miércoles, 3 de marzo de 2010

La familia, la clave olvidada

Leímos Para Usted:
Renato Lechuga García
Gestor y Planificador Territorial Municipal de Guatemala

Por: Carmen Ortíz
La esfera pública era prioritaria...


La deliberación sobre el posible fin de la utopías ha tomado auge. Profesionales, académicos, religiosos, padres de familia, recuerdan con nostalgia y preocupación aquellos tiempos en los que la gente –en particular los  jóvenes– se involucraban con pasión en la defensa de causas “superiores” que proveían sentido y trascendencia a sus vidas. Un idealista tiene convicciones fuertes, principios superiores, fe en determinados ideales por los cuales es capaz de darlo todo movido por su espíritu de sacrificio. Ellos encarnan valores referenciales que dan sentido a la existencia ya que permiten confrontar permanentemente la realidad con ese “mundo superior”. Proveen consuelo y motivación.

Anteriormente los ideales giraban en torno a la patria, el estado-nación, la revolución. Así, la esfera pública era prioritaria por sobre la privada y el sistema estaba estructurado para esta visión Estado céntrica, con los ciudadanos a su servicio. La escuela tenía por objeto formar seres civilizados, listos para “servir a la patria”. El discurso político –“prosperidad”, “justicia social”, “soberanía”–, casaba bien con los ideales de la época, dotándola de sentido. A partir de la década de los setenta se experimentó una microtendencia que impactó a la familia: la incorporación de la mujer al mundo laboral produjo un cambio en las sociedades. Algunos países han tomado conciencia de ello, actuaron y adaptaron sus políticas a las nuevas situaciones y necesidades.

Es compartido que la globalización trae aparejada la erosión de las tradiciones. Las causas comunes han cedido paso a las individuales. Los padres envían a sus hijos a la escuela para hacerlos competitivos y no tanto buenos ciudadanos, prima la lógica del deseo y el consumo. Lo que da sentido a la vida es la dimensión privada y ello no es negativo si se aprovechan las oportunidades implícitas en este cambio. Por ello, el  quehacer político y discursivo debe dar un giro; antes lo singular debía ceder paso a lo universal, ahora es a la inversa. Las macro y microtendencias (globalización y familia) deben ser atendidas simultáneamente.

El filósofo y ex ministro para la Juventud e Investigación de Francia, Luc Ferry, sostiene que la clave para volver a dar sentido y trascendencia a las sociedades y la política está en la familia, una de las pocas instituciones que se mantiene viva a pesar del creciente número de divorcios y otras situaciones que le afectan. En ella se madura el amor y la solidaridad. Sólo por los más cercanos se está dispuesto a olvidarse de sí mismo y encontrarse con el sentido de lo social. El gran ideal del siglo XXI es la familia y sus ideales. La política debe estar al servicio de ella y del fortalecimiento de esos valores seminales. La esfera privada es ahora el gran asunto público, de ahí que las grandes decisiones políticas deban responder a los problemas comunes que le afectan: insuficiencia de guarderías y asilos, desempleo, enfermedad, violencia intrafamiliar, vivienda, educación.

Cuando las familias están bien, es decir, con cierto grado de tranquilidad dado por las necesidades básicas satisfechas, se toman el tiempo para lo público. Pero cuando padecen carencias y problemas, la esfera privada acapara el protagonismo absoluto. Es por esta razón que la política debe atender las necesidades inmediatas y tangibles de la gente. Esta debe mostrar su sentido de valor y utilidad promoviendo los ideales familiares. Los sociales vendrían por añadidura.

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