímos Para usted: Renato Lechuga García
Trapear suelos, hacer de chofer o atender mesas en restaurantes no amilanó la moral de Pedro Escobar. Su norte era claro. Valía la pena cualquier esfuerzo con tal de juntar la plata suficiente para comprar un campo y plantar espárragos, tal como lo hicieron su abuelo y su padre. Para alcanzar su sueño, trabajó 10 años como chino en Alemania y después volvió a Chile.
El esfuerzo valió la pena. Gracias a la obstinación por los espárragos logró levantar un verdadero imperio en el rubro. Al final, no sólo se convirtió en esparraguero, sino que además amplió el portafolio con lechugas, espinacas y acelgas. Más importante aún, se desmarcó del sello negativo que tiene el sector invirtiendo en tecnología y capacitación y, con su empresa, Sociedad Agrícola Huertos Carolina, es desde hace 30 años el proveedor regalón de Cencosud. Tan bien le ha ido, que el año pasado las ventas superaron los $3.500 millones, y se ganó el premio a la Calidad y Competitividad en el concurso al Campo del Año que organiza Anasac, por la forma de trabajar de su fundo Santa María.
Pedro Escobar y su apuesta por el "pariente pobre" del agro

"Su gracia es que trabaja la horticultura de forma muy profesional, haciendo investigación propia y con el foco en la calidad", indica María Paz Gaete, jefa de Marketing de Anasac Chile.
Su campo ultratecnológico, su exhaustivo trabajo formativo con los trabajadores, sus altos rendimientos y lo verde de sus hortalizas llaman la atención de quienes pasan por sus predios ubicados en Colina y Lampa, en la Región Metropolitana. Incluso los sectores del agro que andan con la nariz respingada hablando de exportación, de dólares y de precios FOB se asombran.
Escobar ha logrado cambiar, al menos en parte, la discriminación y el bulliyng que venía sufriendo el rubro.
La porfía
Escobar siempre ha sido obstinado y testarudo. Cuando se le mete una idea en la cabeza la persigue hasta conseguirla. No importa el tiempo que pase, o las dificultades que surjan, lo suyo es alcanzar las metas. Y el más claro ejemplo de eso fue su obstinación por tener un predio con espárragos, tal como lo habían hecho su abuelo y su padre. Pedro Escobar vio de niño el cariño puesto en las faenas, se apasionó con ese mundo y también vio cómo el sueño quedó truncado cuando el campo familiar se perdió por malos manejos y la reforma agraria.
Obsesionado por retomar la tradición y apenas salido del colegio, se propuso viajar a Alemania, destino que tenía entre ceja y ceja por tres razones. Primero para trabajar y juntar la plata necesaria para su campo; segundo, porque quería estudiar Química, disciplina que era su pasión y donde ese país daba cátedra al mundo, y tercero, quería reencontrarse con una enamorada que estaba viviendo en Alemania.
Consiguió cruzar el charco, pero... allá las cosas no fueron tal como las esperaba. Su amor platónico no lo pescó y lo de los estudios no resultó. Pero Pedro siguió adelante. "Tenía que resultar al menos un plan de tres", pensaba. Fue así que se puso a trabajar en lo que surgiera.
Hizo aseo en colegios, fue mozo en restaurantes y hasta chofer. Y así estaba moviéndose por distintos oficios, cuando le ofrecieron un trabajo en la embajada de Chile como secretario del cónsul. Posteriormente quedó como encargado de ferias de exposición de ProChile.
Pedro estuvo 10 años en Alemania. Se casó, tuvo hijos y vivió mil y una aventuras allá. Pero su norte de instalarse con espárragos en Chile seguía intacto y cuando tuvo la plata, no lo pensó dos veces. Así, volvió a comienzos de la década de 1980 con bombos y platillos para materializar su sueño.
Negocio y sellos
Escobar tiene características poco comunes en un productor de hortalizas, las que le han permitido navegar con éxito.
Ya instalado en el país en un campo en Colina, y con la primera tanda de espárragos a punto de entrar en producción, Escobar tenía que actuar rápido. Tocando puertas, en la búsqueda de algún empresario que quisiera hacer negocio, conoció a Horst Paulmann, a quien convenció de hacer una alianza en 1982.
"Venía con la mentalidad de hacer un acuerdo a largo plazo y en base a la calidad. No me importaba el precio. Mi intención era convertirme en un proveedor confiable en el tiempo. Y esa mirada futura le gustó", recuerda Escobar.
Fue así como Sociedad Agrícola Huertos Carolina se convirtió en una de la proveedoras regalonas de la cadena Cencosud, abasteciendo a marcas como Jumbo y Supermercados Santa Isabel.
Con el tiempo el agricultor obstinado se convirtió en uno de los esparragueros más grande del país, concentrando el 10 por ciento de lo que se producía. Pero las buenas rachas no son eternas. Otros productores comenzaron a sumarse al boom y Escobar vio que tenía que innovar para no quedarse atrás. Entonces tomó la decisión de aumentar la oferta, y para ello arrendó más hectáreas.
Hoy tiene alrededor de 280 hectáreas de hortalizas, 40 propias y 240 arrendadas, donde brillan las lechugas escarola, las acelgas, las espinacas, las cebollas, la lechuga costina, el apio, las zanahorias, y en temporada los espárragos, las sandías y los melones. Cada especie es cuidada como una hija, ya que tiene un asesor, a tiempo completo, para cada una.
Y esas han sido las tres claves que le han permitido ser referente: la dedicación exacerbada por especie, la anticipación y la innovación permanente.
Ante problemas como los brotes de cólera, Escobar fue el primero en vender lechugas en bandejas plásticas sanitizadas o poner las hortalizas en bolsas, un punto de inflexión ya que antes se comercializaba a granel.
También hizo su propio packing para mantener la cadena de frío, y este año, además de tener campos donde se aplican las Buenas Prácticas Agrícolas, lograría la certificación del Análisis de Peligros y Puntos Críticos de Control (HACCP, por sus siglas en inglés), algo no habitual en las hortalizas.
Otras de las innovaciones que lo han hecho despegar en el rubro es mantener todo el año ensayos con empresas químicas y semilleras, para probar nuevas aplicaciones, especies y variedades.
La capacitación intensiva del personal es uno de los puntos donde Escobar ha apostado con fuerza, lo que le ha permitido cumplir los compromisos de volúmenes y servicios sobre el 94 por ciento con sus clientes. La premisa es que, mientras todos estén bien informados en cómo hacer los procesos y tengan condiciones dignas de trabajo, las cosas van a andar bien.
Y el modelo ha resultado.
Dardos disparados
Pedro Escobar no tiene pelos en la lengua. Es por eso que dispara sus dardos a los temas que, según él, han entorpecido el despegue del sector. La poca conciencia en lo referente a la inocuidad de los productos frescos es uno de ellos.
Entre fines de diciembre y comienzos de este año, las cojeras en materia de inocuidad se revivieron con la polémica por los procesados de Nestlé que, según una medición de la Liga Ciudadana de Consumidores, registraron más residuos químicos que los tolerados por las normas de la Unión Europea. Pero lo lamentable es que estos temas han sido una constante.
El último análisis de conocimiento público titulado "Estudio de residuos de plaguicidas en alimentos" realizado por el ISP en 2009, arrojó resultados alarmantes. Que una de cada tres muestras tenían algún grado de residuos y que el 16 por ciento sobrepasó los límites máximos residuales según la última resolución, la N° 33 publicada en marzo del 2010, fueron parte de los resultados.
Y lo mismo pasó el año anterior. El 2008, un análisis del SAG reveló residuos 119 más altos de metamidofos en lechugas (un químico de uso restringido en la UE y Estados Unidos pero autorizado en Chile), o coliformes 12,5% arriba del umbral de la norma chilena. Y en todas las mediciones, la peor nota se la sacaron las hortalizas.
El tema debiera ser una preocupación pública nacional más clara, según Escobar, por el impacto que esto puede tener en la salud.
"Hay un tema escondido de enfermedades. En paralelo a que se promueve el consumo, nadie se hace cargo de dolencias como la hepatitis, tifus, diarrea o gastroenteritis. No sirve darles un bastón de apio o zanahoria a los niños en los colegios; el tema es más de fondo. También la fruta que consumimos, aunque sean los descartes de exportación, se transportan en cajas usadas, lo que afecta la inocuidad y contamina de forma cruzada. "Hay que enfrentar el tema con mira a soluciones de fondo, promoviendo un proyecto común entre sectores como Educación y Salud", puntualiza Escobar.
Pero no solamente al tema de la inocuidad, Escobar dispara los dardos.
Cuestionamiento a Hortach
El 2004 se fundó con bombos y platillos la Asociación de Productores de Hortalizas de Chile, Hortach. La organización prometía ser una voz concreta en un rubro que arrastra baches desde hace tiempo. Pero lo cierto es que en la práctica, por una u otra razón, no ha podido sacar los estigmas achacados a los hortaliceros o unir a los agricultores.
Pedro Escobar tiene una visión muy crítica de cómo se ha hecho la pega.
"Hortach no funcionó nunca, no existe. Debería haber tomado la fuerza de instituciones como la SNA, Asoex o Fedefruta, pero no fue así. Ahora, esto no necesariamente es culpa de los dirigentes. Ellos son empresarios con cargos ad honoren que sin recursos no pueden hacer nada. Mientras no se tome conciencia, no podremos tener una política clara, con una institución eficiente y que prenda. La mentalidad del hortalicero es demasiado independiente siendo que hay varios temas comunes como la tecnología, la comercialización y la capacitación", sostiene Escobar.
Pero ponerse de acuerdo no es tarea fácil, más aún en un universo variopinto donde se dan múltiples realidades.
"Cada empresario vela por sus intereses porque viven de esto. Y como muchas de las empresas que están en el rubro son pymes dedicadas 100 por ciento al negocio, les queda poco tiempo de velar por objetivos comunes o por la asociatividad. Falta una mayor integración", reconoce Alejandro Cifuentes, presidente de Hortach.
Esto arroja un tema complejo que es la diferencia entre hortaliceros chicos, medianos y grandes, para quienes las oportunidades son distintas.
Entre los imaginarios que surgen al pensar en un agricultor que vende en ferias libres o en La Vega está el tema que, por desconocimiento o irresponsabilidad, riegan y lavan su producción con agua de canal, aplican más pesticidas de los recomendados para asegurar que las hortalizas no tengan plagas, no respetan las carencias (el tiempo que debe pasar entre la última aplicación y el consumo), o no tienen idea de la trazabilidad que ha tenido su producto.
"En Lo Valledor y en las ferias libres se da la ley de la selva. No se paga IVA, no hay seguimiento de los pesticidas aplicados, no se paga caja. Se podría, por ejemplo, controlar la entrada y salida por cajas. Pero no existe educación y conciencia sobre esto. Una lechuga que se vende en el supermercado a $500, frente a otra que se remata a $200 en Lo Valledor, es una diferencia que se justifica en la medida que en el primer caso están asegurando calidad e inocuidad. No es un tema de marginar a los más chicos, es de educar con pequeños cambios", indica Escobar.
Otro tema que lo molesta es la falta de políticas públicas de fondo, que se promueven a nivel nacional. Sin miedo a ser políticamente incorrecto, se ríe de programas como Cinco al Día, que insta al consumo de frutas y hortalizas. No es que piense que el plan impulsado por el Gobierno y por distintos gremios ligados al sector sea del todo malo; pero lamenta que no vaya de la mano con la resolución de problemas.
"Necesitamos políticas a largo plazo para las hortalizas. Se han impulsado proyectos interesantes pero recién están empezando a verse temas como los residuos o la inocuidad, y en las hortalizas la diferencia entre cómo se hacen las cosas es amplia. No hay políticas de educación de consumo de la mano con un aseguramiento de la calidad y eso puede ser nocivo", sostiene Escobar.
Reconoce que los hortaliceros tienen que lidiar con el alto costo de la mano de obra, el valor energético y la inversión para tecnificarse. Para esto también tiene un consejo.
"Los insumos se encarecen y la única herramienta es la eficiencia para subir a un segundo piso el campo. Tecnificar, capacitar e innovar es la fórmula para despegar", remata el hortalicero.
Los envases, un tema críticoEntre los temas graves que dicen relación con las hortalizas hay uno que podría ser el de mayor cuidado: el de los envases. Hoy, para transportar hasta supermercados, almacenes o ferias, no existen en el país cajas destinadas a hortalizas. Lo que se hace comúnmente es comprar envases usados como las cajas plataneras, lo que impacta en la inocuidad de alimentos.
"Las cajas vienen sucias, no sólo por el producto anterior. Éstas pasan por muchos lugares, a veces tienen orina de ratones, gatos y perros, y es ahí donde, independiente del cuidado que tengamos con nuestra producción, muchos ven en jaque el tema de la inocuidad, ya que se rompe brutalmente la trazabilidad. Yo arriendo cajas plásticas pero quienes no tienen los recursos terminan utilizando las cajas plataneras. Es un tema que se debiera enfrentar a nivel país; no existen cajas pensadas para las hortalizas", sostiene Escobar. ¿Hortalizas al exterior? La apuesta por el mercado interno de Escobar tiene que ver con el potencial competitivo del país, dice.
"No tenemos ventaja comparativa para exportar hortalizas frescas, frente a competidores como Perú, que, para productos como los espárragos tiene condiciones ideales. Estamos lejos de eso. Donde hay nicho para hortalizas es en el planteamiento del negocio a largo plazo con clientes que fidelizan en el mercado interno", sostiene el agricultor.

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